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Jimmy Lai, empresario católico y fundador del influyente diario Apple Daily, se enfrenta a la posibilidad de ser condenado a cadena perpetua en Hong Kong bajo los cargos de colusión con fuerzas extranjeras y sedición. Estas acusaciones derivan de la estricta ley de seguridad nacional impuesta por Pekín en 2020, que, según críticos, está diseñada para sofocar la disidencia, restringir las libertades civiles y eliminar cualquier oposición política.
Lai, de 77 años, fue detenido hace cuatro años y compareció esta semana ante el tribunal en un juicio que podría extenderse durante varios meses. Este proceso judicial se suma al encarcelamiento reciente de 45 activistas prodemocracia, sentenciados a penas de hasta 10 años de prisión en otro caso relacionado con la misma ley. De acuerdo con la organización Hong Kong Watch, la represión ejercida en los últimos cinco años ha generado más de 1.800 presos políticos en Hong Kong, entre ellos legisladores elegidos democráticamente, periodistas y defensores de derechos humanos.
La situación de Jimmy Lai ha suscitado un amplio rechazo a nivel internacional. El pasado 19 de noviembre, más de 100 políticos de 24 países firmaron una carta conjunta condenando su «detención arbitraria» y exigiendo su inmediata liberación. Entre los firmantes destacan figuras de relevancia internacional que han señalado las violaciones de derechos humanos cometidas en este caso.
La ONU, a través de su Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias, denunció en un reciente informe múltiples violaciones de los derechos fundamentales de Lai y solicitó su liberación inmediata. Por su parte, Amnistía Internacional lo ha calificado como prisionero de conciencia, reiterando que los cargos en su contra son una medida injustificada para silenciarlo.
A este creciente clamor se ha sumado también la promesa de intervención por parte de Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, quien aseguró recientemente: «100%. Voy a conseguir que salga. Será fácil sacarlo».
En contraste con las numerosas declaraciones internacionales, el Vaticano ha optado por no pronunciarse públicamente sobre el caso de Jimmy Lai. Consultado el pasado 22 de noviembre, un portavoz de la diócesis de Hong Kong explicó que «al tratarse de un proceso judicial en curso, la diócesis no tiene más comentarios que realizar». Sin embargo, el cardenal Stephen Chow, obispo de Hong Kong, expresó su cercanía espiritual al empresario detenido y afirmó que «reza para que Lai, hermano en Cristo, esté en paz».
El silencio del Vaticano se inscribe en su estrategia diplomática para mantener el acuerdo provisional con China sobre el nombramiento de obispos, renovado recientemente por cuatro años más. Según el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, este acuerdo tiene como objetivo fomentar el diálogo cultural y religioso con las autoridades chinas, inspirado en la labor del misionero Matteo Ricci, figura clave en las relaciones entre la Iglesia católica y China en el siglo XVII.
En palabras del cardenal Chow, la Iglesia busca seguir el ejemplo de Ricci promoviendo el «encuentro y el diálogo» como vías para abordar el proceso de «sinización» impulsado por el gobierno chino desde 2014. No obstante, esta postura ha sido ampliamente criticada por defensores de los derechos humanos, quienes señalan que la «sinización» promovida por el Partido Comunista no es un intento de integración cultural, sino una herramienta de subordinación ideológica.
Benedict Rogers, cofundador de Hong Kong Watch, ha señalado que «en la mente de Xi Jinping y del Partido Comunista Chino, la sinización no es una campaña de inculturación, sino de adoctrinamiento ideológico y político». Según Rogers, «el régimen no busca que la Iglesia católica se adapte a la cultura china, sino que se someta a las directrices marxista-leninistas».
Por su parte, el sacerdote Robert Sirico, amigo cercano de Lai y presidente emérito del Acton Institute, calificó la postura del Vaticano como una repetición de las políticas de apaciguamiento que ya fracasaron durante la Guerra Fría. Recordó cómo el cardenal Agostino Casaroli intentó negociar con los regímenes comunistas del bloque soviético, una estrategia que, en su opinión, no tuvo éxito. «La inspiración audaz y valiente de san Juan Pablo II fue lo que llevó a la libertad no solo de la Iglesia, sino de todo el bloque soviético», subrayó.
Jimmy Lai permanece en régimen de aislamiento en una prisión de máxima seguridad, donde incluso se le ha negado el derecho a recibir la Comunión desde diciembre del año pasado. A pesar de ello, su figura se ha convertido en un símbolo de la resistencia prodemocrática frente al régimen autoritario de Pekín.
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