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El pasado 22 de agosto, Día Internacional en Recuerdo de las Víctimas de Actos de Violencia por Motivos Religiosos, diversas organizaciones de derechos humanos elevaron una voz de alarma sobre el incremento de la violencia contra los conversos al cristianismo procedentes del islam en el continente europeo.
Según declaraciones de la directora ejecutiva del Observatorio sobre la Intolerancia y la Discriminación contra los Cristianos en Europa (OIDAC), Anja Hoffmann, recogidas en un comunicado de prensa, «los conversos de origen musulmán han sido particularmente vulnerables a la violencia» en los últimos tiempos. Hoffmann instó a los gobiernos europeos a redoblar esfuerzos para proteger a quienes ejercen su derecho a la libertad religiosa.
Uno de los casos más sonados fue el ocurrido en mayo en Gran Bretaña, cuando un hombre fue condenado a prisión por intentar acabar con la vida de Javed Nouri, un exmusulmán convertido al cristianismo. El agresor justificó su acción alegando que Nouri era un «apóstata que merecía morir».
En otra ocasión, en abril, la justicia italiana falló sobre una paliza propinada a un tunecino cristiano por sus propios compatriotas, debido a que «acudía a una iglesia cristiana».
Incluso los lugares de culto se han visto afectados, como ocurrió en una iglesia adventista de Dijon (Francia) atacada con gases lacrimógenos durante un oficio religioso. El suceso dejó nueve fieles heridos.
Más allá de cifras y casos puntuales, lo cierto es que estos actos ponen en jaque un derecho humano fundamental como es la libertad religiosa. El derecho a escoger, cambiar o abandonar la propia creencia forma parte indivisible de dicha libertad.
Como indicó Anja Hoffmann, la conversión voluntaria es una manifestación esencial de ese derecho. Por eso, cuando se coarta mediante la intimidación y la fuerza bruta, se socava uno de los pilares de la convivencia democrática.
En definitiva, urge reforzar los mecanismos para proteger a las minorías religiosas, sean autóctonas o foráneas. Sólo así lograremos preservar la esencia de nuestras sociedades: la libertad de conciencia y culto para todos los ciudadanos.
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