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Cómo responder al mal del catolicismo liberal
El obispo Joseph Strickland llamó la atención recientemente con respecto a las oportunidades y desafíos que enfrentan los católicos serios en la actualidad. En sus reflexiones sobre las elecciones de 2024, el obispo Strickland alentó a los católicos a aprovechar la oportunidad para «llevar la luz de Cristo con más poder al mundo«.
Menos de dos semanas después de las elecciones, el obispo Strickland puso en práctica sus palabras con la autoridad propia de un auténtico sucesor de los Apóstoles, al denunciar a sus compañeros obispos por su silencio frente al Sínodo sobre la Sinodalidad, al que describió como «una abominación construida no para custodiar el Depósito de la Fe sino para desmantelarlo«.
La descripción del obispo Strickland sobre el Sínodo probablemente no podría haber sido más precisa. No sólo eso, sino que el asalto sinodal a la Iglesia Católica ha tenido lugar abiertamente en los últimos tres años, sin ningún intento de disfrazar el objetivo anticatólico. Si alguna vez hubo una causa para que los obispos hablaran, ha sido la construcción por parte de Francisco de la impía Iglesia Sinodal.
Estas dos declaraciones del obispo Strickland subrayan un desafío que es central en la batalla espiritual que se libra en todo el mundo: los católicos serios deben cooperar con la gracia de Dios para difundir la verdadera fe, mientras que al mismo tiempo, y paradójicamente, la mayoría de los obispos y sacerdotes trabajan en la dirección opuesta.
Podríamos inclinarnos a llamarlos «católicos de cafetería», pero ha sido el término «católico liberal» el que se ha utilizado durante mucho tiempo para describir a aquellos que se identifican como católicos sin comprometerse a creer todas las verdades que enseña la Iglesia.
Uno de los malos frutos del Concilio Vaticano II –dice el autor– es que convenció a muchas almas de que la Iglesia había hecho las paces con los errores del liberalismo. Interpretaciones como ésta, obviamente, facilitaron mucho que un extraño catolicismo liberal ganara ascendencia.
En primer lugar, deberíamos reconocer que sesenta años de corrupción después del Vaticano II –reitera el autor– han causado un daño tremendo. Como resultado, seguramente hay buenos católicos que verdaderamente practican la «regla de sentire cum Ecclesia» (sentir con la Iglesia), y que no obstante adhieren hoy a ciertas creencias que un futuro papa (verdaderamente católico) podría declarar erróneas.
Pero con respecto a aquellos que se han decantado como católicos liberales, podemos prestar atención a las palabras del Padre Félix Sardá y Salvany:
Reafirma Robert T. Morrison:
Más allá de esto, la fórmula para abordar el mal del falso catolicismo liberal es seguramente la misma fórmula para abordar casi todos los males que han plagado el Cuerpo Místico de Cristo a lo largo de los siglos: deberíamos defender inquebrantablemente la religión católica no adulterada y tratar de ser santos.
Dios nos creó para vivir en estos tiempos y ser santos en estos tiempos. Y, como en todos los tiempos, libramos dignamente la batalla siguiendo las palabras de San Pablo en Efesios 6, 11-18.
Inmaculado Corazón de María, ¡ruega por nosotros!
Fuente: Here’s how the faithful should respond to the evil of Liberal Catholicism – LifeSite
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