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Seria impugnación a los errores modernistas de Francisco en «Dilexit Nos»

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En este artículo, examinaré más de cerca los fundamentos teológicos y filosóficos del Dilexit Nos. Este análisis nos ayudará a entender por qué Francisco ha transformado la devoción tradicional al Sagrado Corazón en la nueva devoción del «Corazón Social».

Matthew McCusker

Serio cuestionamiento teológico a los errores modernistas de Francisco en «Dilexit Nos»

El texto original de este artículo, escrito por Matthew McCusker, es una crítica teológica concienzuda y muy detallada al documento «Dilexit Nos» de Francisco, cuestionado por contener errores propios del modernismo, herejía condenada por el Papa San Pío X.

Entre otros, se cuestiona el hecho de poner la experiencia humana por encima de la revelación divina y de la enseñanza de la Iglesia, así como de distorsionar las enseñanzas de San Ignacio de Loyola y del Cardenal Newman.

El documento carece de una definición clara sobre el «corazón» y hace afirmaciones contradictorias sobre el mismo. Contiene una distinción artificial entre el «corazón» y las facultades superiores humanas de intelecto y voluntad. Esta separación entre afectividad e intelecto es característica del modernismo.

El documento hace derivar la devoción al Sagrado Corazón de la experiencia humana en lugar de la revelación divina, y presenta al Sagrado Corazón como el punto final de la evolución humana, en línea con las teorías condenadas de Teilhard de Chardin.

En resumen, la crítica deja claro que en «Dilexit Nos» hay serios indicios de que Francisco estaría propagando errores modernistas ya condenados, con graves implicaciones para la Iglesia.


Quienes escuchan estas audaces, estas sacrílegas afirmaciones, ¡simplemente se escandalizan! Y, sin embargo, Venerables Hermanos, no se trata sólo de insensatos balbuceos de infieles. También hay sacerdotes que dicen estas cosas abiertamente; ¡y se jactan de que van a reformar la Iglesia con estos desvaríos! Ya no se trata del antiguo error, por el cual se reclamaba para la naturaleza humana una especie de derecho al orden sobrenatural. Hemos ido mucho más allá: hemos llegado al punto en que se afirma que nuestra santísima religión, en el hombre Cristo como en nosotros, emanó de la naturaleza espontánea y enteramente.

Papa San Pío X, Pascendi Dominci Gregis Nº 10

Al descubierto:
Los errores modernistas en el corazón del «Dilexit Nos» de Francisco

(LifeSiteNews) – Por Matthew McCusker

En un artículo anterior he explicado cómo, en el reciente documento del Vaticano «Dilexit Nos», Francisco propone una nueva devoción de reparación que tiene un fin completamente diferente a la tradicional devoción del Sagrado Corazón.

La devoción tradicional fue revelada por Nuestro Señor a Santa Margarita María de Alacoque, y durante más de tres siglos, ha sido practicada por la Iglesia Católica de acuerdo con las enseñanzas y exhortaciones de los Romanos Pontífices. Esta auténtica devoción tiene como fin la salvación y santificación de las almas, mediante la reparación al Divino Corazón de Jesús de los sacrilegios, indiferencias e ingratitudes con que Él es ofendido.

La nueva devoción, que he llamado «Corazón Social», tiene como fin una agenda política centrada en el hombre y promueve la reparación del hombre al hombre por los «pecados sociales» percibidos, en lugar de la reparación por las ofensas del hombre contra la infinita bondad y majestad de Dios.

«El Corazón Social» es una nueva devoción para una nueva religión. La devoción del Sagrado Corazón pertenece a la Iglesia católica, y la del «Corazón social» a la nueva institución a la que Francisco y sus colaboradores se refieren abiertamente como la «Iglesia Conciliar/Sinodal».

En este artículo examinaré más detenidamente los fundamentos teológicos y filosóficos de la Dilexit Nos. Este análisis nos ayudará a entender por qué Francisco ha transformado la devoción tradicional al Sagrado Corazón en la nueva devoción del «Corazón Social».

Demostraré que Dilexit Nos se basa en la herejía del modernismo, tal como la expuso y condenó el Papa San Pío X en su carta encíclica de 1907 Pascendi Dominici Gregis, cuya advertencia inicial nunca ha sido tan pertinente:

Aludimos, Venerables Hermanos, a muchos… que, fingiendo amor a la Iglesia, carentes de la firme protección de la filosofía y de la teología, más aún, completamente imbuidos de las venenosas doctrinas enseñadas por los enemigos de la Iglesia, y perdidos de todo sentido de la modestia, se jactan de ser reformadores de la Iglesia; y, formando más audazmente la línea de ataque, atacan todo lo que hay de más sagrado en la obra de Cristo, sin escatimar siquiera la persona del Divino Redentor, a quien, con sacrílega osadía, reducen a un simple y mero hombre. [1]

Ambigüedad y Corrupción Doctrinal

Los fundamentos modernistas de Dilexit Nos pueden no ser evidentes en una primera lectura del texto. El documento puede ser objeto de distintas interpretaciones, según las secciones que se elijan para apoyar un argumento determinado. El texto inglés, en el que se basa este artículo, consta, con notas a pie de página, de 31.359 palabras, y se compone de cinco capítulos y doscientos veinte párrafos.

La propia extensión del texto dificulta un análisis exhaustivo. Sin embargo, hay tendencias subyacentes que pueden identificarse en el documento, y que entran claramente en conflicto con la auténtica enseñanza de la Iglesia católica.

