Vida

Una discusión sobre la eutanasia

Escrito por Redacción R+F

Colaboración especial de Margarita María Daza Daza

La eutanasia se nos presenta hoy en día como una de las discusiones más polémicas. Por un lado, como en la mayoría de las controversias actuales, existe gran confusión respecto al lenguaje, a la definición de las palabras que se emplean para expresar las diferentes opiniones[1]. Por otro lado, se proponen casos dramáticos de personas que experimentan auténtico sufrimiento, ante los cuales proponer cualquier alternativa a la muerte parece dureza de corazón e irrespeto por la libertad del ciudadano, que se presenta como un individuo solo e indefenso ante el Estado, que tiene el poder de ponerle fin a su sufrimiento[2].

Estos casos difíciles generan cuestionamientos. Representan ocasiones en que parece que coincidieran el deseo de vivir y la muerte; se presenta la muerte como un evento deseable en la medida que pondría fin a un sufrimiento que no se tiene fuerzas para soportar. Pero, da la impresión de que no terminamos de entender la muerte, de dimensionar qué significa. Surge el sentimiento de que se quisiera hacer un «borrón y cuenta nueva», de que se tuviera la esperanza de volver a vivir como antes de que llegara el evento que ocasiona sufrimiento. Sin embargo, simultáneamente, es desolador saber que en realidad ésta es una discusión sobre la muerte, que no es una cura para el dolor y que no se encuentra sentido al sufrimiento. Aunque, es posible identificarse con el enfermo o con quien pide la eutanasia como salida de su situación y es posible entender su desesperación, queda el sinsabor de la opción personal por la muerte. Queda desazón y temor frente a la enfermedad y la pobreza, que nos pueden impedir vivir la vida como nos gusta vivirla.

Sin embargo, quisiera proponer algunas reflexiones respecto a un lado menos popular, menos discutido –al menos en los medios de comunicación- y que provoca menos identificación de emociones y sentimientos respecto a la eutanasia. Quisiera tocar el tema de la eutanasia como política económica, como política fiscal o de control poblacional en pro de la ecología. En este caso no se trata de personas que padecen y que no encuentran sentido a su sufrimiento y piden la eutanasia al Estado, sino de proponerla como salida a las preocupaciones respecto al uso de recursos privados, públicos o de recursos naturales. Desde esta perspectiva, se propone la vida de los adultos mayores como un gasto o una carga que se considera excesiva e injustificada para la familia, el Estado o la naturaleza. Se sugiere a los mayores que opten por la eutanasia para liberar recursos para las generaciones más jóvenes.

El Espectador, 2012

En el año 2012 el actual Ministro de Salud colombiano publicó una columna de opinión –que tituló «Una propuesta modesta»- en la que transcribió las notas de un agente desconocido respecto a cómo resolver la crisis fiscal del primer mundo. En dicho documento se sostuvo que “el riesgo de envejecimiento es la principal amenaza para la sostenibilidad fiscal y de los sistemas de salud del mundo”. Se propuso que se haga un balance costo beneficio respecto a los medicamentos para las personas mayores y que se ponga un límite al pago de pensiones hasta los ochenta años. De acuerdo con el autor anónimo, a partir de esta edad las personas deberían vivir por su cuenta y riesgo. Se señala que “las vidas cortas constituyen un imperativo ético habida cuenta de los problemas económicos actuales”. Se afirma que “resulta muy oneroso para la sociedad asumir las consecuencias de las distorsiones demográficas individuales”. Así que, “los jóvenes no deberían pagar por el exceso de años de vida de una generación privilegiada”[3]. Se habla sobre nuevas reformas pero no se explicita a qué se refiere.

Por otro lado, existe un video que se le atribuye a la promoción de la Agenda 21 de Naciones Unidas[4]. En dicho video se presentan personas mayores afirmando que la Tierra no puede soportar el número de seres humanos que vivimos actualmente. Además, dichos adultos mayores afirman haber vivido una buena vida, lo que sugiere que ya les ha llegado el momento de apartarse para que los niños y jóvenes puedan tener una buena vida también.

En este sentido, después de leer la columna del Ministro de Salud y ver el video mencionado, quedan algunas preguntas en mente que vale la pena considerar. En primer lugar, surgen cuestionamientos relacionados con la concepción de persona humana que se propone. En segundo lugar, las posturas propuestas en la columna y el video provocan preguntas respecto al manejo de la economía.

