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Salvar las dos vidas por las razones correctas. En el aniversario de Fátima, Rosario contra el aborto en Medellín.

“La historia del debate público sobre la despenalización del aborto en Colombia permite corroborar que los católicos comenzaron a perder la batalla contra el aborto cuando renunciaron a referirse a este como un pecado y entraron a debatir con argumentos meramente jurídicos… Por otro lado, es evidente que la acción pública de un católico debe darse siempre fundamentada en la vida sacramental, la oración y la contemplación, pues el combate contra las fuerzas del mal y sus manifestaciones en el ámbito jurídico, político, social y cultural es, ante todo, espiritual. Sin este aspecto esencial, los esfuerzos humanos son ineficaces y no son bendecidos por Dios, ya que no lo tienen a Él como principio y fin”.

El pasado lunes 13 de mayo, aniversario 102 de la primera de seis apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, Portugal, los miembros del Centro Cultural Cruzada, la Red de Laicos Católicos Lepanto, la Campaña Colombia necesita de Fátima y un grupo considerable de católicos comprometidos con la defensa de la vida y la familia, hicieron un plantón, rezando el Santo Rosario frente al Palacio de Justicia de Medellín, ubicado en el Centro Administrativo José María Córdova, más conocido como La Alpujarra, exigiendo a las autoridades competentes la penalización del aborto, que, más que un delito, es un pecado mortal gravísimo contra el quinto mandamiento de la Ley de Dios: No matarás.

Así mismo, el pasado viernes 10 de mayo se cumplieron trece años de la Sentencia C-355 de 2006 que despenaliza el aborto en tres causales: riesgo para la salud de la madre, malformación del feto y acceso carnal violento, lo cual no fue más que un paso hacia la despenalización de este crimen atroz en cualquier circunstancia y en cualquier momento de la gestación, para llegar, finalmente, a su legalización, con lo cual se negaría que el asesinato de un ser humano en el vientre materno sea una conducta delictiva, lo cual está cada vez más cerca después de la Sentencia SU 096/2018, que insta a los entes competentes a legalizar, definitivamente, el aborto, haciéndolo libre y totalmente gratuito.

Así pues, el plantón realizado por estas asociaciones hermanas no solo fue una excelente forma de celebrar las apariciones de la Santísima Virgen del Rosario de Fátima, acontecimiento esencial para la Iglesia Católica en todo el mundo, sino también una manifestación pública de respaldo a todos los grupos provida de Colombia y una denuncia abierta del genocidio motivado y auspiciado por la Corte Constitucional cediendo a los intereses de grandes organizaciones antivida que extienden sus tentáculos sobre la patria del Sagrado Corazón de Jesús desde hace ya mucho tiempo.

La iniciativa mencionada se une a la XIII Marcha por la Vida del 4 de mayo, que convocó a más de 500.000 personas en toda Colombia y reitera que la lucha jurídica contra la promoción del aborto debe cimentarse siempre en una lucha de carácter moral y religioso, no solo porque el fundamento de la ley positiva es la ley natural y el fundamento de la ley natural es la ley eterna y, por tanto, el Decálogo, sino también porque, como señalara la misma Mónica Roa López, dirigente de Women’s Link International, el cambio de una perspectiva religiosa a una vinculada a la salubridad pública, la equidad de género y la justicia social en el debate sobre el aborto fue clave para lograr su despenalización. Lamentablemente, en ese cambio, muchos católicos fueron y siguen siendo cómplices:

“Lo que nosotros hicimos primero fue estudiar cuáles eran los términos en que se venía dando el debate. Hicimos un estudio de los archivos de prensa desde el año 1973 para ver cómo los medios de comunicación cubrían el tema. Ahí vimos que el debate siempre era de moral y religión. Nosotros lo cambiamos radicalmente. Tratamos que el aborto siempre fuera visto como un problema de salud pública, derechos humanos y equidad de género”.


Mónica Roa

La historia del debate público sobre la despenalización del aborto en Colombia permite corroborar que los católicos comenzaron a perder la batalla contra el aborto cuando renunciaron a referirse a este como un pecado y entraron a debatir con argumentos meramente jurídicos, lo cual constituye un craso error iusfilosófico, pues ignora que la norma jurídica encuentra su validez material en la bondad moral objetiva de una acción humana y sólo la ley natural y el depósito de la fe pueden darnos luces sobre la bondad o maldad moral de una acción humana.

