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“Los Lgbt tienen más poder en el mundo que las feministas”: exfeminista Sara Winter

Detrás de esta paradójica afirmación se destapa la rebelde historia de esta exfeminista radical, quien pasó de desnudar su torso al frente de templos católicos en Brasil a denunciar los peligros y engaños del feminismo, después de un aborto que la llevó al borde de la muerte y el rescate de Dios a través de su hijo nacido. Estará de gira en Colombia hasta el 5 de diciembre.

La innata rebeldía de Sara Winter y su historia personal, lejos de respetos humanos y corrección política, le dan la libertad suficiente para afirmarlo: “las feministas están mucho más preocupadas por los derechos de los homosexuales que por los derechos de la mujer, no tiene sentido que luchen por la legalización del ‘cambio de sexo’ para que los hombres se vistan de mujer y entren al baño femenino, ¡poniéndose además en riesgo! Se están contradiciendo. Me atrevo a decir que hoy el movimiento Lgbt tiene más poder en el mundo que las feministas”.

Lo dice en medio de una magistral clase sobre feminismo en Bogotá, adonde llegó este miércoles para su gira en siete ciudades invitada por la Ola Celeste; sí, la misma que frenó la legalización del aborto en agosto en Argentina y enfila baterías en esta batalla cultural en Colombia con el contundente testimonio de Sara Fernanda Giromin, como se llama en realidad.

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Mientras se maquilla y delinea sus ojos con lápiz negro -después de retrasos y varias horas de vuelo-, explica la diferencia entre el feminismo liberal, que aprovecha el sistema capitalista y el cuerpo de la mujer para generar lucro (la Revista Soho sería un ejemplo pertinente); el feminismo interseccional, el cual sirve de paraguas a poblaciones negras, indígenas, Lgbti, y el feminismo radical, en el que ella militó por cinco años, fundando la rama brasileña de Femen y luego el colectivo Bastardas: “el anarquista y más de izquierda, rechazaba el capitalismo, la prostitución, la pornografía y ¡la ideología de género!, por el ‘cambio de sexo’ de los hombres”.

Aunque pareciera que en Colombia el feminismo radical fuera el menos visible frente al liberal y el interseccional, es evidente su presencia en ámbitos universitarios de ideología de izquierda a través de grupos como “Brigadas Antiimperialistas”, de quienes se observó una pancarta en la Universidad Nacional sede Bogotá contra la presencia de Sara Winter en nuestro país.

5 segundos de prensa para ser feminista

“¡Qué empoderamiento iba a sentir mientras abortaba, es una mentira!”, recuerda indignada.

Tras convertirse en la máxima líder del movimiento feminista radical en Brasil y llevar una vida desenfrenada, “como dueña de su cuerpo”, quedó en embarazo, tomó misoprostol y duró varias horas dolorosas en trabajo de parto para expulsar en el inodoro lo que ella creía un coágulo de sangre: “miré y era mi-hi-jo, no un conjuntito de células… sentí dolor en mi alma. ¿Qué hacía?, ¿pegarlo de nuevo en mi útero? Por eso NO se interrumpe el embarazo, el aborto es solo una vez y para siempre”.

Tomada de www.religionenlibertad.com

Suelta por un momento el lápiz negro con el que se maquilla, baja la mirada y prosigue:

“diez días después me desperté, en medio de la noche, con mis brazos y manos completamente rígidos, mi boca dura, mi barriga hinchada como si estuviera embarazada de nuevo… el olor que salía de mi cuerpo, ¡por Dios!, olía a podrido, olor de muerte, y el dolor, incomparable. Me estaba muriendo”. Les pidió ayuda a sus amigas feministas, pero no aparecieron…

Aquella noche se sintió tan o más vulnerable que cuando tenía 16 años. En medio de una “familia destruida” por las drogas y las agresiones físicas, como ella misma reconoce, sufrió de violación sexual y destierro de su propia casa. Al poco tiempo, en las calles, empezó a ejercer la prostitución para sobrevivir y tres años después, mientras leía un periódico, quiso ser feminista.

“¿Saben en cuánto tiempo fui captada por el movimiento feminista? 5 segundos. Vi la foto de una chica del grupo Femen, muy linda, con apariencia de frágil y flaquita, que estaba ‘siendo golpeada’ por la policía, y su rostro no era de dolor, sino de fuerza e imponencia. Una chica que luchaba así contra la opresión y con quien me identifiqué a mis 19 años, pues siendo abusada por hombres quería luchar contra ellos. Escribí a un correo que aparecía en la imagen y al poco tiempo me enviaron dinero para entrenarme un mes en Ucrania”.

Femen nació en 2008 en este país europeo, que hizo parte de la Unión Soviética, como una organización feminista radical y “sextremista”, reclutando a jóvenes bellas físicamente bajo el pretexto de la lucha contra la explotación sexual y otras injusticias sociales de “sello patriarcal”. Según el documental de 2013 “Ucrania no es un burdel”, el empresario Viktor Sviatski admite haber creado y financiado este grupo para tener mujeres -paradójico, por cierto-, mientras otras investigaciones periodísticas apuntan a que fue “lanzado por la izquierda europea y estadounidense al servicio de la agenda política y geopolítica” del magnate George Soros.