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Cabe preguntarse ¿Cuál es el criterio para llegar a sopesar la vida de las personas de acuerdo con métodos de costo beneficio, como si se tratara de un ejercicio de evaluación de proyectos económicos y, adicionalmente, poder determinar que el costo de la vida de alguien es mayor que el beneficio que esa persona puede producirnos? ¿Cuál es el límite de edad para establecer que alguien puede vivir o no y quién tiene la potestad de definirlo? ¿Por qué vale más la vida de un joven que de un adulto? Ahora no sólo quedamos frente al miedo de enfermarnos, de no vivir la vida como nos gusta vivirla sino también de envejecer. Parece que la persona humana se redujera a la única dimensión de ser un agente económico, de hacer parte de la fuerza laboral. ¿Sólo se debe vivir, entonces, en la medida que se pueda aportar de la manera más eficiente a la producción?

O, por otro lado, ¿somos intrínsecamente nocivos para la naturaleza y, por eso, nuestro aprovechamiento de ella debe reducirse lo más posible? ¿Nuestra vida debe limitarse en pro de que los jóvenes puedan disfrutar y producir más y también en pro de que la biodiversidad se conserve? Me pregunto, entonces, ¿qué es lo que nos hace humanos? Acaso, ¿no tenemos todos la misma dignidad y el mismo derecho a vivir? ¿Qué pasa con los niños y jóvenes que no son tan aptos para la vida productiva? ¿Sólo pueden vivir quienes tengan cómo pagar todos sus gastos y quienes tengan todas las habilidades y capacidades? Es decir, preferiblemente ¿los ricos y poderosos?

Volviendo al mensaje del video, surgen las preguntas sobre ¿qué es una buena vida? Y ¿qué pasa con quienes piensan que no han tenido una buena vida? o ¿qué sucede con quienes objetivamente han vivido en medio de dificultades?

En el segundo punto respecto a las políticas económicas o las preocupaciones por el funcionamiento de la economía, surge inmediatamente la pregunta sobre ¿por qué ejercer esta presión sobre las personas mayores?, ¿por qué llevarlos a sentirse como una carga? ¿Se nos acabaron las ideas sobre cómo resolver problemas económicos?

Vale la pena recordar que la palabra economía tiene como raíz el latín oikonomía -‘oikos’ casa y ‘némein’ administración-. Se entiende así que economía significa originariamente administración de los recursos del hogar. Pero, ¿acaso en los hogares se debe matar a los más débiles en pro de la producción y de los recursos o de la maximización de los beneficios económicos? ¿Qué tipo de administrador sería ese? ¿Podríamos confiar en un padre o una madre así? ¿Viviríamos tranquilos frente a todas las vicisitudes de la vida como las enfermedades, las equivocaciones, etc.? ¿Cuál hogar puede perdurar así? ¿No se pensó la administración de los recursos en pro del bienestar de todos? O ¿se creó con preferencias por los que pueden aportar más? ¿Por qué los medios terminaron volviéndose fines por encima de las personas a quienes debían servir? ¿Quién puede determinar que una persona o sus características son una distorsión?

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Frente a ambos grupos de cuestionamientos pienso que subyace una idea sutil pero fuertemente destructiva: se concibe a la persona como un individuo aislado y no como miembro de una familia, no como un ser en relación. Así, no es difícil presentar a los mayores como impedimento para que los niños y jóvenes disfruten de una buena vida. Si no hay un punto de contacto entre ellos, entre distintas generaciones y si no se acepta y ama al otro sólo por existir –lo que ocurre privilegiadamente en la familia-, puede empezar a proponerse como un obstáculo para la propia realización. Sin embargo, se debe tener en cuenta la realidad. Por ejemplo, en Colombia el panorama de la familia nos muestra que en el año 2015 el 11% de los niños vivían sin ninguno de sus padres y el 27% vivía con sólo uno de ellos[5]. Por tanto, en esta situación es necesario considerar que el apoyo de los abuelos en la crianza de los niños puede resultar no un impedimento sino una ayuda importante.

De otra parte, existen opiniones e investigaciones que promueven la vida y la dignidad de las personas mayores. Un ejemplo se presenta en el documento Índice Global de Envejecimiento del 2014. Por medio de dicho informe se promueve que se asigne a las personas mayores una pensión social que les permita cubrir sus gastos. Los hallazgos de esta investigación muestran que “las pensiones sociales ayudan a luchar contra la desigualdad y apoyar el crecimiento”. Además, encuentran que se puede contribuir a la reducción de la pobreza incrementando la cantidad de dinero del cual disponen las familias. Se menciona el caso de Bolivia, donde “la pensión universal para los mayores de 60 años, Renta Dignidad, ha dado lugar a un incremento importante en el nivel de inscripción escolar y a la disminución del trabajo infantil en hogares con personas mayores que reciben dicha pensión social”[6].