Es la introducción de nociones modernistas junto a la doctrina católica, y no simplemente en lugar de ella, lo que hace tan peligroso un texto como éste. Quienes están detrás de él saben que cuando alguien señala los errores de un párrafo, un ingenuo defensor de la jerarquía podrá señalar algo ortodoxo en otro párrafo.

El Padre Edward Schillebeeckx O.P., teólogo liberal, reveló que un miembro de la comisión doctrinal del Concilio Vaticano II le dijo:

Lo decimos diplomáticamente, pero después del Concilio sacaremos las conclusiones implícitas. [2]

En otras palabras, los redactores de los documentos del Vaticano II incluyeron en los borradores afirmaciones que eran lo suficientemente vagas y ambiguas como para llegar a los textos finales, pero que los autores pretendían utilizar para extraer más tarde conclusiones más claramente heréticas.

Y esta táctica de ofuscación deliberada se remonta mucho más allá del Vaticano II.

Mi colega S. D. Wright ha mostrado ya cómo los enemigos de la fe han sido durante mucho tiempo maestros en el despliegue de esta técnica. Su artículo debe leerse en su totalidad, pero aquí llamo la atención sobre la advertencia del Papa San Pío X en Pascendi Dominici Gregis. En ese documento el Sumo Pontífice escribió:

[Los modernistas (como se les llama comúnmente y con razón) emplean un artificio muy hábil, a saber, presentar sus doctrinas sin orden ni disposición sistemática en un todo, dispersas y desarticuladas unas de otras, de modo que parezcan estar en duda e incertidumbre, mientras que en realidad son firmes y constantes. [3]

Y también advirtió:

En sus escritos y discursos parecen defender con frecuencia una doctrina y otra, de modo que uno estaría dispuesto a considerarlos vagos y dudosos.
Pero hay una razón para ello, y se encuentra en sus ideas sobre la separación mutua de la ciencia y la fe.
De ahí que en sus libros encuentres algunas cosas que bien podrían ser expresadas por un católico, pero en la página siguiente encuentras otras que podrían haber sido dictadas por un racionalista. [4]

Dilexit Nos, en común con otros textos producidos por Francisco, ejemplifica este enfoque. Mezcla «cosas que bien podría expresar un católico» con «otras que podría haber dictado un racionalista», para hacer avanzar su agenda con cierto grado de cobertura.

Pero como lo ha advertido un texto antiguo, citado por el Papa León XIII en su carta encíclica Satis Cognitum:

Los que tienen muchas cosas en común con nosotros pueden engañar fácilmente a mentes inocentes, dedicadas únicamente a Dios, mediante una asociación engañosa, defendiendo sus propias creencias corruptas apelando a las buenas nuestras.

Porque nada hay más peligroso que estos herejes, que parecen proceder correctamente en todo, pero con una sola palabra, como una gota de veneno, corrompen la fe pura y simple del Señor, y, a través de ella, la tradición apostólica.

Por tanto, debemos tener mucho cuidado de no permitir que nada de este tipo se infiltre secretamente ni en nuestro entendimiento ni en nuestro oído, pues nada conduce más a la muerte que violar la fe bajo la apariencia de la fe misma. Del mismo modo que el yeso mezclado con agua se asemeja mendazmente al color de la leche, también una tradición hostil se cuela bajo la apariencia de una profesión de fe creíble.

Por esta razón, no es la semejanza externa de la profesión de fe lo que debe sopesarse, sino la intención de la mente por la que se establece la profesión misma. [5]

Dilexit Nos está bien posicionado para «engañar fácilmente a las mentes inocentes» porque propone las «creencias corruptas» de Francisco y sus colaboradores mientras «apela a las buenas nuestras».

En Dilexit Nos, Francisco se apropia de aspectos de la devoción del Sagrado Corazón para administrar más fácilmente esa «gota de veneno» con la que podrá «corromper la fe pura y simple del Señor.»

Es esa «gota de veneno» -y mucho más que una gota- la que ya se ha expuesto en mi artículo anterior.

Ahora debemos proceder a examinar más de cerca los fundamentos filosóficos del tratamiento que Francisco da al Sagrado Corazón.

Ruego al lector que me disculpe si, en primer lugar, esbozo los principios fundamentales del modernismo, tal como los describió San Pío X. Una vez comprendidos los fundamentos de esta herejía, será mucho más fácil ver cómo el enfoque adoptado por Francisco en Dilexit Nos lo ejemplifica.

¿Qué es el modernismo?

El modernismo es una herejía que se manifestó a finales del siglo XIX. Es la herejía que está en la raíz de la crisis de la Iglesia actual.

La base fundamental del Modernismo es la convicción de que el intelecto humano no puede asentir con certeza a ninguna proposición que esté más allá del alcance de los fenómenos sensoriales.

El Papa San Pío X enseñó:

Los modernistas colocan el fundamento de la filosofía religiosa en esa doctrina que suele llamarse agnosticismo. Según esta doctrina, la razón humana está confinada enteramente dentro del campo de los fenómenos, es decir, a las cosas que son perceptibles a los sentidos, y en la forma en que son perceptibles; no tiene derecho ni poder para transgredir estos límites. De ahí que sea incapaz de elevarse hasta Dios y de reconocer Su existencia, incluso por medio de las cosas visibles. [6]

Como resultado de su agnosticismo, el modernista no cree que el hombre pueda asentir a verdades dadas a conocer por Dios mediante revelación sobrenatural. En cambio, cree que la creencia y la práctica religiosas -incluidas la doctrina y la práctica católicas- sólo pueden ser la representación simbólica de experiencias humanas internas. Esto incluye devociones como el Sagrado Corazón.

