Le fallamos a Javier[1] como sociedad y creo que en lugar de romantizar toda la situación por la que pasó, creyendo que terminar con el dolor físico y por ende con su vida, era el mejor camino, o incluso una solución.
Nos volvimos una sociedad hipócrita: podemos repudiar y rechazar el suicidio de una joven médica[2] porque fue sometida por sus profesores y compañeros al bullying y a la presión que vivió, y protestamos contra ello. Pero aplaudimos y suavizamos la situación o el hecho extremo que alguien vive, como una enfermedad terminal, en donde hay intermediarios como el personal de la salud y hasta el mismo Estado o la Corte.
En definitiva, somos una sociedad que vive en plenitud la cultura del descarte:[3] “desechando al que ya no sirve, cuesta dinero o estorba, porque no son funcionales o porque es mejor, “termina con tu vida, acaba con tu sufrimiento y seguro a donde llegues eso ya no estará”. Sí este es el argumento, entonces, todos deberíamos suicidarnos, nadie, ninguno de nosotros está libre de angustias dolores y sufrimiento.
En conversaciones sobre todo lo que estaba pasando, un gran amigo mencionó que, ésta es la réplica exacta del pensamiento de Jean Paul Sartre, un existencialista, marxista y ateo que decía que la vida es una pasión inútil y lo mejor era acabar con ella, pero evidentemente él nunca fue coherente con lo que decía.
Sí, estoy muy tocada con este caso, con el caso de Javier. Sobre todo, por la forma cómplice y romantizada que gran parte de la sociedad asumió esta terrible pérdida. ¡Como si fuera heroico quitarse la vida! Y no me mal entiendan, ni reinterpreten estas palabras. No con esto quiero parecer indolente ante la situación de Javier y la decisión que tomó, al contrario, me duele hasta lo profundo lo que tuvo que vivir, pero, sobre todo, la incapacidad de nuestra sociedad de acogerlo y llevarlo por caminos más esperanzadores, más de vida.
Aunque debo decir que me llena de consuelo recordar los videos mostrando a la barra brava de millonarios gritándole a Javier por la ventana: “¡Javi, NO a la eutanasia!” “¡Javi no lo hagas, estamos contigo!”. Aún queda esperanza en esas personas, que creemos que a pesar de las adversidades más críticas hay alternativas porque luchar, ¡porque es que las hay!
Aún hay esperanza de trabajar por salvar una vida, porque cada vida lo vale. Me anima recordar que nos unimos varios para buscar caminos de contacto con Javier y ofrecerle un tratamiento diferente con otros médicos, ¡alternativas de vida! Y es que existen las alternativas de vida porque existen médicos paliativistas que atienden casos como los de Javier o incluso casos más complicados y con sus cuidados, terapias y acompañamiento integral, le dan dignidad a esa persona en medio de su dolor y de su enfermedad.
Estoy segura que todos hemos conocido en nuestra vida a alguien que ha sobrevivido a las peores circunstancias y esto es precisamente porque han tenido algo profundo en su corazón que los ha movido, que les ha dado un sentido a la vida, el sentido a su vida.
Leyendo a Marian Rojas Estapé, menciona a Víctor Frankl, y cuenta que es un estudioso que logró descubrir que cuando alguien poseía recuerdos o ideales a los cuales aferrarse, esa persona tenía la capacidad de sobrevivir física y psicológicamente a cualquier circunstancia.
Justo cuando pasó todo esto de Javier y en medio de mi recuperación del accidente, he tenido en mi cabeza mucho, lo que significa el valor de la vida humana: somos frágiles, muy frágiles. Tanto que hay quienes creen que la muerte anticipada y predeterminada es una solución, (fragilidad en su máxima expresión al no tener la capacidad de vivir superando incluso lo mas extremo).
Si, he pensado mucho en la fragilidad de lo humano, desde lo físico y tangible, como en lo emocional y espiritual que es intangible, por eso me convenzo cada vez más de que debemos hacer de la vulnerabilidad esencia del humano para que nos entendamos necesitados y no desechados por ser vulnerables.
Todos somos dignos de vivir y vivir implica que, como sociedad, también tengamos la capacidad de ofrecer todas las alternativas posibles para que vuelvan, la esperanza y nuevos ideales a aquella persona que cree que una muerte predeterminada es una solución, porque esta es una persona que no ha encontrado el propósito de su vida y como sociedad podemos ayudarle a encontrar ese propósito de vida.
Siempre he peleado contra la indiferencia porque no podemos quedarnos con esa expresión que me parece tan egoísta: “es que es una decisión tan personal que yo ahí no me meto”; sí tenemos que involucrarnos porque cada vida lo vale, de otro modo no seríamos seres sociales ni racionales y sintientes con la gran capacidad de amar al otro.
[1] La historia de Javier según medios: https://caracol.com.co/2024/08/30/historia-de-javier-acosta-hincha-de-millonarios-que-recibio-eutanasia-por-candida-auris/
[2] La historia de la Dra. Catalina Gutierrez, quien se suicidó por maltrato y presiones en la facultad de medicina: https://www.bbc.com/mundo/articles/cd1rmm0ym5yo
[3] Este “antipensamiento” implica un desgaste en la valoración del ser humano, en el cual se pone por encima el interés del capital sobre la dignidad de la persona. Se refiere también a una tendencia de hacer de la persona humana, y de su servicio, un objeto a desecharse. Ver: La cultura del descarte
Una de las grandes amenazas del siglo XXI en: https://es.catholic.net/op/articulos/70651/cat/414/la-cultura-del-descarte.html#modal