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El sacerdote jesuita James Martin, activista LGBT, afirmó el martes que el presidente Donald Trump no es «provida», luego de que éste restableciera la pena de muerte a nivel federal. Estas palabras, lejos de ofrecer un criterio moral real y fundamentado, no son más que una opinión sesgada y buenista.
«Ya basta de hablar de ser ‘provida’«, escribió Martin en X (antes Twitter), en respuesta a una publicación de Associated Press (AP) que declaraba que Trump había firmado «una amplia orden ejecutiva sobre la pena de muerte, instruyendo al fiscal general a ‘tomar todas las medidas necesarias y legales’ para garantizar que los estados tengan suficientes medicamentos de inyección letal para llevar a cabo ejecuciones».
En su orden ejecutiva, Trump declaró que la pena capital es una herramienta esencial para disuadir y castigar a quienes cometerían los crímenes y actos de violencia letal más atroces contra ciudadanos estadounidenses.
«Antes, durante y después de la fundación de los Estados Unidos, nuestras ciudades, estados y país han confiado continuamente en la pena capital como el máximo elemento disuasorio y el único castigo adecuado para los crímenes más viles», afirmó.
En contraste, en el 2022, el obispo Thomas Paprocki corrigió públicamente al padre Martin por su afirmación de que los políticos católicos proabortistas tienen derecho a recibir la Sagrada Comunión.
¿En qué quedamos, entonces? Es la opinión, sin fundamento real y muy cuestionable, de una persona, en contra de un Magisterio coherente y bimilenario que se empeña en «actualizar», es decir, en deformar, torcer y corromper a favor de sus preferencias personales y de las ideologías falaces con las que pretende sustentarla.
«El padre James Martin contradice los principios morales católicos básicos y la teología en su caso contra la negación de la comunión a quienes persisten en pecado grave manifiesto«, escribió el obispo Paprocki en un breve ensayo en el Wall Street Journal (WSJ).
«Jesús partió el pan con los pecadores, pero los llamó a la conversión«, declaró Paprocki, quien también es canonista. «No los dejó en pecado. Exigió que eligieran entre seguirlo a él y rechazar su llamado«.
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En un artículo separado, el obispo señaló que uno de los temas que se proponen con frecuencia como moralmente equivalentes al aborto es la pena de muerte.
«Pero la pena capital no está en la misma categoría moral que el aborto«, escribió Paprocki. «Mientras que el aborto es un mal intrínseco, el Papa Francisco ha calificado la pena de muerte de ‘inadmisible’ -un juicio moral diferente, que refleja una especie de juicio prudencial sobre la eficacia de la pena».
En su encíclica de 1995 Evangelium Vitae, el Papa Juan Pablo II recomendó que los líderes políticos deberían preferir «medios incruentos» de castigo cuando sean «suficientes para defender las vidas humanas contra un agresor y proteger el orden público y la seguridad de las personas».
Al mismo tiempo, estableció una clara distinción entre el castigo de los culpables y el derecho absoluto a la vida de los inocentes.
Se debe tener mucho cuidado para respetar toda vida, incluso la de los criminales y agresores injustos, escribió, pero «el mandamiento ‘no matarás’ tiene un valor absoluto cuando se refiere a la persona inocente«.
«La muerte directa y voluntaria de un ser humano inocente», como en el caso del aborto y la eutanasia, «es siempre gravemente inmoral», declaró.
El cardenal Joseph Ratzinger, quien luego se convertiría en el Papa Benedicto XVI, escribió en 2004: «No todos los temas morales tienen el mismo peso moral que el aborto y la eutanasia», y contrastó estos temas con la pena capital.
«Puede haber una diversidad legítima de opiniones incluso entre los católicos sobre la guerra y la aplicación de la pena de muerte, pero no con respecto al aborto y la eutanasia«, afirmó el futuro Papa.
En ese mismo memorando, Ratzinger escribió que «si un católico estuviera en desacuerdo con el Santo Padre sobre la aplicación de la pena capital o sobre la decisión de hacer la guerra, no se le consideraría por eso indigno de presentarse a recibir la Sagrada Comunión«, lo cual no es el caso con respecto al aborto o la eutanasia.
Francisco ha declarado que la pena capital es «inadmisible» y «contraria al evangelio». Pero ha sido cauteloso y nunca ha afirmado que la pena capital sea un mal intrínseco, como el aborto o la eutanasia, lo que sí sería una contradicción directa de las enseñanzas pasadas.
Doctores de la Iglesia, desde San Ambrosio hasta Agustín, Tomás de Aquino, Roberto Belarmino y Alfonso María de Ligorio, todos enseñaron la legitimidad moral de la pena capital.
Fuente: Jesuit LGBT Activist James Martin: Trump Is Not ‘Pro-Life’
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