Como dice San Pío X:

La religión, ya sea natural o sobrenatural, debe, como cualquier otro hecho, admitir alguna explicación. Pero… negada absolutamente toda revelación externa, es evidente que esta explicación se buscará en vano fuera del hombre mismo. Hay que buscarla, pues, en el hombre; y puesto que la religión es una forma de vida, la explicación debe encontrarse ciertamente en la vida del hombre. [7]

El modernista cree que la religión comienza en un movimiento interno del corazón humano, un «sentimiento religioso», y no en ninguna revelación externa hecha por el Dios verdadero:

Además, [la religión] se debe a una cierta necesidad o impulso; pero tiene su origen, hablando más particularmente de la vida, en un movimiento del corazón, movimiento que se llama sentimiento.

Por lo tanto, puesto que Dios es el objeto de la religión, debemos concluir que la fe, que es la base y el fundamento de toda religión, consiste en un sentimiento que tiene su origen en una necesidad de lo divino. [8]

Para el modernista, todas las doctrinas y dogmas religiosos tienen su origen en la conciencia del hombre y, por tanto, esta «revelación» personal debe prevalecer sobre la autoridad docente de la Iglesia:

De ahí que hagan sinónimas la conciencia y la revelación. De ahí la ley, según la cual la conciencia religiosa se da como regla universal, que debe ponerse en pie de igualdad con la revelación, y a la que todos deben someterse, incluso la autoridad suprema de la Iglesia, ya sea en su capacidad de enseñanza, o en la de legislador en la provincia de la sagrada liturgia o disciplina. [9]

Según la teoría modernista, todos los aspectos de la doctrina católica y de la práctica religiosa se han desarrollado a lo largo del tiempo y, en última instancia, no son más que el producto de experiencias internas. San Pío X lo explica:

Es así como el sentido religioso, que a través de la agencia de la inmanencia vital emerge de los lugares acechantes de la subconsciencia, es el germen de toda religión, y la explicación de todo lo que ha habido o habrá en cualquier religión.

Este sentido, que al principio era sólo rudimentario y casi informe, bajo la influencia de aquel principio misterioso del que se originó, fue madurando gradualmente con el progreso de la vida humana, de la que, como se ha dicho, es una cierta forma.

Este es, pues, el origen de todo, incluso de la religión sobrenatural. Pues las religiones son meros desarrollos de este sentido religioso. La religión católica no es una excepción, sino que está al mismo nivel que las demás, pues fue engendrada por el proceso de la inmanencia vital, y no de otro modo. [10]

Así, para el modernista lo que enseña la Iglesia viene determinado en última instancia por las experiencias humanas individuales:

Si se pregunta en qué se basa esta afirmación del Creyente, responden: En la experiencia del individuo. [11]

En este sistema, no queda nada de la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Fue simplemente un hombre que tuvo experiencias profundas que transmitió a sus discípulos, y que han continuado desarrollándose a lo largo de las generaciones, dando lugar al sistema religioso que vemos hoy. Este sistema no es fijo ni permanente -ni en su enseñanza ni en su práctica- y puede ser revisado siempre que las necesidades humanas lo requieran.

El Papa San Pío X lo explicó:

Para el progreso de la fe no hay que asignar otras causas que las que se aducen para explicar su origen. Pero a ellas hay que añadir esos genios religiosos que llamamos profetas, y de los cuales Cristo fue el más grande; tanto porque en sus vidas y en sus palabras había algo misterioso que la fe atribuía a la divinidad, como porque les tocó en suerte tener experiencias nuevas y originales en plena armonía con las necesidades de su tiempo.

El progreso del dogma se debe principalmente a los obstáculos que la fe tiene que superar, a los enemigos que tiene que vencer, a las contradicciones que tiene que repeler. Añádase a esto un perpetuo esfuerzo por penetrar cada vez más profundamente en sus propios misterios. Así, por omitir otros ejemplos, ha sucedido en el caso de Cristo: en Él ese algo divino que la fe admitía en Él se expandió de tal manera que al fin se le tuvo por Dios. El principal estímulo de la evolución en el dominio del culto consiste en la necesidad de adaptarse a los usos y costumbres de los pueblos, así como en la necesidad de aprovechar el valor que ciertos actos han adquirido por el largo uso.

Por último, la evolución de la propia Iglesia se alimenta de la necesidad de acomodarse a las condiciones históricas y de armonizarse con las formas de sociedad existentes. Tal es la evolución religiosa en detalle. [12]

Por ello, en Dilexit Nos, Francisco comienza examinando las necesidades y experiencias del corazón humano, más que las enseñanzas de la Iglesia católica, y luego procede a trazar el desarrollo histórico de la devoción basándose en la experiencia de varios santos, hasta que finalmente presenta una nueva devoción basada en su interpretación de la experiencia del hombre moderno.

El enfoque, de principio a fin, es el del Modernismo.

El término «corazón» nunca se define

Para empezar, hay que decir que el «corazón» es un tema totalmente apropiado para la investigación psicológica y filosófica, pero, por desgracia, tal tratamiento no se encuentra en las páginas de Dilexit Nos.

