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Sheila McGregor fue organizadora de mujeres para los Socialistas Internacionales, predecesores del Partido Socialista de los Trabajadores, en la década de 1970. Ella “analiza”, desde su muy particular y tendenciosa perspectiva, intentando justificar cómo los socialistas conquistaron a los sindicalistas para abogar juntos por «los derechos al aborto».
En junio de 1975, una gran mayoría de personas en Gran Bretaña apoyaba los “derechos al aborto”, bajo la premisa de “el derecho de la mujer a elegir”. Pero esto no hubiera sido así, si los socialistas no hubieran posicionado la idea de que “los derechos al aborto son una cuestión de clase por la que los sindicatos deben luchar en todos los lugares de trabajo”.
En la década de los 70 hubo una reacción contra la Ley de Aborto de 1967. Se había establecido la Sociedad para la Protección del Niño por Nacer (Spuc). Y sus promotores lograron movilizar a decenas de miles de hombres y mujeres a las calles para oponerse a “los derechos al aborto”.
En 1975 James White, diputado laborista de Glasgow Pollok, trató de revertir la Ley de Aborto. Su enmienda obviamente levantó ampolla y hubo un enfrentamiento de ideas sobre el “papel de la mujer” en la sociedad y la “nueva combatividad” entre las mujeres trabajadoras.
Hubo huelgas clave de mujeres trabajadoras, como la lucha de las costureras de Ford Dagenham por la igualdad salarial en 1968. La Campaña de las Limpiadoras Nocturnas despegó en los bloques de oficinas de Londres y se extendió a otras ciudades en 1970. Las trabajadoras de la confección en Leeds, las maestras y las trabajadoras del hospital también se declararon en huelga, y en 1973 las mujeres asiáticas de Mansfield Hosiery salieron contra el racismo.
Estas “luchas” tuvieron lugar como parte de una ola más amplia de militancia de “la clase trabajadora”, que había politizado a una capa de representantes sindicales en los lugares de trabajo. Pero la participación de los sindicatos por los derechos al aborto no fue automática. Reflejó la determinación de los socialistas de ganar a los sindicatos para una comprensión de que el aborto era una cuestión de clase, no algún «tema de mujeres» periférico a los «verdaderos negocios» de los sindicatos.
Los Socialistas Internacionales (IS), predecesores del Partido Socialista de los Trabajadores, lucharon por esta perspectiva en los lugares de trabajo, en las ramas sindicales y en los comités de representantes sindicales.
Es decir, toda una campaña sistemática de penetración y de adoctrinamiento ideológico, que además proveyó la estrategia para neutralizar la defensa de la vida y lograr una mentalidad y una legislación favorables al aborto, so pretexto de tratarse de un asunto «de clases» y, por lo tanto, «de raíz sindical».
Las mujeres en los grupos Nac y Women’s Voice lideraron el enfrentamiento con los antiabortistas. Desafiaron el derecho de los diputados, particularmente de los diputados laboristas patrocinados por los sindicatos, a votar a favor del proyecto de ley de James White.
Desde las puertas de las fábricas hasta los salones de bingo, las iglesias y los despachos de los diputados, plantearon el argumento a favor de los derechos al aborto y contrarrestaron la propaganda de Spuc.
Nac acordó organizar una manifestación nacional el 21 de junio de 1975 en oposición al proyecto de ley de James White. El Comité de Delegados de Talleres del Puerto de Hull votó enviar una delegación después de escuchar a Linda Gordon, miembro del sindicato de trabajadores de tiendas Usdaw.
Explicó que las mujeres estaban “luchando por el control sobre sus propios cuerpos de la misma manera que los trabajadores portuarios estaban luchando para controlar las condiciones en el trabajo”. Argumentó que si los abortos fueran ilegales, las mujeres estarían ante los mismos jueces que habían encarcelado a los estibadores de Pentonville y a los trabajadores de la construcción de Shrewsbury.
Fue un activismo feroz: las activistas hicieron todo lo posible para ganar apoyo en lugares de trabajo con muy pocas mujeres. El grupo Women’s Voice Pontefract en Yorkshire escribió a 40 ramas del sindicato minero con una resolución oponiéndose al proyecto de ley de James White. Diez ramas aprobaron la resolución.
En un caso, ocho mujeres se dirigieron a una reunión de 100 mineros y obtuvieron apoyo unánime. En otro caso, el secretario de la rama sindical había roto tres cartas del grupo. Pero fueron a la reunión de todos modos y lograron que un minero de base presentara la resolución, que se aprobó.
