Fe

¿Por qué el Papa Francisco dijo que Jesucristo ha justificado a todos los hombres?

Escrito por Padre Henry Vargas

Los protestantes confunden y/o mezclan justificación con salvación. Consecuencia de esto, los protestantes piensan que la justificación y la salvación sean la misma cosa, o que sean términos equivalentes o sinónimos; pero hay una diferencia abismal.

La justificación indica la condición del que es justo; es decir, el paso de la condición de pecadores a la condición de justos o redimidos. Es el paso de la situación de pecado a la justicia. El justificado renace a una vida nueva y adquiere la condición de hijo de Dios; es por esto que se puede hablar de regeneración: Jn 3, 3.5; 1 Pe 1, 23.

¿Y Jesús a quienes justificó? A todos los seres humanos. “La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles (cf. 2 Co 5, 15; 1 Jn2, 2), enseña que Cristo ha muerto POR TODOS los hombres sin excepción: “no hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo” (Concilio de Quiercy, año 853: DS, 624)” (Catecismo, 605).

Lo confirma también San Pablo: “Como…por la desobediencia de un solo hombre, TODOS fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo TODOS serán constituidos justos” (Rm 5, 19). 

Esta situación de justificados se da gratuitamente por la generosidad de Dios que tiene en cuenta el valor infinito del sacrificio redentor de Cristo en la cruz.

“La justificación nos fue merecida por la pasión de Cristo, que se ofreció en la cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios y cuya sangre vino a ser instrumento de propiciación por los pecados de TODOS LOS HOMBRES. La justificación es concedida por el Bautismo, sacramento de la fe. Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de su misericordia. Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el don de la vida eterna (cf Concilio de Trento: DS 1529)” (Catecismo, 1992).

De manera pues que la justificación se asocia con la primera venida de Cristo. Cristo, mediante su sacrificio redentor en la cruz, nos obtuvo la justificación, es decir, el perdón de Dios y su favor.

La salvación en cambio es la obtención definitiva de la vida eterna o, lo que es lo mismo, la entrada en el Reino de Dios, como podemos leer en la Biblia: “Entra (después del juicio personal) en el gozo de tu Señor” (Mt 25, 23); o también “Venid, (igualmente, después del juicio personal) benditos de mi padre, a poseer el reino que para vosotros está preparado desde la fundación del mundo” (Mt 25, 34).

De esta manera la salvación se asocia sobre todo a un evento futuro, tanto a nivel individual o personal como general, se asocia también a la segunda venida de Cristo y a nuestra resurrección gloriosa final.

Veamos cómo el Apóstol San Pablo distingue la justificación de la salvación, aunque entre ellas hay alguna conexión, cuando dice: “Con más razón ahora que por su sangre hemos sido justificados, por mediación de Él seremos salvados” (Rm 5, 9).

San Pablo pues refiere la justificación al pasado, pues ya se ha realizado. Y San Pablo se expresa así pues en ese entonces ya se había convertido al cristianismo; en cambio la salvación la espera todavía y por eso pone el verbo en futuro: ‘seremos salvados”.

San Pablo afianza esto cuando dice: “Por eso, a los que eligió de antemano, a esos también los llama, y cuando los llama los hace justos (los justificó), y después de hacerlos justos, les dará la gloria” (Rm 8, 30).

Para ver mejor la diferencia entre Justificación y salvación, tengamos en cuenta que la justificación es un suceso ocurrido en el tiempo, en un instante de la historia humana, mientras que la salvación no se obtiene sino al entrar (desde hoy, si se quiere) en la eternidad. O que es lo mismo, para salvarnos debemos creer que ya fuimos justificados.

La justificación se recibe en esta vida, mientras que la salvación se recibe en la otra vida; pero hay que estar en camino hacia esa otra vida.

Dicho de otra manera, Jesús muriendo en cruz nos ha abierto a todos los hombres la puerta de la salvación, pero nos toca a todos caminar hacia ella.

¿Cómo? Colaborando con la Gracia. Esta colaboración de la libertad con la gracia, es un requisito indispensable para que el ser humano se salve.  El ser humano debe obrar conforme a la gracia recibida, no solamente creyendo sino también, y sobre todo, obrando.

Es lo que nos enseña Jesús de varias maneras. Por ejemplo: La parábola de la vid y los sarmientos (los sarmientos -los bautizados- que mientras permanecen unidos (vivos) a la vid – Cristo- producen los frutos) (Jn 15, 4-5); la exhortación de Cristo nos hace de esforzarnos de entrar por la puerta estrecha (porque angosto es el camino que lleva a la vida y pocos son los que lo encuentran) (Lc 13, 24); la invitación a sus discípulos a perseverar para lograr la salvación (Mt 24, 13); y tener el traje adecuado para la fiesta de bodas del cordero (Mt 22, 1-14).

Como la colaboración del ser humano con la gracia es indispensable a lo largo de la vida, es un error decir que la salvación ocurra sin intervención humana; mejor dicho, la salvación si bien es cierto que es enteramente de Dios, en segundo lugar es cierto también que es enteramente nuestra. Es en este sentido que San Agustín dijo: “El Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

La salvación, pues, no es simplemente algo de un momento, y menos de un momento del pasado; se logra la salvación cuando actuamos lo que creemos, a medida que crecemos en gracia y en santificación. Este proceso de santificación también se puede llamar como un proceso de salvación.

P. Henry Vargas Holguín.

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