Actualidad Fe

¿Reingeniería para la diócesis más exitosa de América Latina?

Escrito por Redacción R+F

Perú es un modelo de éxito para la Iglesia católica latinoamericana, un pequeño oasis, dentro de un escenario marcado por una progresiva esterilidad de la fe en la vida social.

De acuerdo con el último Censo de 2017 el 95% de los peruanos es religioso, la inmensa mayoría católicos, de los cuales el 78% que asisten a la misa dominical y el 89% reza una vez al día.

Y de ese 5% no religioso, una parte está conformada por personas que respetan los símbolos cristianos, o que incluso creen en ellos pero a su manera (del tipo “Dios es amor, no religión“), por fuera de la religión organizada.

Apoya el periodismo católico con un “like”:[efb_likebox fanpage_url=”https://www.facebook.com/razonmasfe/” box_width=”600″ box_height=200″” responsive=”1″ show_faces=”1″ show_stream=”0″ hide_cover=”1″ small_header=”1″ hide_cta=”1″ locale=”es_CO”]

Una Iglesia católica viva y en movimiento

Por otro lado, el compromiso del pueblo peruano con las causas sociales más urgentes como la defensa de la vida y la familia, es admirable. La Marcha por la Vida cuenta con una organización capaz de convocar a a 800.000 personas en Lima  y un millón y medio en todo el país.

El Card. Ciprini en la Marcha por la Vida de Perú, posiblemente la más multitudinaria y exitosa del mundo.

Es decir, el Perú ha resistido la presión del creciente movimiento agnóstico y secularista, el cual está avanzando a grandes pasos en América Latina, como Uruguay,por ejemplo, donde la religión católica identifica a menos de la mitad de la población, y casi en la misma proporcion que los “sin religión”.

Y si hubiera que señalar a los responsables de la buena salud que goza la fe católica en el Perú, habría que comenzar sin duda por el Cardenal Cipriani.

Al menos eso parece pensar la principal organización atea de ese país, Perú Laico, la cual fue denunciada penalmente por el Instituto de Estadística del Perú, por usar logos oficiales dentro de una campaña para inducir a los católicos a registrarse como “sin religión” en el Censo de 2017, como un intento de hacer visible su rechazo al Card. Cipriani.

Una Iglesia que une y despolariza

Uno de los temas controversiales en cuanto al papel de la Iglesia en el mundo contemporáneo, tiene que ver con el papel que se espera de ella en los grandes debates políticos.

Los sectores de derecha esperan que actúe en asuntos morales, en especial en la defensa del derecho a la vida, de la familia y de la libertad religiosa.

Por otro lado, los grupos de izquierda cuentan con un creciente sector dentro de la Iglesia que simpatiza con su movilización en cuestiones de “justicia social”,  sus críticas a la fuerza pública y sus reivindicaciones políticas alineadas con organizaciones marxistas de “Derechos Humanos”.

Mediación del Cardenal Cipriani entre Keilko Fujimori y Pablo Kuczynski.

Al respecto, Cipriani supo llevar una cordial distancia con los distintos gobernantes de ese país, desde Fujimori hasta el actual Martín Vizcarra, criticando cuando debía hacerlo en virtud de su mandato evangélico, pidiendo mesura y serenidad cuando sus contrincantes cayeron en desgracia, y sobretodo despolarizando la discusión política.

Así sucedió recientemente a raíz de la reunión a la que convocó a los líderes del gobierno (Kuczynski) y de la oposición (Keiko Fujimori), la cual le dio la vuelta al mundo por haber comenzado encomendándose al Santísimo Sacramento. Al final la mediación fue calificada como “útil, franca y constructiva” por sus protagonistas.

Una sana intervención en política que ya quisiéramos ver en Colombia, en donde los esfuerzos de los jerarcas para “pacificar” la crispación política no sólo son poco efectivos, sino que incluso algunos obispos tienen la costumbre de atizar la hoguera con estridentes consignas políticas, ante la incomprensible indiferencia -o malentendida prudencia- de la Conferencia Episcopal.

Cambio de administración

El legendario vaticanista John Allen, en un artículo publicado en días pasados en el portal Crux, calificó la decisión del Papa Francisco como una señal de su intención de mover a la Iglesia en una dirección distinta: la de promover una imagen más acorde al “espíritu del Concilio Vaticano II” en el episcopado mundial.

Algo similar sucedió con los arzobispos de La Plata (Mons. Aguer), Bolonia (Mons. Carlo Cafarra), Chicago (Mons. Francis George) y Ciudad de México (Norberto Rivera), reconocidos por su combatividad y fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia, en los que se aceptó velozmente sus renuncias protocolarias, para nombrar en su lugar arzobispos percibidos como “progresistas” y amigos de “actualizar” la doctrina de la Iglesia en temas de familia y sexualidad (Mons. Fernández, Mons. Matteo Zuppi, Mons. Blase Cupich y Mons. Aguiar Retes, respectivamente).

