Fe Razón

Por ser pecador… ¿no puedo hablar de Dios ni publicar versículos en mis redes?

Pecador no es igual a hipocrita

Hacerlo ayuda, y ello no tiene por qué incomodar, ni convierte en un hipócrita a quien los publica.

Entre las muchas cosas que se publican en las redes sociales, alguien replicó la siguiente sentencia:

«Tratar bien a las personas es mejor que publicar versículos bíblicos diarios que no practicas».

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Se trata de una de esas frases lapidarias dirigidas a una especie de contendiente al que se quiere noquear de entrada, y ante las que al parecer no hay respuesta ni argumento que valga.

Expresiones del tipo “¡Cállate, mira: ahí he puesto al desnudo tu hipocresía!”, y que de inmediato son ampliamente difundidas, como si se tratara de una ‘iluminación’.

Hay quienes se regodean encontrando en ellas la ocasión para reprochar a los que citan la Biblia o hablan de Dios, como es el caso de la expresión citada. Cuestionan la supuesta incoherencia entre lo que se cree y lo que se hace. O, como decían nuestros abuelos: “predica, pero no aplica”.

Pero si vamos al fondo del asunto, lo que realmente se cuestiona es, primero, el hecho de que se nombre a Dios y de que se haga citando Su misma Palabra, es decir, lo que dice en la Sagrada Escritura.

Y, segundo, la presunta falsedad o hipocresía de quien lo hace, pues –a pesar de ser creyente o de mostrarse como tal– quizá no trata bien a las personas, y esto le resta credibilidad.

En conclusión, bastaría con ser respetuoso, y no ponerse a publicar monsergas piadosas que, al final, según “queda demostrado”, son irrelevantes y –parafraseando la Carta de Santiago–, sugieren un desafío:

“Muéstrame tu fe sin obras, que yo te mostraré mis obras sin necesidad de fe”.

Santiago 2, 17 – 22

Con respecto a la cita que da lugar a esta reflexión, podríamos replantear la visión negativa e inquisitiva hacia el creyente, y decir que es mucho mejor cuando lo que inspira a tratar bien a las personas, son precisamente esos versículos, aun cuando cueste aplicarlos.

Y atendiendo a la necesaria coherencia, podemos citar por ejemplo lo que dice el Apóstol San Juan:

«Quien dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su hermano, a quien ve, es un mentiroso».

1 Juan 4, 20.

Para todos, incluso para los no creyentes, está muy claro que el mandamiento es

Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo”.

Mateo 22, 36-40

Pero también todos sabemos por experiencia que hay “prójimos” a los que –por diversas razones– cuesta bastante mirar y amar: objetivamente, es una realidad.

Amar no es fácil, y no se trata de un embeleco buenista. Por ello es necesaria la ascesis Cristiana. Amar es una decisión que se toma por el amor que se ha recibido de Dios, y al que sólo se puede corresponder amando. Y, en nuestra naturaleza herida y caída, esto supondrá siempre una tensión.

Por ello, los versículos ayudan, su publicación no tiene por qué incomodar, ni convierte en un hipócrita a quien los publica, aunque a alguno le cueste alcanzar ese nivel de integridad (y de integración) al que aspira.

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