Fe

¿Se puede hablar de Dios a quien tiene hambre?

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Escrito por Padre Henry Vargas

¿Una persona que no tiene trabajo o que pasa por mil dificultades para vivir, tiene razón en negar la existencia de Dios y/o de su Divina Providencia?

Hablar de Dios, de su paternidad, de su misericordia a quien sufre carencias de todo tipo no es fácil. Y no es fácil, no porque falten argumentos, y argumentos de peso, para demostrar que, a pesar de todo el sufrimiento humano, Dios sí existe, sí es amor y Él está a favor de nosotros sus hijos, sino porque es difícil hacerlo entender o creer a quien se encuentra en estado de desespero, de angustia o de postración.

En vez de bombardear a la persona con argumentos a favor de la verdad de Dios y de su misericordia o, peor aún, en vez de hablarle con reproches, recriminaciones y críticas por los errores personales o ajenos es necesario, urgente y oportuno ganarnos su confianza, hacerle ver que se está de su parte, que se sufre con ella, que se quiere hacer lo posible por ayudarle comenzando por la ayuda más inmediata. Es decir, se trata de hacerle entender la verdad de Dios, no con palabras, sino con gestos, comportamientos, actos concretos.

A medida que uno se va ganando la confianza de la persona con problemas, se van creando espacios de diálogo para hablarle de Dios y para darle luz en el camino.

Con el tiempo y en el momento más oportuno se le podrán poner a considerar puntos como los siguientes:

1.- A las personas que sufren se les debe decir que Dios no está a la base del mal ni del dolor colectivo ni individual; y que Dios está sufriendo con dichas personas, que son sus hijos. En vez de negar a Dios o rechazarlo, los pobres, indigentes y necesitados deben aprovechar la circunstancia para buscarlo y apelar a su acción de amor. Él los llama (Mt 11, 28-30).

A lo largo de toda la historia bíblica, Dios se va revelando como Alguien que está siempre a favor de los que sufren. El libro de Judit bien lo dice: «Tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados» (Jdt 9, 12).

2.- Nunca se debe ver a Dios como un enemigo sino más bien como el Padre que es, como el mejor y único aliado; pues los seres humanos pueden fallar y, de hecho, fallan. Esto nos lo ha dicho Jesús, que se interesó por los pobres hasta el punto de querer ser como uno de ellos. Jesús no hizo alarde de su categoría de Dios, pues aceptó vivir en la tierra como un ser humano más (Fil 2, 6-11) y que “por ustedes (nosotros) se hizo pobre” (2 Cor 8, 9).

Por esto Jesús no solo se compadeció de los pobres, sino que se interesó personalmente por sus necesidades. Se sabe que, por voluntad de Jesús, los apóstoles manejaban un fondo común para dar ayuda a los desfavorecidos (Mt 26, 9; Jn 12, 5; 13, 29). Jesús además animaba a sus seguidores y a quienes querían serlo a reconocer su ‘obligación’ de socorrer a los que más carecían (Lc 18, 22; Hch 11, 28-30; Gal 2, 7-10; Gal 6, 10).

3.- Jesús es ejemplo de acercamiento a quien sufre. Jesús no huye de las personas que de algo padecían y lo buscaban. Antes de proporcionar ayuda, Jesús hace sitio en su vida al enfermo, al pobre, al pecador público. Jesús se acerca a aquellos que no saben adónde o a quién recurrir. La actuación de Jesús es conocida: rompe barreras sociales, se sienta a la mesa con los pecadores y marginados, toca a los leprosos, crea comunicación, reintegra a la sociedad.

4.- “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10). “Al ver a la gente, sintió compasión de ella porque estaban cansados y agotados, como ovejas sin pastor” (Mt 9, 3 8). Jesús por esto se hace presente allí donde la vida es más vulnerada, deteriorada y amenazada. Él se siente enviado a las ovejas perdidas de Israel (Mt 15, 24): Los excluidos, los perdidos, los que la sociedad ha dejando fuera, la gente ignorada o decepcionada por sus dirigentes. Con su actuación, Jesús les va revelando el “rostro” de Dios; del Dios autor y amigo de la vida y de la salvación de todos empezando por los pobres y afligidos.

