Inicio Fe La oración multirreligiosa y la oración interreligiosa, por Joseph Ratzinger

La oración multirreligiosa y la oración interreligiosa, por Joseph Ratzinger

0
La oración multirreligiosa y la oración interreligiosa, por Joseph Ratzinger

Si quieres recibir noticias de actualidad sobre la Cultura de la Vida, te invitamos a seguirnos en nuestro CANAL DE TELEGRAM haciendo clic AQUÍ.

Ofrecemos aquí un breve escrito de Joseph Ratzinger, extractado del libro «FE, VERDAD Y TOLERANCIA. EL CRISTIANISMO Y LAS RELIGIONES DEL MUNDO», en el cual establece claramente en qué consisten y se diferencian entre sí La oración multi religiosa y la oración inter religiosa.

En ningún caso hay, ni debe haber lugar para la confusión. Las coordenadas de la fe auténtica son claras e inamovibles (Hebreos 12, 28), y previenen al creyente ante iniciativas aparentemente piadosas (más bien “buenistas”), como la ‘intercomunión’ y el ‘interconfesionalismo’, pero de gravísimas consecuencias para la vida de la Fe y de la Gracia, como: el relativismo y la degradación doctrinal, el abajamiento de la Verdad y de la Fe, y su equiparación con cualquier otra forma de expresión pseudo “religiosa”, cuya consecuencia más funesta es el indiferentismo religioso. En este punto, Dios no es nada más que una simple “idea” común o “compartida”, con el carácter que cada cual le atribuya, y sin entidad propia: es decir, se le niega Su realidad y Ser como Persona.

Ante este grave y muy real riesgo, Joseph Ratzinger recuerda claramente el fundamento de la auténtica oración cristiana, cuya esencia estriba en la valoración de Dios, y que determina la forma en la que nos dirigimos a y nos comunicamos con Él’. Es decir, en la muy diferente idea y comprensión de Dios que se nos presenta en un contexto “inter” o “multi” religioso, de la que tiene la Fe cristiana, que reconoce la iniciativa de Dios hacia el hombre, y en la que prima por ello la escucha y la Obediencia a Su Voluntad (Porque Él Es Bueno y, como tal, busca ante todo nuestro Bien) antes que cualquier tentativa por lograr mover la voluntad de Él a nuestro favor.

Anteponiéndose a la Iglesia –y otras veces de la mano con ella–, hoy suele convocarse a los líderes de las diferentes religiones para “orar juntos por la Paz mundial” o “por el fin de la pandemia”, y otras razones similares referidas a ‘problemáticas mundiales’.

Al parecer, se piensa que la medida adecuada a la magnitud de los actuales problemas humanos y sociales consiste en clamar al Cielo (lo cual en principio es verdad y una real necesidad), pero se hace prescindiendo de la Fe y, en su lugar, anteponiendo un multilateralismo religioso o una ‘panreligiosidad’, sin más referencia a, ni noción de Dios que la propia de una mayoría sensible, la cual confunde “Fe” con ‘religiosidad’, a las cuales no sólo desconocen y niegan su valor porque –alegan– ‘divide’, sino que intentan reemplazar con una falsa idea de “espiritualidad” –que presuntamente ‘une’–.

A continuación, el esclarecedor texto de Joseph Ratzinger.


La oración multirreligiosa y la oración interreligiosa

Joseph Ratzinger

En la época del diálogo y del encuentro entre las religiones surgió necesariamente la cuestión acerca de si se puede orar en común. En este punto se distingue hoy día entre la oración multirreligiosa y la oración interreligiosa. El modelo para la oración multirreligiosa lo ofrecen las dos jornadas mundiales de oración por la paz, celebradas en 1986 y en 2002 en Asís. En ellas se reunieron personas pertenecientes a distintas creencias religiosas; todas ellas comparten el sufrimiento por las calamidades del mundo y por su falta de paz; y sienten un común y vivo anhelo de la ayuda de lo alto en contra de los poderes del mal, a fin de que la justicia y la paz lleguen al mundo. De ahí se sigue la intención de realizar una señal pública de ese vivo anhelo, que conmueva a todas las personas y refuerce la buena voluntad, que es condición para la paz. Pero los reunidos saben también que su comprensión de lo Divino y, por tanto, su manera de dirigirse a él es tan diferente, que una oración común sería una ficción y que no correspondería a la verdad. Se reúnen para ofrecer una señal de su común anhelo, pero oran –aunque al mismo tiempo– en lugares separados, y cada uno a su manera. Naturalmente, «orar», en el caso de una comprensión impersonal de Dios (asociada frecuentemente con el politeísmo), significa algo completamente diferente del orar desde la fe en un solo Dios, en un Dios personal. La diferencia se representa visiblemente, pero de una manera que sea a la vez como un clamor para que lleguen a sanarse nuestras separaciones.

Después de las celebraciones de Asís –en 1986 y en 2002–, se ha planteado repetidas veces y de manera muy seria la cuestión: ¿Tiene esto sentido? ¿No fingen la mayoría de esas personas una comunión que en realidad no poseen? ¿No se fomenta de esta manera el relativismo, la opinión de que, en el fondo, no hay más que diferencias penúltimas entre las «religiones»? ¿Y no se debilita con ello la seriedad de la fe y, por tanto, lo que se consigue finalmente es alejar más aún a Dios de nosotros y reforzar el sentimiento de que nos hemos quedado solos? Tales preguntas no podemos dejarlas a un lado con ligereza. Los peligros son indudables, y no se puede negar que Asís, especialmente en el año 1986, fue interpretado erróneamente por muchos. Pero, a su vez, sería también equivocado rechazar de manera total e incondicional la oración multirreligiosa en el sentido descrito. Lo que a mí me parece correcto es enlazarla con condiciones que correspondan a las exigencias de la verdad interior y a la responsabilidad de una cosa tan grande como lo es el clamor dirigido a Dios en presencia de todo el mundo. Yo veo para ello dos condiciones fundamentales:

1. Semejante oración multirreligiosa no puede ser el caso normal de la vida religiosa, sino que debe constituir únicamente una señal en situaciones extraordinarias, en las cuales se eleve a lo alto un clamor común de angustia, que conmueva los corazones de los hombres y que al mismo tiempo conmueva el corazón de Dios.

