Fe

¿Qué implica que la Iglesia sea sacramento universal de salvación?

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Escrito por Padre Henry Vargas

“Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica” (LG 8). Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí (cf. DS 2888), indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades” (catecismo, 811).

Jesús quiso y quiere así a su Iglesia. En razón del intrínseco vínculo que une a la Iglesia con Cristo, su cabeza (Col 1, 18), nadie puede salvarse prescindiendo de la Iglesia, su cuerpo místico (1 Cor 12, 12-13. LG 7); es decir, no es posible vivir con Cristo sin estar, de un modo u otro, en comunión con su cuerpo, la Iglesia.

Hacer parte del cuerpo de Jesucristo, siguiéndolo, es bajo sus condiciones, es respetaando su voluntad, es aceptando todas y cada una de sus indicaciones dadas directa o indirectamente a través de la Iglesia. Quien quiera seguir a Jesús y salvarse por Él no impone las condiciones.

Nos lo confirma la misma Sagrada Escritura: La Iglesia y Cristo forman una sola realidad. Ignorar y/o rechazar a la Iglesia de Cristo es rechazarle a él, es rechazar a Dios Trinidad, es, en consecuencia, rechazar la salvación: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia; pero quien me desprecia a mí, desprecia a aquel que me envió” (Lc 10, 16); al ser Cristo cabeza de la Iglesia, rechazar su cuerpo es rechazarlo a él mismo, y separarse de su cuerpo es perder la comunión con el Señor (Cfr. Jn 3, 5; Jn 13, 20; Mt 18, 17; Mc 16, 16; Gal 1, 8; Tt 3, 10; 2 Jn 10, 11, etc…).

Es lo que también dice la Iglesia: “No podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, se negasen sin embargo a entrar o a perseverar en ella” (LG 14).

¿Qué decir de aquellos que han abandonado la Iglesia para ir a formar parte de las sectas protestantes? ¿Y qué decir de los protestantes en general que pueden intuir, con una mente y un corazón abiertos a la verdad, la verdadera realidad de la Iglesia y que por tanto su ignorancia es vencible?

De manera que es importante, para la salvación, la incorporación a la Iglesia ‘sacramento universal de salvación’ (LG 48), ‘instrumento de salvación universal’ (LG 9) y ‘germen segurísimo de unidad, esperanza y salvación’ (LG 9).

Sí. La Iglesia es instrumento eficaz del que Dios a lo largo de toda la historia ha querido y quiere servirse para salvar a todos los hombres en Cristo. De tal manera que viendo a la Iglesia, las personas tengan la certeza inequívoca de la voluntad salvífica de Dios. De ahí que la Iglesia no tenga sentido en sí misma, sino sólo en señalar, comunicar y dar a Cristo, el salvador.

Ahora bien, en cuanto a la pertenencia o a la incorporación a la Iglesia ésta no necesariamente tiene que ser a pleno título, pero sí, en caso de ignorancia invencible (y sobretodo en el caso de las religiones no cristianas), debe ser al menos una realidad a través de una aspiración o un deseo implícito. Sabemos que, aun cuando algunos hombres puedan estar lejos de Dios o de hecho lo estén, Él no está lejos de nadie; puesto que él da a todos la vida, la inspiración y todas las cosas (Hch 17, 25-28), y quiere, como Salvador, que todos los hombres se salven (1 Tim 2, 5).

Es decir, no siempre es necesario que este deseo de pertenecer a la Iglesia sea explícito. ¿Pero este deseo implícito o explícito de unidad con la Iglesia fundada por Jesucristo existe en los protestantes? Muy difícil, por no decir imposible.

Ahora bien, ésta aspiración implícita o explícita debe estar acompañada por la buena disposición de concretizar la voluntad de Dios. Dicho de otro modo, la aspiración a pertenecer a la Iglesia debe estar animada por la caridad perfecta, involucrando un acto de fe sobrenatural. Todo esto no puede llevarse a cabo y tener un efecto ‘sal­vífico’ sin la influencia de la gracia.

La Iglesia habla, en el Concilio Vaticano II, de “aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo la influencia de la gracia, en cumplir con obras su voluntad conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna” (LG, 16).

Pero, en el caso de los protestantes, habría que preguntarnos: ¿Ellos ignoran con culpa el evangelio de Cristo que habla de su Iglesia y de  todo aquello que ellos se niegan a aceptar? Es lo más probable, y en la mayoría de los casos así es.

Finalmente, para dar más luz al tema de la salvación de los protestantes, ayuda la pregunta que alguien le formuló a Jesús: “¿Serán pocos los que se salven?” Jesús respondió: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán” (Lc 13, 23-24).

Y Jesús dice además que “espacioso es el camino que lleva al infierno, y que el camino al cielo es angosto y son… pocos los que dan con él” Mt  7, 13-14). ¿Y cuál es el camino angosto que lleva al cielo? El camino que recorrió Jesús haciendo la voluntad de Dios Padre. Él dice que los que hacen la voluntad de su Padre se salvarán (Mt. 7, 21-22). ¿Y cuál es la voluntad de Dios Padre? Es la que nos trasmite Jesús; es su misma voluntad.

Jesús además dice que, en el día del juicio, muchos le dirán que ellos profetizaron, expulsaron demonios y obraron milagros en su nombre, etc. Pero Jesús les dirá: “Jamás os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad” (Mt 7, 23).

Y Jesús dice además a sus Apóstoles: “Mirad que os he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada os dañará. Sin embargo, no os alegréis en esto de que los espíritus se os sujetan; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo” (Lc 10, 19-20).

En otras palabras, Jesús les está diciendo a sus apóstoles que el hecho de que ellos tengan poderes especiales no es motivo de gloria ni garantía de salvación sino más bien la obediencia plena, constante e incondicional a Él. El concretizar su voluntad es el hecho que sí garantiza tener escrito el propio nombre en el cielo; es el hecho que sí garantiza que sus discípulos pasarán la eternidad en el cielo.

P. Henry Vargas Holguín.

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