El portal Down21.org publicó el inspirador testimonio de Esperanza Sádaba y José Ángel Gutiérrez, un matrimonio católico español que adoptaron primero a un niño con síndrome de Down, y luego de un tiempo a una niña, de seis y siete meses de edad.
Su testimonio es especialmente valioso en un momento en que países como Noruega e Islandia se aborta el 100% de los bebés a los que se le detecta esa condición.
Hoy, en España, el 90% de los niños a los que se detecta síndrome de Down no llegan a nacer y todos sabemos por qué. Si nuestro testimonio sirve para que tan solo uno de ellos (con esa u otra discapacidad) llegue a nacer, habrá merecido la pena darlo.
Se casaron con la ilusión de ser padres, pero no pudieron serlo naturalmente. Cuando tuvieron la convicción de que no podrían tener hijos biológicos pasaron por proceso de sufrimiento y duelo.
Poco a poco, gracias a diversas circunstancias comenzaron a considerar adoptar a un niño con síndrome de Down. Entre otras, que tres amigos cercanos tenían hermanos con esa condición, quienes ya tenían alrededor de los 30 años.
Cote tiene síndrome de Down y es hermano de Inés. María tiene síndrome de Down y es hermana de Raúl. Y Genaro tiene también síndrome de Down y es hermano de Cristina. Sobre todo teníamos trato con dos de ellos: con Jenaro y con María.
A ambos les tenemos mucho cariño, y ellos a nosotros: un cariño recíproco.
Y sobre todo, ambos adoran a Espe, mi mujer. Y ella les adora a ellos.
De modo que cuando una amiga de Esperanza le dijo que iba a hacerse la amniocentesis, y que pensaba abortar si el bebé tenía alguna malformación, Esperanza le dijo espontáneamente:
Por favor, no lo abortes; si es preciso, dámelo a mí
La piedra de toque fue leer una entrevista al actor Jim Caviezel, quien actuó como Jesús en la Pasión de Cristo de Mel Gibson, la cual los conmovió y les abrió nuevos horizontes en su búsqueda se ser padres:
Cuando les vi a ambos, mis ojos vieron sus deformidades, pero mi corazón no. Mi corazón vio que eran hermosos, y no sólo que eran hermosos, sino que me embellecían a mí, porque me hacían querer ser un hombre mejor. El amor es una decisión… Cada mañana, al despertar me arrodillo para dar gracias a Dios por tenerles conmigo. No te haces idea de las bendiciones que te pueden llegar si le das una oportunidad a la fe
– Jim Caviezel
También leyeron el testimonio de otros padres, que no identificaron, que los inspiró a dar el paso:
Sólo vivimos una vez y vale la pena gastar la vida haciendo cosas que realmente lo merezcan… y es que dedicamos tanto tiempo y esfuerzos en tantas cosas… ¡muchas de ellas nos dejan vacíos! Ahora sí que nos la hemos complicado de verdad, pero lo hemos hecho con mucha ilusión
– Padres adoptivos de un niño con Síndrome de Down
También les movió el recordar las palabras de Jesús en el Evangelio:
El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, es a mí a quien me recibe.
En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.
Sorpresa y llanto en la familia al saber la noticia
Decidieron entonces adoptar a un bebé con síndrome de Down, en un proceso que sienten es semejante al de los padres que reciben esa noticia del médico:
de entrada, nos dio mucho vértigo…, por lo que comprendemos cómo se sienten otras personas cuando saben que esperan a un niño con esa u otra discapacidad…
Comenzaron un proceso gradual con la Fundación Down España, en la que los padres acogen temporalmente, en principio, a niños con esa condición en su casa.
También estuvieron en contacto con dos familias que habían adoptado niños a través de Down España, una con más hijos y otra igual que ellos, y ambas se veían radiantes, cuentan en su testimonio.
Hicieron un curso y los trámites, y luego de 10 meses, durante el cual tomaron la decisión de adoptar a un menor entre 0 y 3 años de edad.
Cuando recibieron el certificado de idoneidad el vértigo inicial, se había convertido en anhelo e ilusión.
Tres meses después recibieron una llamada informándoles que había un niño de cinco meses de edad, que tenía problemas de salud y había sido intervenido de cardiopatía congénita, algo que es bastante común en los niños con esta condición.
Para evitarles la ansiedad a sus familiares y a ellos mismos, no habían contado nada sobre su decisión ni el proceso en el que estaban.
Entonces decidieron hacer una reunión con sus familiares y amigos más cercanos, para darles la noticia:
Hubo de todo: sorpresa, emoción, llanto, mucho llanto… Fue precioso comunicarles a todos la buena noticia. La alegría que nosotros ya sentíamos inundó a nuestras familias y amigos. Junto con ellos, preparamos en quince días con toda ilusión todo lo que cualquier padre y madre organizan en nueve meses para la llegada de su hijo.