Tomada de www.religionenlibertad.com

Durante ese mes Sara recibió un entrenamiento “moral, ideológico y académico”, en el cual le enseñaron que no podía sonreír, porque su rostro tenía que mostrar la dureza y el descontento por la injusticia; tampoco era víctima, sino guerrera, obediente y disciplinada -aunque esto último la llevó a apartarse y a crear su propio colectivo-, y que en aquella quimera del comunismo por “ser libres” y alcanzar la “igualdad plena” se valía transgredir cualquier valor, como la verdad, la moralidad y la integridad física propia o la de cualquier persona.

Mientras se maquilla y narra su historia, Sara sonríe. Ahora puede hacerlo. Relata que en sus años de “lucha por las mujeres” (2012-2015) era financiada desde Europa, en dólares, y le pagaban por cada protesta “de pechos al aire” que hacía y salía publicada en la prensa brasileña.

“Las protestas eran previamente arregladas con la prensa. No hay protesta sin prensa, y no hay prensa sin protesta. Teníamos de nuestro lado la prensa de Brasil, absolutamente de izquierda. Les concedíamos entrevistas, pero en contraprestación les pedíamos que publicaran fotos donde pareciera que la policía nos agredía. Todo es un negocio, un gran curso de marketing”.

De infértil a madre, como hija pródiga

Podría decirse, entonces, que no hay feminismo sin aborto, ni aborto sin feminismo. Y siendo víctima -ahí sí- de su propia causa, estaba a punto de morir. “… el olor que salía de mi cuerpo, ¡por Dios!, olía a podrido, olor de muerte (…)”. De pronto se acordó de un viejo amigo católico, quien acudió de inmediato y la socorrió. Seis días hospitalizada, transfusiones de sangre y dos noticias mortales: perdió una trompa de Falopio y había quedado infértil.

En los siguientes meses vivió lo que los especialistas denominan secuelas asociadas al posaborto: “tenía pesadillas, escuchaba llantos de bebé, salía a la calle y cuando veía ropa de bebé me ponía muy mal”. Aunque el haber visto el “coágulo de sangre” en el inodoro fue un primer campanazo para su conciencia, cayó rápidamente en un círculo vicioso de alcohol y “sexo a cambio de compañía” por miedo a quedarse sola. Y pese al diagnóstico médico de infertilidad, quedó de nuevo en embarazo…

Con su hijo Héctor, quien hoy tiene 3 años. Tomada de www.religionenlibertad.com

“Hoy, tres años después de haber regresado a la Iglesia Católica como hija pródiga, he entendido que los planes de Dios son perfectos. En ese momento, sin embargo, mis ‘amigas’ me insistieron de nuevo que me hiciera un aborto, pues no podíamos permitir que naciera un violador en potencia. Era un niño. Así que no quería saber más del movimiento feminista, Lgbti ni comunista; quedé enamorada de mi embarazo, sentía a mi bebé desarrollándose, ¡sus patadas!”.

Dos acontecimientos “gestaron” en ese período su regreso definitivo a la fe católica, de la cual había apostatado al pensar que Dios no la amaba por todo lo que sufrió en su infancia y adolescencia -y que la izquierda sabe convertir en rabia hacia Dios o ateísmo-: la oración que hacía con su profesora de Pilates antes de cada sesión y la reflexión de que ser “dueña de su cuerpo” para matar a otro era totalmente incoherente. “Mi sueño siempre fue tener una familia, entonces comprendí que mi familia estaba dentro de mi cuerpo”.

A los 29 días de haber nacido su bebé, Héctor, la Sara Winter que había profanado el crucifijo delante de un templo católico en Río de Janeiro, acostándose en una cruz con otra mujer, ambas con el torso desnudo, besándose y escupiendo al símbolo religioso, publicó un video en YouTube (15’50”) pidiéndoles perdón a los creyentes por todas las ofensas que había cometido durante años. “Recibí el mayor regalo después de mi hijo, miles de comentarios diciendo: ‘te perdonamos’”.

Prácticamente sin ropa para su bebé y durmiendo en el piso, sin protestas que la financiaran, fue acogida por el movimiento provida. “Esas mismas personas católicas me dieron un empleo y de comer, me pagaron la universidad y me enseñaron a rezar, algo que había olvidado. Mi primera confesión, después de todo eso, fue de seis horas. ¡Creo que el sacerdote pagó también una penitencia conmigo!”, dice entre risas.

Ha terminado de maquillarse. Sus ojos brillan. Resaltan sus cejas bien delineadas, así como un pequeño tatuaje en forma de corazón al lado de su ceja derecha. Conserva los tatuajes en su cuerpo, realizados probablemente en sus años en Femen y Bastardas, mientras en su alma, tatuada por una infancia sin amor y una juventud sin sonrisa, ha sido redimida.

“Soy una mujer salvada por el movimiento provida y ahora soy provida. Mi misión es salvar al máximo número de bebés del aborto”. Al tiempo que hace una autocrítica a los creyentes en Latinoamérica: “vivimos una descristianización de la sociedad, en nuestros países es común el abandono de los hijos, la violencia doméstica y el sexo banalizado. Estamos creando una generación de madres solteras”. Esto último explica que haya apoyado recientemente a Jair Bolsonaro en su campaña a la Presidencia de Brasil, aunque esto da para otra historia.

*Entrevista realizada con Juan Camilo Ramírez para Radio María y Razón+Fe.

**Imagen principal: cortesía.


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