El término «corazón» se utiliza quinientas doce veces en el texto, pero nunca se define adecuadamente. El propio Francisco escribe:

El propio significado del término es impreciso y difícil de situar en nuestra experiencia humana. Tal vez se deba a la dificultad de tratarlo como una «idea clara y distinta», o porque entraña la cuestión de la autocomprensión, donde lo más profundo de nosotros es también lo que menos se conoce. [13]

Por desgracia, a pesar de la imprecisión admitida, se afirman muchas cosas extraordinarias sobre «el corazón». El corazón es «el juez último» y «el lugar donde cada persona, de cualquier clase y condición, crea una síntesis, donde encuentra la fuente radical de sus fuerzas, convicciones, pasiones y decisiones.»[14] El corazón «también es capaz de unificar y armonizar nuestra historia personal, que puede parecer irremediablemente fragmentada y, sin embargo, es el lugar donde todo puede cobrar sentido».[15]

Tales afirmaciones se hacen con gran confianza, todo ello sin proporcionar una definición clara de lo que es realmente el corazón, o cómo se relaciona con otros aspectos de la naturaleza del hombre. A veces parece que el «corazón» se asocia con el intelecto, otras con la voluntad y otras con las emociones, los sentidos o la intuición. Pero nunca se aclara su relación precisa con estos aspectos de la naturaleza humana, todos los cuales tienen definiciones claras en la psicología escolástica. Por último, algunas afirmaciones son claramente contradictorias. Por ejemplo, se nos dice que el corazón es «el lugar de la sinceridad, donde el engaño y el disfraz no tienen cabida», pero al mismo tiempo se cita la Escritura según la cual «El corazón es tortuoso por encima de todo; es perverso, ¿quién puede entenderlo?». (Jer 17, 9). [16]

Como el texto carece de una definición clara del corazón y de su relación con aspectos más claramente definidos de la naturaleza del hombre, carece de un significado claro e inequívoco. Esta ambigüedad facilita a Francisco y a sus colaboradores seguir con su agenda.

Para ser un texto que supuestamente explora las profundidades del corazón humano, destaca por su banalidad y superficialidad. El primer capítulo consiste en poco más que un revoltijo de citas, presentadas sin una estructura clara.

Si este documento no se presentara al mundo como la obra de un Papa, a nadie se le ocurriría tomárselo en serio. Pero tal vez Francisco tenga alguna idea del valor real de su texto, porque en el párrafo 7 ofrece un excelente resumen del mismo. Escribe:

Repetiría una historia que ya he contado en otra ocasión. «Para el carnaval, cuando éramos niños, mi abuela hacía una masa muy fina. Cuando echaba las tiras de masa en el aceite, se expandían, pero luego, cuando las mordíamos, estaban vacías por dentro. En el dialecto que hablábamos, esas galletas se llamaban «mentiras»… Mi abuela me explicó por qué: Como las mentiras, parecen grandes, pero están vacías por dentro; son falsas, irreales». [17]

Esto es exactamente lo que Dilexit Nos es. Es «grande» en tamaño, pero «vacío por dentro»; es a la vez «falso» e «irreal».

Examinemos con más detalle algunos de los aspectos más problemáticos.

La primacía de la experiencia humana

El primer párrafo del primer capítulo fija la orientación fundamental del texto, planteando la cuestión de si el corazón sigue siendo un símbolo legítimo del amor de Jesucristo:

El símbolo del corazón se ha utilizado a menudo para expresar el amor de Jesucristo. Algunos se preguntan si este símbolo sigue teniendo sentido hoy en día.[18]

A esta pregunta hay que responder apelando a las experiencias del hombre moderno:

Sin embargo, viviendo como vivimos en una época de superficialidad, corriendo frenéticamente de una cosa a otra sin saber muy bien por qué, y acabando como consumidores insaciables y esclavos de los mecanismos de un mercado despreocupado por el sentido más profundo de nuestras vidas, todos nosotros necesitamos redescubrir la importancia del corazón. [19]

El «corazón» que hay que redescubrir no es el Sagrado Corazón de Jesús, sino el corazón humano. Es a través de la consideración de las experiencias del corazón humano, que podremos determinar el valor del corazón como símbolo significativo del amor divino. Por eso, el documento pasa inmediatamente a la consideración de estas experiencias. De ahí se deriva la remodelación del símbolo del Sagrado Corazón para hacerlo más «significativo» para el hombre moderno. Ya he analizado esta remodelación en mi artículo anterior.

Inmanencia frente a trascendencia

Ya hemos visto que San Pío X veía el concepto de «inmanencia vital» como el núcleo del enfoque modernista.

El enfoque católico es trascendente. Mediante el uso de la razón, llegamos a conocer con certeza la existencia de cosas que están más allá del alcance inmediato de los sentidos. Por medio de la razón llegamos a saber que Dios existe, y podemos llegar a reconocer que se ha revelado en Jesucristo. Por el acto de fe, creemos sin dudar en todas las doctrinas que nos propone la Autoridad Docente (Magisterio) de la Iglesia Católica.

El enfoque modernista es inmanente. Todo tiene lugar en el interior del hombre. El hombre tiene experiencias internas, a las que da sentido, y éstas se expresan exteriormente como conceptos religiosos. Estos conceptos son símbolos de la experiencia interna del hombre. No son conocimiento de realidades objetivas externas al hombre Tienen su origen «en un movimiento del corazón, cuyo movimiento se llama sentimiento». [20]

El enfoque adoptado en Dilexit Nos es el del inmanentismo modernista. En el párrafo 8 Francisco escribe:

En lugar de correr tras las satisfacciones superficiales y desempeñar un papel en beneficio de los demás, haríamos mejor en pensar en las cuestiones realmente importantes de la vida. [21]

Francisco considera que las «cuestiones realmente importantes en la vida» son las siguientes:

¿Quién soy realmente? ¿Qué busco? ¿Qué dirección quiero dar a mi vida, a mis decisiones y a mis acciones? ¿Por qué y para qué estoy en este mundo? ¿Cómo quiero recordar mi vida cuando termine? ¿Qué sentido quiero dar a todas mis experiencias? ¿Quién quiero ser para los demás? ¿Quién soy para Dios? [22]

Y concluye:

Todas estas preguntas nos llevan de nuevo al corazón. [23]

Para Francisco, las respuestas a las preguntas «realmente importantes», incluida nuestra relación con Dios, se encuentran en «el corazón». No se hallan en el uso de nuestra razón para descubrir verdades sobre Dios, ni en la aceptación de una Revelación Divina trascendente, sino que las respuestas se encuentran en las experiencias inmanentes del corazón humano.

Fíjese bien en la pregunta: «¿Qué sentido quiero dar a todas mis experiencias?». En Dilexit Nos es el hombre mismo quien da sentido subjetivo a sus propias experiencias, y el sentido dado procede de su propia voluntad. Es un proceso inmanente. Por eso, más adelante en el texto, Francisco escribe:

De ahí que, al contemplar el sentido de nuestras vidas, quizá la pregunta más decisiva que podamos hacernos sea: «¿Tengo corazón?». [24]

Esta es «la cuestión más decisiva» porque el hombre que encuentra el sentido de su propia vida en los movimientos de su propio corazón.

La «cuestión más decisiva» para Francisco no es si Dios existe, si se ha revelado a los hombres, si ha muerto en la Cruz por nuestra salvación, o si pasaremos la eternidad unidos a Él o separados de Él. Para Francisco las preguntas más decisivas se refieren al sentido que damos a las experiencias de nuestro propio corazón.

Implicaciones de este planteamiento

Francisco señala acertadamente que: «Todo lo que hemos dicho tiene implicaciones para la vida espiritual». [25]

Y, por lo tanto, inmediatamente después de esa afirmación hace la siguiente observación:

Por ejemplo, la teología que subyace en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola se basa en el «afecto» ( affectus). La estructura de los Ejercicios supone un deseo firme y sincero de «reordenar» la propia vida, un deseo que a su vez proporciona la fuerza y los medios para lograr ese objetivo.[26]

Continúa:

Las reglas y las composiciones de lugar que proporciona Ignacio están al servicio de algo mucho más importante, a saber, el misterio del corazón humano. [27]

Aquí comienza la distorsión de Francisco de la enseñanza de San Ignacio de Loyola, con el fin de sustituir el enfoque Católico y trascendente con uno Modernista e inmanente.

Todas las reglas y composiciones de lugar en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio tienen a Dios como fin. San Ignacio afirma explícitamente que el «principio y fundamento» de los ejercicios es el siguiente:

El hombre ha sido creado para alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor, y por este medio salvar su alma. [28]

Pero Francisco también sustituye explícitamente «Dios» por el «misterio del corazón humano». Es decir, reorienta la vida espiritual hacia el inmanente exploración de los misterios del propio corazón, y lejos de alcanzar la unión con el trascendente Dios a través de la mediación sobre las verdades reveladas.

Ya hace más de cien años, San Pío X había señalado la importancia de este concepto del «misterio del corazón humano» en el pensamiento modernista. Explicó que para los modernistas el objeto de la fe no es el Dios trascendente, sino lo misterioso, que él denomina lo «Incognoscible». El modernista se siente atraído hacia este Incognoscible, que se convierte para él en el objeto de la «fe». San Pío X escribió:

Para el Incognoscible no se presenta a la fe como algo solitario y aislado, sino en estrecha relación con algún fenómeno que, aunque pertenece al ámbito de la ciencia y de la historia, traspasa en cierta medida sus límites. [29]

Continúa señalando que el propio hombre puede ser lo «incognoscible» a lo que tiende su «fe»:

Tal fenómeno puede ser un acto de la naturaleza que contiene en sí mismo algo misterioso; o puede ser un hombre, cuyo carácter, acciones y palabras no pueden, aparentemente, reconciliarse con las leyes ordinarias de la historia. [30]

De ahí que Francisco sustituya «Dios» por el «misterio del corazón humano» como objeto hacia el que el hombre camina en la vida espiritual.

De hecho, Francisco se refiere muy específicamente al «misterio del corazón humano» como lo «desconocido», escribiendo que «algo inesperado y hasta ahora desconocido comienza a hablar en nuestro corazón». Es este «desconocido» el que está en el corazón de los ejercicios espirituales, que él insiste en que «no se trata de conceptos intelectuales que necesitan ser puestos en práctica en nuestra vida diaria.» [31] Así, Francisco sustituye a Dios, la doctrina revelada y la ley moral, por supuestos misterios incognoscibles del corazón humano.

La adopción por parte de Francisco del mismo enfoque identificado y condenado por San Pío X es, por tanto, evidente.

«Corazón» frente a intelecto y voluntad

A lo largo del texto, Francisco establece una distinción artificial entre el «corazón» y las facultades racionales del hombre: el intelecto y la voluntad.

Un tratamiento filosófico serio del «corazón» trataría la integración de cada aspecto del hombre -cuerpo, sentidos externos e internos, apetitos emocionales, intelecto, voluntad- como un todo. Por el contrario, Francisco los separa, oponiendo su propio concepto de «corazón» a las facultades más elevadas del hombre: el intelecto y la voluntad.

