Espiritual Fe

¡Me hago dependiente de tu confianza!

“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.


Mt 15,21-28

La Palabra hoy, evidencia por una parte la incredulidad que aprisiona a veces nuestra peregrinación como pueblo en este gran trayecto histórico como espiritual hacia el lugar de la promesa y la bendición, dificultosa incredulidad que parece estar más al alcance de todos que la propia gratuidad de la fe que nos pide arrojo y certeza.  

Precisamente al Señor y a nuestros pastores les corresponde lidiar con nuestra terquedad e inseguridad como le sucedió a Moisés con su pueblo a las puertas de la tierra prometida, no hay nada más pesado y ralentizado que una comunidad con frágil fe, secuestrada por el desánimo, la pesadez y exceso de escusas:  

“Y desacreditaban la tierra que habían explorado delante de los israelitas: «La tierra que hemos cruzado y explorado es una tierra que devora a sus habitantes; el pueblo que hemos visto en ella es de gran estatura. Hemos visto allí gigantes, hijos de Anac: parecíamos saltamontes a su lado, y así nos veían ellos”. Entonces toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche”.

Números 13, 1-2. 25; 141. 26-30. 34-35

En el relato del libro de Números queda dramáticamente señalado un listado de “peros”, y “obstáculos” que parecen ahogar la realidad de una tierra fértil y de sus buenos frutos encontrados, es decir; queda la sensación que ante el grado de dificultad no vale la pena correr el riesgo de luchar por conquistarla, pues en ella hay ciudades fortificadas, habitantes fuertes que se devoran y hasta hombres de gran estaturas o gigantes.

Lo cierto es que sin la Fe hasta David hubiese huido de enfrentar a Goliat, pero con ella, con la certeza de la Fe en el Señor siempre se encuentra inventiva, creatividad  y se imprime valentía como acontecía con Caleb y Josué quienes con una memoria agradecida por los portentos y señales del Señor que no olvidaban, sabían que lo que estaba por delante era otro paso de fe y no un salto al vacío.

Ese paso de Fe concreto y sin límite lo encontramos en el evangelio, en el ejemplo que nos ofrece “la mujer cananea”; ella supera los obstáculos de su tiempo: el ser mujer para aproximarse, el ser extranjera y el tener una hija en difícil condición afectada por el demonio: ella nos enseña que la Fe está para acortar distancias y ponernos frente a Jesús, que la fe está para superar las barreras que nos distancian de él o nos segregan, y que la Fe está para dialogar y argumentar nuestra necesidad de su misericordia. Grande es la Fe de esta mujer y de cualquiera que viva así su seguimiento de Jesús. Precisamente una promesa maravillosa experimentó en esta línea Santa Faustina Kowalska:

De repente oí en el alma estas palabras: Tu empeño debe ser la total confianza en Mi bondad, el Mío, darte todo lo que necesites. Me hago dependiente de tu confianza; si tu confianza es grande Mi generosidad no conocerá límites”.

Diario de Santa Faustina, No. 548.

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