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Los neurocientíficos luchan con el lenguaje humano incluso más que los poetas o los estudiantes de literatura. Su capacidad para permitirnos manejar abstracciones denota estar a años luz de los gruñidos, gritos y chillidos del reino animal que simplemente expresan sentimientos o información básica.
El año pasado, en «BigThink», la escritora freelance de ciencia Mo Costandi rastreó la diferencia en «la única estructura cerebral humana» que tenemos:
Nótese el uso: «puede estar vinculado«. Eso es incierto. Por lo tanto, difícilmente un resultado seguro de los estudios de la evolución. Para complicar el panorama, un estudio publicado más tarde ese año descubrió que el desarrollo vocal de los chimpancés no es muy diferente al de los humanos:
El autor principal, el Dr. Derry Taylor, del Departamento de Psicología de la Universidad de Portsmouth, dijo:
El artículo, publicado en Science, es uno de los primeros estudios sistemáticos de la producción vocal temprana de los chimpancés y su función. ScienceDaily, 17 de octubre de 2023. El artículo es de acceso abierto.
Como dicen los autores en su resumen:
¿Así que resulta que no es una barrera física sino “sólo mental”?
La conclusión puede ser algo apresurada: a pesar de la afirmación de que «Este hallazgo implica que los cimientos del desarrollo del lenguaje se encuentran en nuestra herencia evolutiva primate», los investigadores han demostrado algo que es bastante y esencialmente diferente. Han encontrado que los chimpancés jóvenes podrían aprender lenguajes de nivel humano en principio, en el sentido de que podrían realizar las acciones físicamente («flexibilidad funcional vocal»). Pero simplemente no aprenden esos idiomas.
Por lo tanto, como hallazgo en los estudios de la evolución, este es notablemente negativo. No hay limitación física para el habla de los chimpancés: es una mental, según deducen. El lenguaje humano está lleno de abstracciones (por ejemplo, martes, 75%, nacionalismo, teoría microbiana de la enfermedad…). Pero ¿sólo mental? Los chimpancés aprenden a expresar sus sentimientos y posiblemente a comunicar información básica sobre, digamos, peligro o comida. Pero no pueden ir más allá intelectualmente; y lo intelectual no se refiere únicamente a estructuras cognitivas, sino de índole espiritual.
“La naturaleza de la barrera se ha aclarado”, afirman los investigadores. Pero ¿realmente es así? Tan categórica afirmación es una presunción sobre el conocimiento de «la naturaleza», en la que es más lo desconocido que lo poco comprendido hasta ahora. ¿Y la metafísica? Por lo tanto, antes de llegar a semejante afirmación, conviene considerar que otras ciencias y disciplinas también tienen algo qué decir al respecto.
La preocupación por los animales, por entender su comportamiento y comprender su grado de desarrollo, no implica en ningún caso una equiparación antropológica. Si se les compara con el hombre, aunque sólo sea biológica o fisiológicamente, además de las estructuras sorprendentemente similares, también se ponen en evidencia las diferencias y hasta dónde estas son funcionales para cada especie. La genética lo demuestra. Objetivamente, estas diferencias en grado y funcionalidad no explican ni mucho menos respaldan o justifican el evolucionismo, como si algún día los primates fueran a alcanzar un estadio humano. Hay diferencias esenciales insalvables, y el lenguaje es expresión de ellas.
Nos guste o no, los humanos somos excepcionales, eminentes ante el resto de la creación, en grado y en esencia, y libres, en el más pleno sentido de la palabra. Aunque las estructuras y fuerzas naturales, internas y externas, influyen y condicionan nuestra conducta, de modo similar a como ocurre con los animales, a diferencia de ellos, no la cierran determinándola ciegamente en un marco de instintos y de supervivencia de la especie.
Por eso somos éticos y morales: el orden humano es ético, en cuanto nuestro particular «ethôs» o modo de ser no sólo respeta el orden natural, sino que puede conocerlo y transformarlo en función de su naturaleza y dignidad, mientras que los animales sólo se sirven de él de manera instintiva en función de la supervivencia individual o de la especie; y el orden humano es moral, en cuanto distingue, reconoce, conoce y obedece el Orden Sagrado, que le dice en conciencia cuál es la diferencia entre el bien y el mal, y cómo su naturaleza y finalidad se ordenan al sumo bien.
La distinción no es una discriminación o una minimización. Los animales nos importan de manera realista, lo cual excluye cualquier forma de romanticismo en nuestra aproximación e interacción con ellos, e incluye la investigación científica, el conocimiento, su cuidado y su conservación.
Así mismo, es importante no incurrir en una ideologización de las semejanzas y diferencias de grado entre los animales y el hombre. ¿Cuáles son las motivaciones detrás de la necesidad de ver a los bonobos como una especie de pueblo oprimido, en lugar de monos en necesidad de protección?
Fuente: Can Brain Structure Alone Explain Why We Have Language? | Mind Matters
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