Cuando llegaron a la ciudad donde estaba el niño, les informaron que habían tenido que hospitalizarlo por unas complicaciones digestivas. En ese momento, con gran delicadeza los servicios sociales volvieron a preguntarles si estaban seguros, o querían darse un tiempo más para pensarlo:
Les respondimos ya casi con lágrimas en los ojos, que si habíamos ido hasta allí era para ser sus padres.
Así que nos acompañaron a la habitación en la que estaba ingresado. Y allí le vimos, por primera vez.
No podemos evitar las lágrimas al acordarnos de ese momento. Estaba dormido, en una cama-cuna, lleno de tubos. Cuando entramos y nos asomamos a la cuna, se despertó, nos miró, sonrió y se volvió a dormir.
Las lágrimas que nos caen al escribir estas líneas fueron como las que derramamos allí.
El personal de los servicios sociales que había entrado con nosotros a la habitación se retiró discretamente para dejarnos solos con nuestro hijo, respetando ese momento de tan intensa emoción.
Le acariciamos. Le besamos y le dijimos: ‘ya estamos aquí. Somos tus papás’.
La crianza: un reto, con esfuerzos y dificultades, como todas las demás
Esperanza y José no ocultan que la crianza de su hijo fue y sigue siendo dura, al igual que su educación. Pero es una aventura maravillosa, que vale la pena el esfuerzo y por eso se lanzaron a repetir la experiencia.
Nuestro hijo tiene fortalezas y debilidades, como todo el mundo, y vive la vida con intensidad. Es pura vida, inocencia y amor. Le queremos tal como es. Y ya no concebimos la vida sin él.
A los dos años de crianza de su hijo, después de una experiencia que califican de «magnífica», decidieron buscarle un hermanito.
A través de un chat se enteraron de una niña de seis meses que estaba en una casa de acogida, esperando por una familia adoptiva.
Inmediatamente se comunicaron con la administración y se ofrecieron. No tardaron mucho en darles el sí. Y en ese momento les embargó la incertidumbre:
Sin embargo, la inmensa alegría al saber que nuestra hija nos esperaba se mezcló con algunas dudas que nos vinieron a la cabeza. Es verdad que nos habíamos ofrecido, sí. Y teníamos ganas de darle un hermano o hermana a nuestro hijo. Pero empezamos a pensar en el futuro. ¿Qué será de ellos cuando no estemos nosotros?, ¿qué será de los tres cuando uno de los dos papás falte? Eran las preguntas que nos hacíamos y que en cierta medida nos angustiaban.
Entonces se comunicaron con otra familia que tenía dos niños con Down, y ningún hijo biológico propio, y recibieron de ellas palabras de serenidad:
Eso preocupa a todos los padres. Nosotros confiamos en la providencia de Dios
No sabemos qué pasará el día de mañana, pero sabemos que Dios nos ha llamado a ser, hoy, padres de nuestros hijos y a quererles como Él nos ha querido a nosotros
Nos llama a todos a dar la vida. Nosotros damos la vida siendo padres
También recordaron el testimonio del médico italiano ya fallecido, Vittorio Trancanelli, quien adoptó siete niños ―algunos de ellos con discapacidad―, y en su lecho de muerte, rodeado por su mujer y sus hijos, se dirigió a ellos y les dijo: “Por esto vale la pena vivir, no por convertirse en alguien, hacer carrera o ganar dinero”.
También hablaron con otro matrimonio español, el de Jesús Flórez y María Victoria Troncoso, quienes tienen cuatro hijos biológicos, entre ellos dos mujeres con discapacidad, una síndrome de Down y la otra una enfermedad rara.
Su ejemplo y palabras los conmovieron y les dio ánimo. Y, de cara al futuro, nos habló de residencias, fundaciones, instituciones, que podrían hacerse cargo de ellos, les recomendó ahorrar:
Estáis en plenitud de facultades, de ilusión y de posibilidades.
Seguro que habrá modos para que estén atendidos el día que no podáis vosotros.
Mientras tanto, les habéis dado una vida estupendísima…que les quiten lo bailao [a los hijos] que os habrán tenido, como padres, 30, 40 años…”, les dijo María Victoria.
El encuentro con su hija fue igual de emotivo, sumado a que su hijo tendría ahora la alegría de tener una hermanita.
Cada hijo es distinto, con sus cualidades y defectos, con fortalezas y debilidades, pero todos valen la pena y merecen ser amados.
Cuando no se ve progreso en los hijos, o estos llegan muy despacio, puede llegar el cansancio y el desaliento. Pero ese el momento para pensar en que lo que cuenta es la entrega y el amor.
Es entonces cuando «un beso, una caricia, un abrazo, una sonrisa suya compensan todos los esfuerzos del día a día», haciendo que se cumpla la frase según la cual ellos devuelven el amor que reciben, multiplicado por mil.
Antes de llegar ellos, no sabíamos que a un hijo se le podía querer tanto. También sabemos que adoptarlos ha sido lo mejor que hemos hecho en la vida. Y que en el futuro, echaremos la vista atrás… y habrá merecido la pena», concluyen.