Este tipo de separación de la afectividad y el intelecto es evocador del Modernismo condenado por San Pío X. San Pío X señala cómo los modernistas descartan las conclusiones de la filosofía y la teología fundamental como «Intelectualismo, al que llaman un sistema ridículo y caduco desde hace mucho tiempo.» [32] El modernista, como hemos visto, no cree que el intelecto pueda alcanzar un conocimiento cierto de las verdades más allá del alcance de los fenómenos sensoriales, y que los conceptos religiosos surgen de movimientos del corazón conocidos como sentimientos.

Esto se manifiesta claramente en las siguientes palabras de Francisco:

Allí donde el pensamiento del filósofo se detiene, allí el corazón del creyente sigue adelante en el amor y la adoración, en la súplica de perdón y en la voluntad de servir en cualquier lugar que el Señor nos permita elegir, para seguir sus huellas. [33]

Es notable que en este pasaje Francisco adopte exactamente la misma distinción entre «filósofo» y «creyente» que San Pío X considera característica del Modernismo.

Ese gran pontífice escribió:

En primer lugar, hay que señalar que todo modernista sostiene y comprende en sí muchas personalidades; es filósofo, creyente, teólogo, historiador, crítico, apologista, reformador. Estos papeles deben ser claramente distinguidos entre sí por todos aquellos que quieran conocer con precisión su sistema y comprender a fondo los principios y las consecuencias de sus doctrinas. [34]

El santo continuó tratando la distinción entre «creyente» y «filósofo». Explica que el modernista como filósofo no puede aceptar como verdad objetiva ningún concepto religioso debido a su doctrina de agnosticismo, por lo tanto para expresar la doctrina católica debe asumir el papel de «creyente.» Explicó el Papa:

Ahora bien, si procedemos a considerarlo como Creyente, buscando saber cómo se diferencia el Creyente, según el Modernismo, del Filósofo, hay que observar que aunque el Filósofo reconoce como objeto de la fe la realidad divina. Sin embargo, esta realidad no se encuentra más que en el corazón del creyente, como objeto de sentimiento y de afirmación, y, por consiguiente, confinada en la esfera de los fenómenos; pero si existe fuera de ese sentimiento y de esa afirmación, es una cuestión que no concierne en absoluto a este filósofo. Para el creyente modernista, por el contrario, es un hecho establecido y cierto que la realidad divina existe realmente en sí misma y con total independencia de la persona que cree en ella. Si se pregunta en qué se basa esta afirmación del Creyente, responden: En la experiencia del individuo. [35]

Resumiendo: el creyente debe encontrar los objetos de la creencia religiosa en su propia experiencia individual de los sentimientos de su propio corazón, porque no puede encontrarlos fuera de sí mismo.

Por eso escribe Francisco:

Donde el pensamiento del filósofo se detiene, allí el corazón del creyente avanza en amor y adoración. [36]

El «creyente», para Francisco, no se acerca a Dios por el pensamiento sino por el corazón. San Pío X explica que «esta realidad no se encuentra sino en el corazón del creyente, como objeto de sentimiento y de afirmación; y, por tanto, confinada en la esfera de los fenómenos». [37]

La distorsión del Cardenal Newman

Al igual que intentó cooptar a San Ignacio de Loyola para su causa, Francisco también distorsiona los escritos de John Henry Newman. Francisco escribe:

John Henry Newman tomó como lema la frase Cor ad cor loquitur. En efecto, más allá de todos nuestros pensamientos e ideas, el Señor nos salva hablándonos al corazón desde su Sagrado Corazón. Esta toma de conciencia le llevó a él, insigne intelectual, a reconocer que su encuentro más profundo consigo mismo y con el Señor no provenía de sus lecturas o reflexiones, sino de su diálogo orante, de corazón a corazón, con Cristo, vivo y presente. [38]

Sin duda, Newman estaría de acuerdo en que la oración es un encuentro más elevado con Dios que la reflexión intelectual. Pero la distinción artificial entre «nuestros corazones» y «nuestros pensamientos e ideas» es ajena al pensamiento genuino de Newman.

Para Newman la oración parte del dogma, de las verdades que Dios nos ha revelado, al igual que en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. En su sermón «Sobre las glorias de María por su Hijo» escribe sobre el modo en que la oración surge de la meditación de las verdades reveladas:

Las grandes verdades de la Revelación están todas conectadas entre sí y forman un todo. Todo el mundo puede ver esto en cierta medida, incluso a simple vista, pero para comprender la plena coherencia y armonía de la enseñanza católica se requiere estudio y meditación. Por eso, así como los filósofos de este mundo se entierran en museos y laboratorios, descienden a las minas o vagan por los bosques o a la orilla del mar, así el investigador de las verdades celestiales habita en la celda y en el oratorio, derramando su corazón en la oración, recogiendo sus pensamientos en la meditación, se detiene en la idea de Jesús, o de María, o de la gracia, o de la eternidad, y reflexiona sobre las palabras de los hombres santos que le han precedido, hasta que ante su vista mental surge la sabiduría oculta de lo perfecto, «que Dios predestinó antes que el mundo para nuestra gloria», y que Él «les revela por su Espíritu».’ [39]

Y cuando se dirigía a los escolares sobre el tema del rosario, expresaba la misma idea en términos más sencillos:

Por supuesto, el Credo es en cierto sentido una oración y un gran acto de homenaje a Dios; pero el Rosario nos da las grandes verdades de Su vida y muerte para meditarlas, y las acerca a nuestros corazones. Y así contemplamos todos los grandes misterios de su vida y de su nacimiento en el pesebre; y también los misterios de su sufrimiento y de su vida glorificada. [40]

