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La Duma Estatal de Rusia aprobó por unanimidad una controvertida ley que prohíbe la llamada «propaganda child-free», en un intento por aumentar la declinante tasa de natalidad en el país.
Esta legislación, ampliamente respaldada por el Kremlin, penaliza cualquier forma de “propaganda” que presente la opción de no tener hijos como atractiva, incluyendo medios de comunicación, internet, cine y publicidad. Las multas por incumplimiento pueden alcanzar los $4.000 dólares para personas y $50.000 para entidades.
La nueva norma se enmarca en los esfuerzos del presidente Putin por promover los «valores tradicionales» frente a lo que considera decadencia moral de Occidente. De hecho, ha incentivado a las mujeres a tener al menos tres hijos para garantizar la continuidad del pueblo ruso.
Según Dmitri Peskov, vocero del Kremlin, la demografía es un desafío clave y se deben tomar todas las acciones posibles para aumentar la natalidad.
Y es que desde 2016 las muertes superan a los nacimientos en Rusia. La pandemia y la guerra en Ucrania han agravado más la situación: en el primer semestre de 2024 se registraron 599.600 nacimientos, la cifra más baja desde 1999, mientras las muertes aumentaron en 49.000.
En medio de la cultura global imperante, antinatalista y materialista, en la cual el comunismo ruso ha tenido bastante injerencia mundial, no faltan quienes cuestionan que se está “coartando la «libertad reproductiva», pero detrás de su defensa ideológica apuntan que la falta de recursos económicos es el verdadero motivo detrás de no tener hijos. En la sociedad de hoy, cualquiera sea el régimen, ambas razones pesan como causas eficientes.
Y para muestra, estos botones: Alina Rzhanova indicó «la gente quiere hijos, pero no hay dinero«. Yana, una mujer moscovita sin hijos, argumenta que garantizar condiciones de vida decentes sería más efectivo que imponer prohibiciones.
Expertos como el demógrafo Alexey Raksha afirman que la ley no tendrá mayor influencia en la tasa de nacimientos, señalando que se trata más de una decisión política que demográfica.
De hecho, según encuestas, sólo el 2.4% de las mujeres y el 3.5% de los hombres en Rusia no quieren tener hijos. Para el analista Ilya Grashchenkov, ‘el gobierno refuerza con esta norma su compromiso con los valores familiares tradicionales en contraste con Occidente’.
En conclusión, la polémica ley refleja el énfasis del régimen presuntamente centrado en promover valores conservadores como pilar de la identidad rusa.
Aunque otros pseudo expertos señalan que quizás ‘el verdadero estímulo demográfico provenga de mejorar las condiciones económicas de la población’ manteniendo lo que llaman «libertades reproductivas», el sentido común aboga por razones humanas auténticas y de fondo.
En Portugal, la Virgen María advirtió que de no consagrarse el mundo en el momento en que lo pidió a su Corazón Inmaculado, “Rusia esparciría sus errores por el mundo”. ¿Qué significa esto? La seducción de una supuesta “libertad” bajo los presupuestos de un materialismo ateo. Lo mismo denunció en 1989 el Papa Juan Pablo II ante la ONU, cuando luego de la caída del bloque soviético, advirtió los riesgos de una sociedad del bienestar materialista, egoísta e individualista, sin Dios, o al menos con una idea de “Dios” reducida a un ídolo.
Y es que, privados de una conciencia trascendente y de la dimensión espiritual, los seres humanos andamos a la deriva, “como ovejas sin pastor”, y no hay ideología ni régimen ni utopía que pueda suplir dicho vacío. Quizás tanto en Rusia como en los demás países que hoy abogan por recuperar las tasas de natalidad al menos a índices de «reposición» demográfica, haga falta una re-conversión a la Verdad sobre el hombre y, con ella, a la Vida y al Dios de la Vida.
Mientras promuevan falsos derechos y falsas libertades como el aborto, la eutanasia y otras aberraciones; mientras a los hijos de esta sociedad postmoderna no se les brinde un metarrelato significativo sobre el sentido de la vida terrena y de la eterna, difícilmente saldrán de su ensimismamiento y se abrirán con generosidad a las fuentes de la vida, que suponen y exigen abnegación. Un “precio” que tal vez no están dispuestos a pagar. La falta de recursos económicos es tan sólo un pretexto, mientras quieran mantener la prerrogativa de una supuesta «libertad reproductiva».
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