Adicionalmente, encuentran que es posible pagar dichas pensiones incluso en países de ingresos bajos y medios. Se afirma que el costo es mucho menor a lo que a menudo se presupone. Por medio de una investigación realizada en 50 países, se muestra que “el costo de las pensiones sociales universales para personas mayores de 65 años a un nivel del 20% del promedio de ingresos costaría entre el 0,4% del PIB en Burkina Faso y el 1,8% en China”[7].

Otra dimensión de la realidad de la familia colombiana es el abandono de los ancianos, especialmente en Bogotá –la capital y la ciudad más poblada del país- que ha provocado escándalo en los últimos años. Se afirma que se abandonan diariamente dos adultos mayores en las calles. Además, se proyecta que la capital tendrá en el año 2020 el 55% de la población de adultos mayores del país, lo que muestra también el envejecimiento de la población colombiana[8]. En estas circunstancias pienso que el mensaje que debemos proponer debe ser uno que promueva la familia y que no disocie al individuo, llevándolo a ver a los demás como cargas en lugar de compañeros y ayuda mutua en el camino.

Vale la pena citar al Papa Francisco –quien ha hecho abundante referencia a los ancianos-. En una de sus catequesis reconoció el desafío que representa el creciente envejecimiento de la población en el siglo actual. Pero identificó en la realidad hodierna una cultura del descarte acompañada por el modelo consumista de acuerdo con el cual “sólo la juventud es aprovechable y puede gozar”. El Papa afirmó que “queremos remover nuestro acrecentado miedo a la debilidad y a la vulnerabilidad; pero de este modo aumentamos en los ancianos la angustia de ser mal soportados y abandonados”. Por el contrario, los ancianos representan la “reserva sapiencial de nuestro pueblo”[9].   Concluye el Papa en otra catequesis, haciendo alusión a la importancia de la presencia de los ancianos en la familia y en la vida de los jóvenes: “¡Qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir al joven en busca del sentido de la fe y de la vida!”[10]

[1] En este artículo por eutanasia se entiende una intervención positivamente dirigida a causar la muerte de personas enfermas, con males incurables, con algún déficit imposible de recuperar, víctimas de dolores insoportables, o que están próximas a morir. Característicamente busca ser una intervención indolora y se realiza con el fin de ahorrarles mayores sufrimientos. En efecto, siempre que la intención sea la de acelerar la muerte o suprimir la vida de la persona, se trata de eutanasia. De tal manera que hay eutanasia cuando la muerte se causa administrando dosis letales de sustancias específicas o suspendiendo intervenciones ordinarias y todavía útiles como la alimentación e hidratación necesarios para vivir.

[2] Algunos casos son los de: Brittany Maynard en Estados Unidos, https://es.wikipedia.org/wiki/Brittany_Maynard; José Gómez (http://www.semana.com/nacion/articulo/polemica-por-la-eutanasia/515288) y Ovidio González (http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/salud/matador-a-mi-papa-le-negaron-la-primera-eutanasia-legal-del-pais/16014882)  en Colombia.

[3] Gaviria, A. (2012). Una propuesta modesta. http://www.elespectador.com/opinion/una-propuesta-modesta-columna-338310

[4] UN: División for Sustainable Development. Agenda 21, (2012). “I have lived a good life”. https://www.youtube.com/watch?v=0CDZiR3yGtI

[5] World Family Map, (2015). Mapping Family Change and Child Well-Being Outcomes.

[6]HelpAge International, (2014). Índice Global de Envejecimiento, Age Watch 2014. www.globalagewatch.org

[7] Ibíd.

[8] http://www.las2orillas.co/el-triste-final-de-los-ancianos-abandonados-en-bogota/

[9] S.S. Papa Francisco, (2015). Catequesis del Papa sobre los ancianos. Consultada en https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-catequesis-del-papa-francisco-sobre-los-ancianos-68134/

[10] S.S. Papa Francisco, (2015). Segunda catequesis del Papa sobre los ancianos. Consultada en https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-segunda-catequesis-del-papa-francisco-sobre-los-ancianos-23127/

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