La religión, para Newman, es necesariamente dogmática. En su Apología Pro Vita Sua, Newman escribe:

Mi batalla fue contra el liberalismo; por liberalismo entiendo el principio antidogmático y sus desarrollos. Este fue el primer punto sobre el que tuve certeza… De esta primera cabeza tengo la satisfacción de sentir que no tengo nada de lo que retractarme, ni nada de lo que arrepentirme… He cambiado en muchas cosas: en esto no. Desde los quince años, el dogma ha sido el principio fundamental de mi religión: No conozco otra religión; no puedo concebir otro tipo de religión; la religión, como mero sentimiento, es para mí un sueño y una burla. [41]

Pero para Francisco, como para todos los modernistas, la religión no surge de verdades conocidas por el intelecto, sino de los sentimientos del corazón. Como escribe Francisco:

No se trata de conceptos intelectuales que deban ponerse en práctica en nuestra vida cotidiana, como si la afectividad y la práctica fueran meros efectos de los datos del conocimiento y dependieran de ellos. [42]

Pero la práctica de la fe católica es precisamente el efecto de -y depende de- los datos de la Revelación Divina.

¿La devoción al Sagrado Corazón se deriva de la experiencia humana?

Francisco sostiene que la devoción al Sagrado Corazón deriva de la experiencia humana. Esto se debe a que, como se ha explicado anteriormente, sostiene que toda doctrina y práctica religiosa tiene su origen, en última instancia, en la experiencia individual del hombre en su papel de «creyente.»

Para justificar su postura, cita al Papa Pío XI:

Pío XI presentó esta devoción como una «summa» de la experiencia de la fe cristiana.[43]

Sin embargo, siguiendo la nota a pie de página se revela que el Papa Pío XI no hizo nada de eso. En el pasaje citado por Francisco en apoyo de esta afirmación, Pío XI en realidad enseñó:

Pues, ¿no está contenida la suma de toda religión y, por tanto, el modelo de vida más perfecto, en ese signo tan auspicioso y en la forma de piedad que de él se sigue, en cuanto que conduce más fácilmente las mentes de los hombres a un conocimiento íntimo de Cristo Nuestro Señor, y mueve más eficazmente sus corazones a amarle con más vehemencia y a imitarle más de cerca? [44]

Como con San Ignacio y John Henry Newman, Francisco ha distorsionado el significado de la fuente que cita. Pío XI no dice nada en absoluto sobre la devoción «como ‘summa’ de la experiencia de la fe cristiana», sino como la «suma de toda religión». La religión es la virtud por la que se rinde el debido honor a Dios. [45]

Así, el Papa Pío XI está alabando la devoción tradicional al Sagrado Corazón como un acto supremo de religiónque rinde el debido honor a Dios, y en modo alguno como «summa» de «la experiencia de la fe cristiana». Pero para el modernista, la religión no es más que «experiencia». Así, Francisco reinterpreta la enseñanza del Papa Pío XI a través de una lente modernista.

La palabra «experiencia» aparece cincuenta veces en el texto. Y la enseñanza y la práctica de los santos y escritores a los que se refiere Francisco a lo largo del capítulo cuarto de Dilexit Nos se presentan sistemáticamente como originadas en sus «experiencias». De este modo, el desarrollo de la devoción al Sagrado Corazón se hace depender principalmente de una sucesión de experiencias individuales. Esta «experiencia» se contrapone a menudo a los conceptos intelectuales, como cuando Francisco escribe que los verdaderos misioneros «se impacientan cuando se pierde el tiempo discutiendo cuestiones secundarias o concentrándose en verdades y reglas, porque su mayor preocupación es compartir lo que han experimentado.» [46]

Es decir, para Francisco, la fe no consiste principalmente en verdades sino en experiencias. Y, en última instancia, Francisco sitúa el fin de la vida cristiana en las experiencias internas. En la penúltima sección del documento, escribe:

Si aceptas el reto, él te iluminará, te acompañará y te fortalecerá, y vivirás una experiencia enriquecedora que te aportará mucha felicidad. [47]

La religión modernista de Francisco conduce, en el mejor de los casos, a «una experiencia enriquecedora». ¡Qué diferencia con la verdadera religión católica, que conduce a la vida eterna!

Cristo inmanente en la historia humana

En mi artículo anterior hablé del modo en que Francisco asocia el Sagrado Corazón de Jesús con el «Punto Omega» de Teilhard de Chardin. Teilhard de Chardin fue un sacerdote jesuita y paleontólogo francés cuyos escritos trataban de reinterpretar la doctrina católica a la luz de la teoría evolutiva.

Como se señaló en el artículo anterior, el apartado 31 del Dilexit Nos lee:

En definitiva, ese Sagrado Corazón es el principio unificador de toda la realidad, ya que «Cristo es el corazón del mundo, y el misterio pascual de su muerte y resurrección es el centro de la historia, que, por Él, es historia de salvación». Todas las criaturas «avanzan con nosotros y a través de nosotros hacia un punto común de llegada, que es Dios, en esa plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todas las cosas». [48]

También señalé que el significado de este pasaje estaría muy claro para quienes estuvieran familiarizados con las teorías de Teilhard de Chardin.

Teilhard de Chardin consideraba que la humanidad estaba en un proceso de evolución hacia lo que él llamaba el «Punto Omega», que identificaba con Cristo. Consideraba que la humanidad, y de hecho todo el universo, evolucionaba hacia ese «Cristo» como punto final del proceso evolutivo. Baste decir que la concepción de De Chardin sobre la naturaleza de Cristo es totalmente distinta de la que la Iglesia católica propone infaliblemente para nuestra fe.