2. Semejante proceso conduce casi forzosamente a que se hagan falsas interpretaciones, a que se sienta indiferencia ante el contenido de lo que se cree o de lo que no se cree, y con ello a que se disuelva la fe real. Por eso, como se indicó en el apartado 1, tales procesos tienen que seguir siendo excepciones y, por tanto, es de la máxima importancia aclarar con precisión lo que en esos casos sucede y no sucede. Este esclarecimiento, en el que debe quedar bien claro que no existe algo así como «las religiones»; que no existe una idea común de Dios y una fe común en Dios; que la diferencia no afecta simplemente al ámbito de las imágenes y de las formas conceptuales, sino a decisiones últimas, este esclarecimiento –digo– es importante no sólo para los participantes en el acontecimiento mismo, sino también para todos los que son testigos de él o reciben de alguna manera información sobre él. El acontecimiento debe ser tan claro en sí mismo y ante el mundo, que no se convierta en la demostración del relativismo, con lo cual el suceso perdería su sentido.

Mientras en la oración multirreligiosa se ora en el mismo contexto, pero de manera separada, en la oración interreligiosa personas o grupos con diferentes creencias religiosas oran juntos. ¿Es posible realizar esto con toda verdad y honradez? Yo lo dudo. En todo caso, habrá que fijar tres condiciones elementales, sin cuyo cumplimiento semejante manera de orar se convertiría en la negación de la fe:

1. Orar juntos es posible únicamente cuando existe unanimidad acerca de quién o qué es Dios y, por tanto, hay también unanimidad fundamental acerca de lo que significa orar: un proceso de diálogo en el cual yo me dirijo al Dios único, que es capaz de oír y de escuchar. Para decirlo con otras palabras: la oración hecha en común presupone que el destinatario de la oración y, con ello, el acto interno relacionado con él, es entendido de una manera fundamentalmente común. Como en el caso de Abrahán y de Melquisedec, de Job y de Jonás, habrá de constar claramente que se habla con el Dios único, que está por encima de los dioses; que se habla con el Creador del cielo y de la tierra, con mi Creador. Por consiguiente, tendrá que constar claramente que Dios es «persona», es decir, que es capaz de conocer y de amar; que tiene poder para oírme y responderme; que él es bueno y la norma del bien, y que el mal no tiene cabida alguna en él. Desde Melquisedec podemos afirmar que Dios es el Dios de la paz y de la justicia. Debe quedar excluida toda mezcla entre una comprensión personal de Dios y una comprensión impersonal, toda confusión entre Dios y los dioses. El primer mandamiento sigue teniendo vigencia, incluso en la eventual oración interreligiosa.

2. Pero –partiendo del concepto de Dios– tendrá que haber también acuerdo fundamental acerca de lo que es digno de que se ore por ello, y de lo que puede ser el contenido de la oración. Como norma de lo que podemos implorar correctamente a Dios, a fin de orar de una manera digna de Dios, yo considero las peticiones del Padrenuestro: en ellas se ve claramente quién y cómo es Dios, y quiénes somos nosotros mismos. Esas peticiones purifican nuestro querer y muestran con qué clase de querer nos hallamos en camino hacia Dios, y qué clase de deseos nos alejan de Dios y nos situarían frente a él. Las peticiones que llevan una dirección distinta a las peticiones del Padrenuestro no pueden ser para un cristiano tema de oración interreligiosa, ni de ninguna clase de oración en general.

3. Todo tiene que realizarse de tal manera que no encuentre punto de apoyo alguno la interpretación errónea, relativista, acerca de la fe y de la oración. Este criterio no sólo se aplica a los cristianos, a quienes no debe extraviarse, sino también a los no cristianos, en quienes no debe suscitarse la impresión de que las «religiones» son intercambiables, de que la confesión cristiana fundamental tiene una significación penúltima y puede ser, por tanto, sustituible por otra. Por eso, esta exigencia supone que, para el no cristiano, no puede deducirse un oscurecimiento de la fe de los cristianos en la unicidad de Dios y en la unicidad de Jesucristo, que es el Salvador de todos los hombres. El documento de Bose, antes mencionado, dice a este propósito, y con razón, que la participación en la oración interreligiosa no debe cuestionar en modo alguno nuestro empeño y entrega a la predicación de Cristo a todos los hombres[1]. Si el no cristiano pudiera deducir de la participación de un cristiano la relativización de la fe en Jesucristo, el único Redentor de todos, entonces tal participación no podrá tener lugar. Porque entonces tal participación señalaría en la dirección equivocada, indicaría un retroceso en vez de indicar un avance en la historia de los caminos de Dios.

* * * * *

RATZINGER, Joseph. FE, VERDAD Y TOLERANCIA. EL CRISTIANISMO Y LAS RELIGIONES DEL MUNDO. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2005. 237 p. Págs. 94-97.


[1] Theological Reflections on Interreligius Prayer: Final Statement, Bose (Italia), 241.

Para apoyar el trabajo de R+F puedes hacer un aporte único o periódico con cualquier tarjeta débito o crédito:

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.