Los miembros sindicales de base presionaron a los sindicatos para que “asumieran los derechos al aborto y participaron en una enérgica campaña a nivel local”.
En junio, 20 médicos junior enfrentaron al secretario de la Asociación Médica Británica (BMA) exigiendo una declaración pública oponiéndose al proyecto de ley de James White. Cuando se negó, ocuparon la Casa BMA toda la noche. Accedió a emitir la declaración a la mañana siguiente en una conferencia de prensa convocada por los médicos militantes.
El hospital Hammersmith en el oeste de Londres tenía una política de «no aborto» defendida por el principal ginecólogo, miembro de Spuc. El Comité Conjunto de Delegados de Taller, junto con el grupo Nac local, organizó un piquete para exigir una unidad de abortos dedicada.
Los trabajadores repartieron folletos en el Royal Free en el centro de Londres para una reunión en el hospital. Según la versión del sindicalismo ideologizado, “encontraron que las enfermeras mayores eran particularmente receptivas”, lo cual atribuyen a “sus recuerdos de los resultados de los abortos clandestinos, cuando las mujeres se veían obligadas a recurrir a proveedores ilegales y peligrosos”, todo lo cual está hoy demostrado que es falso, pues no hay aborto “seguro”, ni legal ni clandestino.
Como la misma narración lo ha establecido, esta visión hace parte de una “narrativa” del tipo “post verdad”, que se sirve de una particular aproximación y enfoque ideológico para justificar sus presuntas “luchas”, en este caso, la apología del aborto, procurando enfocarse en la mujer como víctima, como “clase trabajadora «oprimida y explotada»”.
En dicha línea, el relato continúa diciendo:
“La orientación hacia la clase trabajadora organizada no fue compartida por todos en Nac. Muchos se ataron a seguir los procedimientos parlamentarios y trabajar a través del Partido Laborista. Desafortunadamente, esto influyó en la decisión de Nac de no convocar otra manifestación hasta el mes siguiente. Esto dejó el campo abierto a Spuc, que organizó una marcha antiabortista en octubre. Women’s Voice lideró a 200 personas de la conferencia de Nac en una contraprotesta”.
No obstante, al día siguiente de esa manifestación, el gobierno laborista aceptó todas las recomendaciones del proyecto de ley de miembros privados de James White. La ministra del gabinete Barbara Castle, una destacada figura de la izquierda laborista, dijo que el gobierno daría tiempo para un nuevo debate. Dijo que esto permitiría la reelección de un Comité Selecto de diputados para continuar el trabajo de White y elaborar recomendaciones.
Pero, según la visión revolucionaria socialista, “la manifestación pro-elección del 21 de junio había logrado una meta importante. La cantidad de pancartas sindicales y delegaciones atestiguaron el logro de los activistas de base en ganar el argumento de que el aborto era una cuestión de clase”.
Sabemos que no fueron las pancartas ni la marcha, sino la penetración ideológica que logró, mediante la repetición constante de una mentira, convencer a los trabajadores sindicalizados de que “el aborto era una cuestión de clase y, por lo tanto, un asunto, un «problema sindical» sobre el cual había que reclamar y reivindicar «derechos»”.
De modo que los activistas persistieron para profundizar los vínculos con los sindicatos. Fue así como, en el congreso anual de la federación sindical TUC, Terry Marsland del Sindicato de Trabajadores del Tabaco aprobó con éxito una resolución sobre el aborto.
De esta manera se comprometió al TUC a derrotar el proyecto de ley de James White y cualquier otro intento de restricciones a los derechos al aborto, y por anticonceptivos y abortos gratuitos bajo demanda. Solo unos 30 delegados votaron en contra. Eso fue un reflejo de la campaña de los miembros de base sobre el terreno.
Como es bien sabido, la campaña pro aborto se ha tornado cada vez más descarada y agresiva. Y la Defensa de la Vida se ha visto así mismo cada vez más obstruida en los ámbitos parlamentarios y por la vía judicial.
Por ello, los Provida no cejan en lo que sí constituye una auténtica lucha, una causa verdadera: no sólo “restringir” el aborto o los supuestos “derechos” al mismo, sino acabar con dicho crimen y sus causas, que son los que subyacen en la descomposición, la desestructuración y, finalmente, la ruptura de la sociedad.
Fuente: How socialists won unions to fighting for abortion rights
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