En Dilexit Nos Francisco identifica el Sagrado Corazón como el «Punto Omega» hacia el que se dirige la humanidad. Que Francisco pretende que este párrafo se entienda a la luz de las teorías de De Chardin se hace explícito en la segunda cita del párrafo antes citado. Esta cita está tomada del párrafo 83 de Laudato Si que hace referencia a «la contribución del P. Teilhard de Chardin».

La parte final del apartado 31 del Dilexit Nos lee:

En presencia del corazón de Cristo, pido una vez más al Señor que se apiade de este mundo sufriente en el que eligió habitar como uno de nosotros. Que derrame los tesoros de su luz y de su amor, para que nuestro mundo, que sigue adelante a pesar de las guerras, las disparidades socioeconómicas y los usos de la tecnología que amenazan nuestra humanidad, recupere lo más importante y necesario de todo: su corazón. [49]

Aquí Francisco es bastante explícito en que «lo más importante y necesario de todo» es el corazón, y no el Sagrado Corazón de Jesús, sino el corazón de «nuestro mundo». La oración de Francisco no es que la humanidad alcance la unión con el Corazón Divino, sino que recupere su corazón puramente humano. El hombre es el alfa y la omega de Dilexit Nos. Dios es, en el mejor de los casos, un instrumento para alcanzar un bien humano puramente natural.

La teoría del Punto Omega de Teilhard de Chardin es un ejemplo de inmanencia modernista. Postula un «Cristo cósmico» como punto final de la evolución del universo. Concibe a Cristo como una fuerza en el universo creado culminando en un estado final de máxima complejidad y conciencia.

Al asociar el «Sagrado Corazón» y el «Punto Omega», Francisco parece plantear el Sagrado Corazón como el punto final de la evolución y el desarrollo humanos. El Sagrado Corazón es aquello hacia lo que se dirige el corazón humano a medida que se desarrolla la sociedad humana. Parece representar, para Francisco, simplemente la culminación del progreso humano. De ahí que presente su nueva forma de devoción al Sagrado Corazón, que no se ocupa del culto al Dios verdadero y trascendente, sino del progreso político, social y económico de la humanidad.

Así, Francisco hace precisamente lo que San Pío X advirtió hace más de un siglo:

Hemos llegado al punto en que se afirma que nuestra santísima religión, en el hombre Cristo como en nosotros, emanó de la naturaleza espontánea y enteramente. [50]

Referencias


↑1 Papa San Pío X, Pascendi Dominci GregisNº 2.
↑2 Para conocer la fuente y el contexto de la observación del P. Schillebeeckx, véase aquí: https://dominicansavrille.us/little-catechism-of-the-second-vatican-council-part-two/.
↑3 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNº 4.
↑4 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNº 18.
↑5 El texto de es de Tract. de Fide Orthodoxa contra Arianos. La traducción procede del artículo de S. D. Wright.
↑6 Papa San Pío X, Pascendi Dominici Gregis, nº 6.
↑7, ↑8, ↑20 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNº 7.
↑9 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNº 8.
↑10 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNº 10.
↑11 Papa San Pío X, Pascendi Domenici GregisNº 14.
↑12 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNº 26.
↑13 Francis, Dilexit NosNº 10.
↑14 Francis, Dilexit NosNo. 9.
↑15 Francis, Dilexit NosNº 19.
↑16 Francis, Dilexit Nosnúmeros 5 y 6.
↑17 Francis, Dilexit NosNº 7.
↑18, ↑19 Francis, Dilexit Nos, No. 2.
↑21, ↑22, ↑23 Francis, Dilexit NosNº 8.
↑24, ↑38 Francis, Dilexit NosNº 23.
↑25, ↑26, ↑31, ↑42 Francis, Dilexit NosNº 24.
↑27 Francis, Dilexit NosNº 24
↑28 San Ignacio de Loyala, «Principio y fundamento», Ejercicios Espirituales
↑29 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNo. 9.
↑30 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNo. 9.
↑32 Papa San Pío X, Pascendi Dominici GregisNº 6.
↑33, ↑36 Francis, Dilexit NosNº 25.
↑34 Papa San Pío X, Pascendi Dominici Gregis, nº 5.
↑35, ↑37 Papa San Pío X, Pascendi Dominici Gregis, No. 14.
↑39 John Henry Cardinal Newman, «Sobre las glorias de María por su Hijo», Discursos a congregaciones mixtas. Disponible en: https://www.newmanreader.org/works/discourses/discourse17.html.
↑40 Palabras dirigidas a los escolares, Fiesta del Santo Rosario, 1879. Disponible en: https://www.newmanreader.org/works/sayings/file2.html.
↑41 John Henry Cardinal Newman, Apologia Pro Vita Sua, (Londres, 1845). Disponible en: https://www.newmanreader.org/works/apologia65/chapter2.html.
↑43 Francis, Dilexit Nos, nº 79.
↑44 Papa Pío XI, Miserentissimus RedemptorNº 3.
↑45 Véase Santo Tomás de Aquino, ST II.II q. 81 a.2.
↑46 Francis, Dilexit NosNº 209.
↑47 Francis, Dilexit NosNº 216.
↑48, ↑49 Francis, Dilexit NosNº 31.
↑50 Papa San Pío X, Pascendi Dominci GregisNº 10.

Fuente: Exposed: The modernist errors at the heart of Francis’ Dilexit Nos

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