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Magda Denes, doctora en filosofía y autora del libro «En la necesidad y la pena, vida y muerte dentro de un hospital de abortos«, entrevistó a abortistas y trabajadores de clínicas para su publicación. Sorprendentemente, muchos de los abortistas que entrevistó admitieron que estaban terminando con una vida. Algunos incluso usaron el término «asesinato«.
Matar a un bebé, dar a luz a otro
Uno de los abortistas dejó muy claro que sabía que estaba matando. Primero habla sobre lo extraño que era estar ayudando a nacer a unos bebés mientras que al mismo tiempo mataba a otros bebés de la misma edad en otra sala a través del aborto:
Trabajando en abortos de último trimestre
El abortista luego describe cómo hacer abortos de último trimestre era más fácil para él porque empezó haciendo abortos más tempranos y «trabajó para llegar» a los más tardíos.
Ocultando la verdad a las mujeres embarazadas
Está hablando sobre abortos con suero salino, un método de aborto que se usaba con frecuencia en los años 70 y 80, pero que ya no se utiliza en parte debido a la gran cantidad de bebés que nacieron vivos, incluida Melissa Ohden.
En este tipo de aborto, el abortista inyecta una solución salina tóxica en el útero de la madre, que envenena y mata lentamente al niño. Puede tomar horas para que el bebé muera.
El abortista dice que nunca le dice a la persona que se somete al aborto que sus bebés están luchando por sus vidas:
«Ahora, si le admites esto a la paciente es otro asunto. Su angustia por un embarazo no deseado debe ser la consideración principal, por delante de cualquier posible consideración por el feto».
«Somos los verdugos»
Luego hace la gran admisión:
Este abortista se compara a sí mismo con una persona que mata a criminales convictos. Se presenta a sí mismo como un verdugo para justificar sus acciones.
Al hacer la comparación, el abortista está diciendo que sí, él está matando, pero –según él– el asesinato es aceptable. En nuestra sociedad, no vemos a quienes ejecutan a los criminales como asesinos. Decimos que es un asesinato justificable. Pero definitivamente es un asesinato. Y este abortista admite que el aborto también lo es.
En este caso, la pena de muerte le ha dado a un médico abortista una excusa, una racionalización que le facilita acabar con vidas humanas prenatales.
La vida humana es sagrada desde su concepción hasta su muerte natural. El aborto, al terminar intencionalmente con la vida de un ser humano inocente e indefenso, es un crimen abominable. La Iglesia defiende el valor supremo de toda vida humana y aboga por proteger a los no nacidos, los más vulnerables entre nosotros.
Fuente: Abortionist Admits Abortions Kill Babies: “We are the Executioners”
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