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El núcleo del Evangelio, recordó Munilla, no es la moral o unas enseñanzas sapienciales, sino la redención obrada por Jesucristo, y reducirlo a lo primero es "traicionar el Evangelio".

La Solemnidad de Todos los Santos nos recuerda que Dios es un Dios de vivos y no de muertos (Mateo 22, 32). «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero» (Ap. 7, 14).

Y adelantándose un poco, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». Y viniendo a los discípulos, los encontró dormidos, y dijo a Pedro: «¿De modo que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad para no caer en la tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es flaca».Mateo 26, 39 - 41

Mediante la Fe que tenemos los católicos rezamos la Coronilla a la Divina Misericordia, suplicando al Padre con "potencia interior", y con la certeza que la fe actualiza los efectos salvíficos obtenidos por Jesús en su Pasión y en el Calvario, ya que todo ese poder redentor y transformador, desciende como torrentes de Sangre y Agua que sana, libera, perdona y vence las manifestaciones del Mal que nos afectan.

Para que Cristo sea el Rey de la totalidad de nuestra existencia, reconozcamos que la única vía es la conversión, mirándonos con objetividad y reconociendo nuestro pecado, al tiempo que reconocemos la Misericordia, la Justicia y la Santidad Divina.