Y Jesús pide que así también sus apóstoles y sus discípulos se sientan enviados con la misma misión: «Dirigíos a las ovejas perdidas de Israel» (Mt 10, 6).

5.- Jesús defiende al débil, a los que viven agobiados por el peso de la vida, al que sufre, independientemente de la causa (Jn 8-11). Las narraciones de los evangelios muestran que Jesús comprendía bien las dificultades de los pobres. Por eso, cuando Jesús anuncia la presencia de Dios en el mundo a través suyo, Él se dirige a los pobres como a sus primeros destinatarios: «El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha ungido para que dé una Buena Noticia a los pobres» (Lc 4, 18). ¿Y cuál es la buena noticia? Que Él ha llegado a reinar a favor, principalmente de los pobres. Es que el Reino de Dios es de vital importancia para los pobres.

¿Pero, por qué el Reino de Dios es una buena nueva principalmente para los pobres? El motivo principal es porque precisamente son pobres y están abandonados; y Dios, Padre de todos, no puede reinar en la humanidad si no es haciendo justicia precisamente a estas personas (Sal 72, 12-14; Sal 146, 7- 10). Por eso, es bueno para ellos que se imponga en la sociedad el Reino de Dios y su justicia; pero para que Dios reine, se necesita que lo aceptemos en nuestros corazones. Y si Dios reina desde nuestros corazón, nuestra vida estará al servicio de su Reino y así ésta será buena noticia para los pobres.

6.- El pobre es importante tanto para Dios como para su Iglesia. Es más, el pobre es la memoria viviente de Jesús. “La Iglesia descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y doliente” (Lumen Gentium, n. 8). Esta manera de mirar al pobre viene exigida por el mismo Jesús que se identifica para siempre con los marginados, los enfermos, los encarcelados (Mt 25, 40). Él quiere ser encontrado y amado en los pobres.

La Iglesia, que somos todos –incluyendo a los pobres–, con su presencia en el mundo, con su cercanía y ayuda a los desfavorecidos a través de sus múltiples organismos, es la mejor expresión de la existencia de Dios; es decir, es la prolongación del amor de Dios y/o de su Divina Providencia hacia todos, sin exclusión alguna. Es que la fe en Jesucristo implica tener en cuenta, de la mejor manera, al que la pasa mal y a comprometer la vida en su servicio. El compromiso cristiano comienza por hacer sitio en nuestra vida a los que no tienen sitio en esta sociedad.

7.- Hay que tener en cuenta que la pobreza, la miseria o la indigencia no la quiere Dios, aunque Dios, en Jesucristo, hable de que los pobres son bienaventurados; pero hay que entender bien en qué consiste la bienaventuranza de los pobres en el espíritu.

8.- Dios ha dado al ser humano, en gran abundancia, todos los medios para garantizar sobre la tierra el propio bienestar en espera de una felicidad superior y eterna que debe comenzar a concretarse en el hoy de nuestra historia.

Si no todos los seres humanos pueden gozar de los medios en la justa medida, no depende de Dios, sino que, entre otras causas, depende del egoísmo de quienes ostentar el poder, de la mala y equivocada organización de la sociedad que no sólo no permite a todos los ciudadanos el acceso al disfrute de los bienes materiales que Dios ha dispuesto para bien de todos sin distinción, sino que además genera pobreza.

9.- El desempleo, la corrupción a todo nivel o las malas prácticas de una sociedad relacionadas con la miseria y demás problemas sociales, no prueban nada contra la existencia de Dios ni contra su Divina Providencia.

10.- A las personas necesitadas se les invita no solo a creer en Dios y en su Iglesia, sino también a esforzarse por salir adelante, por ayudarse, por superarse, por poner a trabajar los talentos recibidos, a cuidarse, a tener un plan de vida, a no perjudicarse, a dar lo mejor de sí a favor del plan de Dios. No tener un sentimiento de victimismo cobarde.

Toda persona, incluyendo a quien sufre, tiene que aceptar que tiene una misión qué cumplir y que hay que colaborar con el plan de salvación de Dios poniéndonos en acción con esperanza y confianza, aunque esto implique esfuerzos. Dios quiere contar con todos, incluso con quienes carecen de lo necesario.

P. Henry Vargas Holguín


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