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La llamada pandemia del COVID-19, en particular la “cuarentena” y las distintas medidas cohercitivas que se impusieron, ha tenido graves consecuencias, de manera notoria en la salud mental de niños y adolescentes: el aislamiento social y el mayor tiempo de exposición a las redes sociales, han disparado los casos de «disforia de género», sobre todo en niñas y adolescentes mujeres.
Ante esta situación, la ley argentina solo admite la afirmación de la autopercepción de género del menor, incluso si esto implica tratamientos médicos irreversibles como bloqueadores de pubertad y cirugías de reasignación sexual. Tan intransigente y agresiva es esta ley, que los padres que se oponen se exponen a ser denunciados penalmente por «maltrato psicológico».
Sin embargo, cada vez más voces alertan sobre la falta de evidencia científica que avale estos procedimientos en menores de edad. De hecho, varios países que fueron pioneros en facilitar la llamada “transición de género”, ahora dan marcha atrás al comprobar que se estaba utilizando a los niños y adolescentes como conejillos de indias en un experimento médico.
En este contexto, Infobae recogió el testimonio de cinco valientes madres argentinas que se enfrentaron al sistema para evitar que sus hijas cometieran un error del que se arrepentirían toda la vida.
Teresa, de Mar del Plata, cuenta cómo su hija Lucía, de 12 años, se autopercibió varón después de recibir contenidos de ideología de género en la escuela durante la pandemia. Cuando Teresa pidió prudencia a las autoridades escolares, la psicóloga del colegio la denunció penalmente por «maltrato psicológico». Finalmente, la justicia desestimó la denuncia al no encontrar delito, y hoy Lucía volvió a autopercibirse mujer.
Otro caso es el de Verónica, de Rosario, cuya hija Candela, de 14 años, también se “autodiagnosticó” «varón trans», impulsada por la información recibida en las clases de ESI (Educación Sexual Integral). La adolescente llegó a exigir hormonización y mastectomía, amenazando con suicidarse, pero finalmente, y gracias al apoyo del grupo MANADA (Madres de Niñas y Adolescentes con Disforia Acelerada), Candela también dejó atrás esas ideas, hoy tiene novio y proyectos de vida.
La historia se repite en Chile, Estados Unidos y Francia, entre otros países. Pero estas madres no se rinden. Se unen en grupos de apoyo, buscan información científica y alertan a otras familias.
“Si yo me hubiese asustado, mi hija hoy sería trans y no la mujer feliz que es”.
Asegura Teresa, madre de una de las chicas afectadas por la impostura ideológica.
El grupo MANADA lleva registrados cientos de casos y pide a las autoridades que revisen la Ley de Identidad de Género ante las graves consecuencias que está teniendo sobre la salud mental de los adolescentes.
Mientras países como Reino Unido o Canadá están dando marcha atrás en las políticas de afirmación de género en menores, Argentina sigue avalando experimentos médicos de dudosa ética en niños y adolescentes vulnerables.
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