Por otro lado, es evidente que la acción pública de un católico debe darse siempre fundamentada en la vida sacramental, la oración y la contemplación, pues el combate contra las fuerzas del mal y sus manifestaciones en el ámbito jurídico, político, social y cultural es, ante todo, espiritual. Sin este aspecto esencial, los esfuerzos humanos son ineficaces y no son bendecidos por Dios, ya que no lo tienen a Él como principio y fin. Con base en esta realidad, aceptada, difundida y reafirmada por tantos padres espirituales, los católicos deberían preguntarse qué tanto es su amor por Dios y por la Santa Iglesia el motor de su acción apostólica, pues un trabajo meramente filantrópico sin la necesaria base sobrenatural deja al apostolado católico, incluso al provida, al nivel de una ONG en la que la defensa de la vida se da en perspectiva antropocéntrica e inmanentista, no sagrada.

Vale la pena resaltar también que, providencial y no casualmente, el pasado lunes 13 de mayo comenzó el juicio contra el Dr. Leandro Rodríguez Lastra, médico ginecólogo argentino, acusado de incumplir sus deberes como funcionario público al revertir un proceso abortivo en una joven de 19 años que había ingerido pastillas del medicamento abortivo Oxaprost, proporcionadas por una ONG, con el fin de asesinar a su bebé. El martes 21 de mayo, el Dr. Rodríguez Lastra fue declarado culpable y podría enfrentar penas de hasta dos años de prisión.

Casos como este, en los que la maldad es aplaudida y la virtud es reprobada y hasta condenada, vuelven más que citables y memorables las palabras de Isaías en el Antiguo Testamento, cuya carga profética se evidencia con cada día que pasa en este valle de lágrimas posmoderno:

¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; de quienes de la tiniebla hacen luz, y de la luz, tiniebla!”.



Is. 5, 20

En circunstancias tan lamentables y críticas para la humanidad, hace falta recordar que cuando la Virgen de Fátima señaló que si la humanidad no se convertía, haciendo penitencia y rezando el Santo Rosario, Rusia esparciría sus errores por el mundo –el aborto estaba incluido en dichos errores–, pues la agenda antivida tiene en los fautores de la ideología comunista a sus grandes padres intelectuales. Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como “Lenin” se ufanaba de exigir, como parte de su programa de difusión del comunismo, “una abolición incondicional de todas las leyes persecutorias del aborto o de la difusión de los trabajos médicos sobre la anticoncepción. Tales leyes no son otra cosa que la hipocresía de las clases opresoras”. De acuerdo con las advertencias de Fátima, Rusia fue el primer país en legalizar el aborto en 1920, y la difusión de este acto barbárico y pecaminoso continúa cien años después cobrando la vida de millones de seres humanos por año.

Citando a Santo Tomás de Aquino, el filósofo alemán Josef Pieper sintetizaba una definición de la virtud cardinal de la fortaleza por medio de una tesis: “El cristiano es fuerte, es decir, está dispuesto a sacrificarse y, si es preciso, aceptar la muerte por la implantación de la justicia” (1993, 13). El hombre que profesa su fe en Jesucristo debe recordar que la instauración de Su reino no se dará sin mucho sufrimiento y sacrificio por parte de sus discípulos y, en eso, precisamente, radica la virtud de la fortaleza, en resistir manteniendo el bien pese a las embestidas continuas del demonio, el mundo y la carne, mas pidiendo siempre al Espíritu Santo que sostenga la virtud natural con el don sobrenatural de la fortaleza, al que el mismo Santo Tomás, en su Suma de Teología, define como “una confianza especial que excluye todo temor contrario” (II-II. C. 139. Art. 1. Resp.).

Por consiguiente, más que en su esfuerzo personal, en habilidades, técnicas o estrategias, un buen católico esperará siempre en el auxilio de la gracia y en la promesa que la Santísima Virgen hizo a Lucía, Francisco y Jacinta y, por medio de ellos, a todos los hombres de buena voluntad: “¡Por fin, mi inmaculado corazón triunfará!”.

Bibliografía

De Aquino, Santo Tomás. Suma de Teología IV. Parte II-II (b). Trad. Manuel Morán Flecha, Jesús Hernando Franco, Ángel Martínez Casado, Luciano Gómez Becerro. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1994.

Pieper, Josef. Las Virtudes fundamentales. Trad. Carlos Melches, Manuel Garrido, Rufino Gimeno Peña, Alfonso Candau y Raimundo Pániker. Madrid: RIALP, 1993.

Roa López, Mónica. Panel “Diferentes estrategias para el acceso al aborto legal, seguro y gratuito”. Auditorium de la Cámara de Diputado. Congreso Nacional, Buenos Aires. 3 y 4 de Agosto de 2006.

Sagrada Biblia. Versión crítica sobre los textos hebreo y griego. Trad. Jose María Bover y Francisco Cantera Burgos. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1957.

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