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“Revolución es regresar a las raíces”: sobre la educación católica y la cultura cristiana

Así lo expresó el filósofo mexicano Isauro Blanco al cierre de la edición 15 del Congreso Nacional de Educación Católica que realizó Conaced en septiembre. El experto recordó cómo la Iglesia Católica innovó en la época de la Colonia con la creación de escuelas y universidades, al tiempo que advirtió que se ha perdido el rumbo en la educación. En exclusiva para Razón+Fe.

-Razón+Fe (R+F): Cuando hoy se alaba a un país o a una persona por ser “progresista”, resulta paradójico que usted haga hincapié en volver a las raíces. ¿No sería un retroceso?

Isauro Blanco (IB): A fin de cuentas, una revolución es regresar a las raíces. Lo otro es evolución. Si tú regresas a tus raíces ahí se encuentran las claves. Cuando nosotros somos leales y tomamos en cuenta, sobre todo, el compromiso emocional con nuestros antepasados, respetamos la historia. Es igual con la familia: si no estás en paz con papá y mamá, con tu sistema familiar, estás en desorden, se pierde el sentido, afecta tu estructura psíquica y es lo que está pasando hoy en día.

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-R+F: De hecho, hoy en día organismos multilaterales y algunos gobiernos quieren, a nombre del “estado laico”, sacar la religión de la vida pública y los crucifijos de las aulas para expulsar a Dios, es decir, una negación de nuestras raíces…

IB: Es un error. Nuestra esencia es que somos un pueblo cristiano. Todo esto es lo que está generando desorden en el mundo: otra vez los nacionalismos están creciendo, no hay orden en las familias, hay relaciones desechables, los hijos extrañan el afecto y la mirada amorosa de la madre, porque está distraída. Hemos perdido un poco el lazo con la vida, y el lazo con la vida es nuestro pasado. Ese es el punto que no podemos perder, el orden en la vida: hubo alguien antes que nosotros, y somos los herederos de esa riqueza, de una gran cultura.

-R+F: ¿Qué papel juega la educación en esa revolución de volver a las raíces?

IB: Primero hay que ser conscientes. El sistema que no respeta al niño, no funciona. ¿Cuál es la raíz de la educación? ¡El niño! ¿En qué momento lo perdimos de vista y pusimos “el programa” como eje y foco? Ahora el niño tiene que adaptarse al programa, y si no lo hace, está mal, cuando realmente es al revés. No es el método, no es el programa, la clave es el niño, ¡escucharlo! Si una revolución es regresar a los orígenes, como he insistido, significa regresar al espíritu humano, mientras que las herramientas tecnológicas son inertes, ¡no tienen alma!

Por otra parte, hay que recuperar a la familia dentro de la escuela. Muchos colegios dicen: “no quiero hablar con los padres, son un problema”, y he oído a directores que dicen: “¡cómo quisiera educar a niños huérfanos!”. Este no es el diseño natural humano.

-R+F: También están los gobiernos que implantan ciertas políticas desconociendo la autonomía de los papás para educar a sus hijos según sus principios y valores, como pasa con la ideología de género que desarraiga al niño de su sexualidad o de su “diseño natural”, en sus palabras…

IB: ¡Claro! Por eso hablo del ‘currículum neuroergonómico’: los sistemas educativos tienen que adaptarse al niño, a la edad, a su desarrollo psicoafectivo y madurez. Ahora llamamos este tipo de currículum con otros términos, pero en el fondo es regresar a los orígenes: en base a qué vas a diseñar materiales, programas y estrategias, ¡el niño!

La “innovación” de formar la conciencia

-R+F: Entre los diferentes sistemas educativos del mundo, ponía como ejemplo a Singapur. Llama la atención la importancia que allí le dan a que el niño sepa distinguir lo correcto de lo incorrecto, que en el fondo se refiere a la formación de la conciencia moral. ¿A qué lo atribuye?

IB: En la cultura de Singapur el 75% de los pobladores son de origen chino, el resto son de la India y de Malasia. El sistema que está detrás de todo esto, aunque no se hable de ello, es Confucio, que insistía mucho en el respeto al mayor, al padre, al maestro, lo que lógicamente es respetar el pasado. Así que, pese a ser un país con rascacielos y lo último en tecnología, se preserva la veneración por la autoridad, en pocas palabras, y aunque no les den clase de “confucionismo” como tal, lo viven.

-R+F: ¿Cómo hacer para reforzar este énfasis de la “veneración por la autoridad” en los colegios de occidente, cimentados en el cristianismo, cuando la palabra “moral” también se quiere borrar y se prefiere la de “innovar”?

IB: A veces creemos que la innovación consiste en ser ‘iconoclastas’, rompiendo todo el pasado, cuando no puedes destruirlo, al contrario: venéralo, respétalo y de ahí construye.

En cuanto a la pregunta como tal, va más allá. Neurológicamente la parte más evolucionada del cerebro es el lóbulo prefrontal, que tiene tres funciones ejecutivas, entre ellas la función inhibitoria que te dice: “de aquí no pasas”, “para de beber”, “levántate y vete a trabajar”. Esto tiene que ver con la conciencia moral. Si yo no educo la inteligencia en el lóbulo prefrontal, sobre todo en las funciones ejecutivas, la moral es una “prohibición” y dejo de hacer algo por miedo al castigo. En cambio, la formación lleva a decir: “no, esto no es conveniente para mí, me destruye”, y no lo hago. De hecho, los 10 mandamientos no eran prohibiciones para los judíos, sino que estos los asumían en La Torá como sugerencias para ser felices. El enfoque es diferente.

-R+F: A propósito de lo último que menciona, hoy se habla mucho de “educar para la felicidad”. ¿Desde los colegios católicos cómo se puede ir en esta dirección, partiendo de sus raíces?

IB: El misionero, cuando llegaba a América Latina, se preguntaba: “cómo pueden ser mejores estas personas?”, y no les daba solo religión, sino que les enseñaba otro idioma, libros, arte. Abrieron escuelas, universidades y así construyeron una cultura. Nosotros hemos fraccionado al ser humano: su cerebro, sus emociones y su parte espiritual los tratamos por aparte; a esto me refiero cuando digo que hemos perdido el rumbo y la lealtad con nuestros antepasados.

Por otra parte, las personas nacemos con un principio de placer y el único criterio es: “me gusta” o “no me gusta”, pero luego llega el principio de la realidad: “qué es lo conveniente”. Si a los niños no les hacemos pasar al principio de la realidad, acaban autodestruyéndose, por ejemplo, con las drogas y el sexo sin control. Hay que educar en perspectiva.


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