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El cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, criticó duramente a los partidarios de la llamada «Iglesia sinodal», acusándolos de cometer «pecados contra el Espíritu Santo» al tratar de revertir las enseñanzas católicas con una «ideología progresista» y de «subordinar a la Iglesia del Dios Trino» a programas globalistas como la Agenda 2030.
En un ensayo publicado en First Things, el purpurado alemán enumeró siete formas en que la «Iglesia sinodal» peca contra el Espíritu Santo. Según él, «facciones con motivos ocultos han secuestrado el principio tradicional de sinodalidad, es decir, la colaboración entre obispos (colegialidad) y entre todos los creyentes y pastores de la Iglesia (basada en el sacerdocio común de todos los bautizados), para promover su agenda progresista».
«Al dar un giro de 180 grados, se pretende hacer compatible la doctrina, la liturgia y la moral de la Iglesia Católica con una ideología neognóstica de corrección política. Pero cualquiera que, apelando a la inspiración personal y colectiva del Espíritu Santo, busque reconciliar la enseñanza de la Iglesia con una ideología hostil a la revelación y con la tiranía del relativismo, es culpable de diversas maneras de un ‘pecado contra el Espíritu Santo'», afirmó.
El cardenal Müller advirtió que es un pecado contra el Espíritu Santo reinterpretar «la historia del dogma cristiano como una evolución de la revelación, reflejada en niveles de conciencia progresivos en la iglesia colectiva, en lugar de confesar la plenitud insuperable de gracia y verdad en Jesucristo, el Verbo de Dios hecho carne».
Explicó que el Papa y su magisterio «no están por encima de la Palabra de Dios, sino que la sirven, enseñando sólo lo que ha sido transmitido. Por lo tanto, el Papa no puede cambiar el depósito de la fe, ya que fue revelado plenamente en Jesucristo«.
El cardenal también criticó la politización de la Iglesia a lo largo de las líneas de la «filosofía revolucionaria» y las ideas de la Revolución Francesa como un pecado contra el Espíritu Santo.
«Cualquiera que realmente quiera escuchar lo que el Espíritu está diciendo a la Iglesia no confiará en inspiraciones espiritualistas y lugares comunes ideológicos, sino que depositará toda su confianza, en vida y muerte, únicamente en Jesús, el Hijo del Padre y el Ungido del Espíritu Santo», concluyó el purpurado citando el Evangelio de San Juan.
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