Imagen de radio.rpp.pe

El nuevo Arzobispo de Lima llega a acompañar en su enfoque progresista y cercano a la Teología de la Liberación, al reciente Cardenal y Arzobispo de Huancayo, Mons. Pedro Barreto, quien también tuvo roces con el Card. Cipriani por su simpatías con la agenda social de la izquierda, cercana entre otros puntos al “enfoque de género” y a las reivindicaciones ecologistas.

¿Un giro radical hacia la izquierda?

El nuevo Arzobispo de Lima, Carlos Castillo Mattasoglio, en bicicleta por las calles de Lima.

Con estos antecedentes, la elección del reemplazo de Cipriani no podría  ser más impactante: un discípulo de la teología de la liberación,  sancionado  por sus enseñanzas heterodoxas y, de acuerdo con InfoVaticana con un pasado cercano a la guerrilla marxista de Sendero Luminoso (*).

Con razón este nombramiento ha sido recibido con preocupación por un sector importante de los fieles católicos, al tiempo que con júbilo por parte de destacados enemigos de la Iglesia:

Varias cosas son especialmente significativas en este nombramiento: se descartaron a todos los obispos con méritos y trayectoria, quienes naturalmente podían aspirar a ocupar la sede Primada del Perú, el Arzobispado de Lima.

Eso significó hacer una especie de “puente aéreo” para desenterrar a un censurado profesor de teología, con un pasado controversial y preocupantes amistades de izquierda revolucionaria, para nombrarlo en el máximo cargo episcopal.

Es el equivalente a nombrar a un teniente como Comandante General de las Fuerzas Armadas, dejando de lado a coroneles y generales en curso de ascenso. Es decir, se salta la cadena de mando de quienes se supone tienen los méritos y la trayectoria necesarios para aspirar al ascenso.

Sería prácticamente como nombrar al controversial sacerdote Carlos Novoa como sucesor del Arzobispo Primado de Bogotá, Rubén Salazar.

¿Respaldo a la educación “transcatólica“?

Otra arista preocupante de este nombramiento, es que al elegir a un teólogo de una universidad famosa por haber perdido el título de católica, por su desobediencia al Magisterio de la Iglesia (ha llegado a perseguir profesores y estudiantes por criticar la ideología de género), para reemplazar precisamente al Cardenal Arzobispo que impuso dichas sanciones, da la impresión de que de alguna forma el Vaticano está respaldando el activismo marxista, abortista y de género por la que fue sancionada esa institución.

Es más, se reabren las heridas dejadas por dicha confrontación, pareciendo que quien asumió la defensa de la fe católica es ahora castigado, mientras que quien se rebeló contra ella recibe como premio el máximo nombramiento episcopal.

Razón + Fe ha logrado establecer que existe una honda preocupación entre líderes defensores de la vida y la familia en el Perú con este nombramiento, ya que el nuevo arzobispo ha sido crítico y distante con la causa provida, en especial con la Marcha por la Vida.

Afortunadamente, anticipando lo que podía suceder en esta elección, hace unos meses se constituyó una organización privada que se hará cargo en el futuro de la “Marcha por la Vida”, con el fin de reducir progresivamente su dependencia del Arzobispado de Lima, hasta la fecha columna vertebral de la movilización.

Hay que reconocer, en todo caso, la actitud conciliadora del Card. Cipriani quien ha pedido no “empequeñecer” la decisión del Papa, para reducirla a “peleitas de barrio”, reiterando la importancia de “la unidad, la continuidad en la Iglesia de Cristo”.

Y el mismo nuevo arzobispo, Mons. Castillo, aprovechó para tender puentes con sus primeras declaraciones, anunciando que “Vamos a unir, no a dividir”, y que respetaría el legado de Cipriani, al aclarar que “No es cuestión de borrón y cuenta nueva”.

De forma similar se ha manifestado el Padre Luis Gaspar, coordinador de la Marcha por la Vida, quien invitó “a los fieles a rezar y a acoger con cariño a nuestro arzobispo monseñor Carlos Castillo”.

Nos unimos con entusiasmo a esas oraciones por el futuro Arzobispo de Lima, así como por el futuro de la Iglesia católica del Perú.

* El artículo original de InfoVaticana, en el que se informaba que fuentes limeñas habían informado de la pertenencia de Mons. Castillo Mattasoglio al Partido Comunista Revolucionario, brazo político del movimiento guerrillero Sendero Luminoso, eliminó esa referencia del artículo original (ver aquí)