«La contundente victoria de Donald Trump sobre Kamala Harris en las elecciones presidenciales de 2024 representa -incluso más que su anterior éxito en 2016 frente a Hillary Clinton- un punto de inflexión histórico para Estados Unidos y todo Occidente en varios aspectos», afirma en un artículo de análisis Eugenio Capozzi.
Según el autor,
Y señala un hecho-consecuencia que es tal vez más relevante:
No es un hecho menor, y trajo «El colapso de la hegemonía de la izquierda woke –anticipado por muchas críticas, también desde la izquierda, a su fanatismo extremista cada vez más alejado de la realidad de la sociedad-».
Tal fanatismo, como ocurre de manera cada vez más exasperante y similar en todas partes, lleva a «basar casi toda la campaña electoral en el énfasis de temas propios de esa ideología, sostenidos por el axioma del “interseccionalismo” (la alianza natural entre grupos que se identifican de forma diferente como discriminados): el feminismo de contraposición, y en particular el aborto reivindicado como bandera de libertad y emancipación; la agenda Lgbt/género, con especial insistencia en la exaltación de la transexualidad y las identidades “fluidas”; la defensa a ultranza de la inmigración ilimitada; la pretensión de una protección especial para toda minoría étnica “no blanca”».
Aunque no lo dice Capozzi, nos atrevemos a afirmar que no se trató de error estratégico o de enfoque, sino del hastío de la gente con las ‘nuevas’ narrativas por él descritas.
De hecho, juzga la situación así:
«El énfasis de Harris en cuestiones identitarias, culturales y simbólicas ha ido de la mano de su evidente falta de profundidad política, liderazgo y propuestas concretas creíbles sobre los problemas más sentidos por la opinión pública, como la crisis económica, la inflación, la inmigración, la seguridad y las guerras en curso en el mundo».
Ahí estriba el problema: en el alejamiento de la realidad para imponer ideologías sucedáneas, con la consecuente incapacidad para gobernar. Reiteramos: por su nula capacidad para ver, reconocer y afrontar la realidad, que se manifiesta en problemas concretos y acuciosos para las personas, y frenan la auténtica inversión y desarrollo de un país.
La victoria de Donald Trump, en cambio, «ha proseguido con coherencia y determinación un camino político hacia la transformación, ya iniciada en 2016, del Partido Republicano en el sentido de la cultura política “MAGA” (Make America Great Again, ed.) encarnada por su liderazgo. Su liderazgo en la oposición…, su campaña electoral a la Casa Blanca en 2024 se han fijado el objetivo de coagular y cimentar una coalición social lo más amplia y variada posible, concreta y no ideológicamente inclusiva, fundada en la idea de un renacimiento de la nación que reporte beneficios a todos sus componentes, y en objetivos concretos y realistas de mejora de la calidad de vida individual y colectiva».
En particular, «el programa del conservadurismo antiideológico trumpiano, que ha sabido desenmascarar las nefastas consecuencias sociales de las ideologías; su énfasis en el desarrollo tecnológico; los aranceles, las desgravaciones fiscales al trabajo y a la inversión, la lucha decidida contra la inmigración ilegal y su competencia a la baja sobre los salarios, son puntos programáticos claros y comprensibles que pueden ser vistos por sectores heterogéneos del electorado como funcionales a un diseño de crecimiento y seguridad social. Al igual que una línea de política exterior realista centrada en el intento de resolver los conflictos en curso, y de restablecer la seguridad global basada en el diálogo global y la disuasión».
Esta plataforma, afirma Capozzi,
Por eso puede concluir:
«No es casualidad, pues, que mientras los demócratas han perdido cada vez más contacto con la cultura y la sensibilidad generalizadas del país, Trump -también gracias al papel fundamental desempeñado por su candidato adjunto y “delfín” J.D. Vance- ha logrado atraer el consenso de la working class, las clases medias empobrecidas, los menores de 30 años, las principales minorías étnicas y el electorado católico (tradicionalmente muy extendido entre la minoría latina)… Está claro que el trumpismo ya no es tanto un populismo, como suelen calificarlo despectivamente sus enemigos, sino un “partido del pueblo” que expresa los nuevos equilibrios económicos, sociales y culturales de Estados Unidos que han madurado en las últimas décadas en un mundo en el que se ha hecho mucho más difícil un papel hegemónico para Estados Unidos y Occidente».
Así que la respuesta a la pregunta «¿Representa Trump una América interclasista, interétnica y anti ideológica?», hoy bien puede ser un sí claro, rotundo y pleno de sentido.
Fuente: La América de Trump: interclasista, interétnica y antiideológica – Brujula Cotidiana
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