Si quieres recibir noticias de actualidad sobre la Cultura de la Vida, te invitamos a seguirnos en nuestro CANAL DE TELEGRAM haciendo clic AQUÍ.
Hacia el año 2020, y ante nuestra mirada incrédula, se declaró una pandemia mundial y se decretó una “cuarentena”, también mundial y obligatoria. Se nos impidió asistir a los templos y fuimos privados de la Santa Misa y de la Sagrada Comunión.
Entre tanto, las gentes exorcizaban sus miedos mediante cantos que hablaban del amor a pesar de la distancia, o citando pasajes de la novela «La Peste», de Albert Camus. Aún no éramos conscientes de las consecuencias psicológicas del encierro, y tendíamos a idealizar con un halo de romanticismo poético la situación. Todo mundo parecía entonces sensible al dolor ajeno y solidario, aunque –paradójicamente y al mismo tiempo– estigmatizaban al personal médico, a quienes no llevaban el tapabocas y a los que se negaron a ser vacunados. Hubo personas que cortaron con familiares cercanos y con otros por razones como estas.
Entonces, ya no sólo en el ámbito social sino en el religioso, se agudizó bastante el debate, hasta la exasperación, sobre “la aceptación” de los demás, sin más. Un extraño ideal de “unidad” que prescindía de la Verdad. ¿Han cambiado hoy las cosas? ¿Sirvieron los meses y años de encierro para que aprendiéramos a ver y a valorar justamente la vida y la Verdad? ¿Marcó ello un adecuado punto de inflexión para la Conversión y, más aún, para la Evangelización?
Parece que no. Nada ha cambiado. Entre edulcorar la Palabra o predicar La Verdad completa con todas sus exigencias y advertencias, muchos han claudicado hacia lo primero. Partiendo de la premisa: «después de tanto sufrimiento debo transmitir «alegría»», ahora se decantan por un discurso buenista, genérico, insulso, adaptado a las “nuevas sensibilidades”, mientras prescinden de la enseñanza plena de la Verdad y descalifican como «rígidos», insensibles e inmisericordes a quienes, a pesar de los malos tiempos, no lo hacen y permanecen fieles a Ella.
Con una agudeza proverbial, el padre Raúl Sánchez explica cómo se ha ido ablandando y diluyendo la doctrina, que es la verdad de Cristo, con la excusa de la «misericordia», para no hacer sentir mal a los creyentes de otras religiones, ni a nadie por fuera de la Fe Católica. Critica la actitud de reducir la «Buena Noticia» del Evangelio a decir que «Dios es amor» y es «misericordia», para que los pecadores se sientan cómodos con su forma de vivir.
Citando la Carta a los Efesios, recuerda que San Pablo le pide a la Iglesia que «permanezcan unidos en el mismo espíritu«, de modo que no es lo mismo rezar con otro católico, que comparte ese espíritu, que hacerlo con quienes se han apartado de la verdad que conoce y defiende la Iglesia Católica.
Hace algún tiempo el Padre Sánchez recibió la instrucción de retirarse de las redes sociales, como ha sucedido con otros. Pero el mensaje es claro y prevalece.
Fuente: (32) POR ESO ES QUE CAEMOS MAL, POR RIGIDOS – YouTube
Para apoyar el trabajo de R+F puedes hacer un aporte único o periódico con cualquier tarjeta débito o crédito: