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La Apologética Católica: al Servicio de la Verdad, No del Oficialismo

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La Apologética Católica: al Servicio de la Verdad, No del Oficialismo

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Artículo escrito por José Miguel Arráiz, y publicado en InfoCatólica el 15.09.24. Por su interés y claridad, lo reproducimos íntegramente.


Desafortunadas han sido las palabras del Papa en su reciente Viaje Apostólico por Asia y Oceanía. En su discurso dirigido a personas de diversas religiones, como musulmanes, hindúes, entre otros, afirmó que “todas las religiones son caminos para llegar a Dios“, lo cual ha sido interpretado como una equiparación de las demás religiones con la religión católica.

Por supuesto, no es la primera vez que el Papa hace afirmaciones en este sentido. Ya estamos acostumbrados a escucharlas con pesar y, la mayoría de las veces, por respeto a la figura del Papa, prefiero guardar silencio. Sin embargo, en esta ocasión, me ha sorprendido ver cómo personas que, supuestamente, cuentan con una sólida formación católica —incluso algunos que se dedican a la apologética— tratando de justificar las palabras del Papa.

Debo confesar que algunos de estos intentos de justificación me han causado un profundo asco. No me refiero a los ingenuos, aunque inútiles, esfuerzos de quienes intentan argumentar que el Papa no dijo lo que claramente expresó. Me refiero a aquellos que, más peligrosamente, defienden que lo dicho es coherente con la enseñanza de la Iglesia y el Magisterio, citando tanto el Catecismo como el Concilio Vaticano II. Estos intentos son mucho más dañinos y engañosos, al punto que me atrevería a decir que parecen inspirados en el mismo averno, porque llevan a los fieles a caer en el sincretismo religioso, haciéndoles creer que, creyendo tal cosa, están profesando la verdadera fe católica.

Antes de comenzar a analizar estos fútiles intentos, reproduzco textualmente las palabras del Papa:

“Una de las cosas que me impresiona de todos ustedes aquí presente es su capacidad para tener un diálogo interreligioso y eso es muy importante. Porque si comenzamos a altercar entre nosotros y a decir mi religión es mejor o es la verdadera, entonces ¿esto a donde nos llevaría? No podemos decir que mi religión es la verdadera y la tuya es falsa. ¿A dónde nos va llegar este tipo de intercambio? Que alguien me responda, ¿a dónde nos va a llevar este tipo de intercambio? Nos va a llevar a la destrucción.

Y está bien, se vale discutir, pero al final tenemos que reconocer que todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Les voy a dar una analogía: son como los diversos idiomas que existen en el mundo, pero todos los idiomas tienen el propósito de llevarte al mismo Dios. Y si Dios es un Dios para todos, eso significa que todos somos hijos e hijas de Dios. Pero alguien dirá, no, mi Dios es más importante que tu Dios, ¿es eso verdad?. Es un solo Dios, y todos nosotros en religiones distintas estamos en caminos diferentes para llegar a Dios. Algunos son hinduistas, otros son musulmanes, otros son cristianos. Son solamente diferentes caminos para llegar a Dios. ¿Entendieron?”

Evidentemente aquí hay suficientes palabras para quedar perplejo, ¿en serio no está bien creer que nuestro Dios (Yahveh) es más importante que dioses como Brahma, Vishnu, Shiva, o Lakshmi, o quizá que Odín, Thor, Loki y Freya. ¿Tal vez que Ra, Osiris, Isis, Horus o Zeus, Hera o Jupiter? Sin embargo, y con todo respeto lo digo, pesar de todo este sin sentido, me encontré con los siguientes intentos de justificar esto:

Tergiversando a San Juan Pablo II

Un ejemplo de estos argumentos los recibí del señor Leo Latorre, quien ha citado las palabras del Papa Juan Pablo II para dar a entender que el Papa Francisco ha dicho básicamente lo mismo, que es que todas las religiones son “búsquedas” de Dios y da esta cita como soporte:

“Por lo que se refiere a la religión, se trata ante todo de la religión como fenómeno universal, unido a la historia del hombre desde el principio; seguidamente de las diversas religiones no cristianas y finalmente del mismo cristianismo. El documento conciliar dedicado a las religiones no cristianas está particularmente lleno de profunda estima por los grandes valores espirituales, es más, por la primacía de lo que es espiritual y que en la vida de la humanidad encuentra su expresión en la religión y después en la moralidad que refleja en toda la cultura. Justamente los Padres de la Iglesia veían en las distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad «como gérmenes del Verbo», los cuales testimonian que, aunque por diversos caminos, está dirigida sin embargo en una única dirección la más profunda aspiración del espíritu humano, tal como se expresa en la búsqueda de Dios y al mismo tiempo en la búsqueda, mediante la tensión hacia Dios, de la plena dimensión de la humanidad, es decir, del pleno sentido de la vida humana.” Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 67-68

Un análisis cuidadoso de las palabras del Papa Juan Pablo II revela que su mensaje fue deliberadamente formulado para reconocer, en un tono respetuoso, los aspectos positivos que pueden encontrarse en las religiones no cristianas, sin caer en el sincretismo o relativismo de afirmar que todas las religiones son caminos que conducen a Dios.

En primer lugar, es fundamental notar la diferencia sustancial entre considerar una religión como una “búsqueda” de Dios y afirmar que es un “camino que conduce” a Él. La búsqueda no implica necesariamente el logro del objetivo, mientras que un camino que conduce a un destino debe ser adecuado y efectivo. De allí que cuando Juan Pablo II habla de la búsqueda de Dios en las diversas religiones, no sugiere que ellas logren llevar a Dios. Esto es crucial, porque alguien puede buscar algo sin llegar a encontrarlo, especialmente si la búsqueda se realiza en un camino erróneo. Por el contrario, para que un camino realmente conduzca a un lugar, debe ser el camino correcto.

El contexto de las palabras de Juan Pablo II se encuentran en un reconocimiento del fenómeno religioso: está hablando de la religión como un fenómeno universal, es decir, algo presente en todas las culturas humanas a lo largo de la historia. Reconoce que la búsqueda de lo divino ha sido una constante en la experiencia humana. Esto es un reconocimiento de la aspiración espiritual común de la humanidad, pero no es una afirmación de que todas las religiones sean igualmente válidas o efectivas para alcanzar a Dios.

Tomemos un ejemplo sencillo: en el hinduismo, donde se adoran múltiples dioses como la Trimurti (Brahma, Vishnu y Shiva), se incurre en la idolatría, algo que el cristianismo condena claramente. El Evangelio enseña de manera explícita que los idólatras no entrarán en el Reino de los Cielos (cf. 1 Corintios 6,9-10). Por lo tanto, no es posible que el hinduismo, como una religión que promueve la adoración de múltiples deidades, sea un camino que conduzca a Dios. La idolatría es, de hecho, un obstáculo para la verdadera adoración de Dios, quien se ha revelado de manera única y definitiva en Jesucristo. Esto demuestra que no todas las religiones, especialmente aquellas que promueven prácticas contrarias a la enseñanza cristiana, pueden ser consideradas caminos válidos hacia Dios.

La enseñanza de la Iglesia, basada en el Concilio Vaticano II y en los escritos de San Juan Pablo II, no enseña que todas las religiones conduzcan a Dios. El Concilio Vaticano II, en Nostra Aetate, reconoce que las religiones no cristianas contienen elementos de verdad, pero afirma claramente que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres (cf. 1 Timoteo 2,5), y que la plenitud de la verdad está en la Iglesia.

De hecho, Juan Pablo II, en esta misma encíclica, subraya en otras partes que la salvación viene exclusivamente por medio de Cristo. En el número 13 de Redemptor Hominis, afirma claramente: “La redención del mundo —este misterio tremendo del amor, en el que la creación se renueva— es, en su raíz más profunda, la plenitud de la justicia en el Corazón de Jesucristo crucificado y resucitado”. Por lo tanto, aunque otras religiones puedan reflejar aspectos de verdad y bondad, el único camino que conduce a Dios y la salvación definitiva es solo a través de Cristo.

Tergiversando el Catecismo:

Otro intento de justificar las palabras del Papa Francisco lo escuché del señor Alfredo Silva Rivera, quien citó el Catecismo para tratar de hacer creer que enseñan en la misma línea:

CEC 843 La Iglesia reconoce en las otras religiones la búsqueda, “entre sombras e imágenes», del Dios desconocido pero próximo ya que es Él quien da a todos vida, el aliento y todas las cosas y quiere que todos los hombres se salven. Así, la Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que puede encontrarse en las diversas religiones, “como una preparación al Evangelio y como un don de aquel que ilumina a todos los hombres, para que al fin tengan la vida” (LG 16; cf NA 2; EN 53).

Sin embargo, es evidente que este pasaje del Catecismo no apoya la idea de que todas las religiones conducen a Dios. Nuevamente se trata de un texto que reconoce la búsqueda de Dios en otras religiones, pero también aclara que esta búsqueda ocurre “entre sombras e imágenes”, lo que implica una comprensión incompleta y a veces distorsionada de la verdad divina. El Catecismo aprecia lo bueno y verdadero que puede encontrarse en estas religiones, pero lo presenta como una preparación para el Evangelio, no como caminos que lleven a la salvación.

El Catecismo y los documentos conciliares citados (Lumen Gentium 16, Nostra Aetate 2 y Evangelii Nuntiandi 53) dejan claro que el único camino pleno hacia Dios es a través de Jesucristo. Aunque Dios, en su infinita misericordia, puede obrar en las vidas de personas fuera de la Iglesia y ofrecerles su gracia, y estas incluso pueden salvarse en un estado de ignorancia invencible, esto no significa que las religiones no cristianas sean igualmente válidas o conducentes a Dios como el cristianismo. Lo que el Catecismo realmente enseña es que las buenas cualidades presentes en otras religiones son reflejos parciales de la verdad revelada en Cristo, no un camino alternativo de salvación. De este modo, el argumento de Alfredo Silva Rivera malinterpreta el texto al intentar justificar una equiparación entre el cristianismo y otras religiones.

El ejemplo que el Papa Francisco utiliza al comparar las religiones con los distintos idiomas resulta desafortunado. En el caso de los idiomas, todos son igualmente válidos para alcanzar el mismo objetivo: la comunicación. Si yo hablo en inglés y otra persona lo hace en francés o español, todos los idiomas son igualmente funcionales para expresarse y entenderse. Sin embargo, esta analogía no se puede aplicar de la misma manera a las religiones.

El hinduismo, el islam y el cristianismo no son simplemente “idiomas diferentes” para comunicarse con Dios, ya que difieren profundamente en su concepción de lo divino, y en muchos casos, ni siquiera dirigen su adoración al mismo Dios. El Dios de los cristianos, Yahveh, no es el mismo que Shiva, Astarté o Baal. Mientras que el cristianismo enseña que la salvación se obtiene únicamente por la gracia de Dios a través de Jesucristo, otras religiones proponen vías y doctrinas completamente distintas, que no solo contradicen la revelación cristiana, sino que también ofrecen medios inadecuados para alcanzar la plenitud de la verdad revelada en Cristo.

Comparar religiones con idiomas es simplificar una cuestión teológica mucho más compleja, donde no todas las religiones proporcionan un camino válido hacia Dios. El cristianismo no es uno entre muchos, sino el único camino revelado por Dios, según las palabras de Jesucristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Juan 14,6).

Un último argumento ingenuo, pero desafortunado.

Entre las objeciones que he encontrado en la web, destaca la afirmación de Richbell Meléndez, quien defiende las palabras del Papa Francisco de la siguiente manera:

“¿Qué quiso decir el Papa Francisco con ‘Todas las religiones son un camino para llegar a Dios’?

El Papa Francisco ha sido criticado por afirmar que ‘Todas las religiones son un camino para llegar a Dios’ en un reciente discurso en Singapur (13 de septiembre de 2024). Esta frase ha sido malinterpretada como una contradicción al dogma católico Extra Ecclesiam Nulla Salus (’Fuera de la Iglesia no hay salvación’), e incluso algunos sugieren que contradice las enseñanzas del Papa Pío IX en su encíclica Qui Pluribus (1846), que condena el indiferentismo religioso.

Sin embargo, al revisar cuidadosamente las enseñanzas del Papa Francisco y las de sus predecesores, vemos que no hay contradicción. En su meditación matutina del 30 de enero de 2014 en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, el Papa Francisco dijo:

«El mensaje evangélico lo recibimos en la Iglesia y nuestra santidad la hacemos en la Iglesia. Nuestro camino está en la Iglesia». La alternativa, dijo, «es una fantasía» o, como decía Pablo VI, «una dicotomía absurda».

Esto deja claro que Francisco no contradice el Magisterio, sino que distingue entre el diálogo interreligioso y la verdad de que la salvación plena se encuentra en Cristo y en la Iglesia. El Papa sigue la línea del Concilio Vaticano II, que en Nostra Aetate reconoció que otras religiones pueden reflejar elementos de verdad, sin perder de vista que la Iglesia sigue siendo el camino ordinario de salvación.”

Este argumento de Richbell es un claro intento de suavizar las palabras del Papa, pero lamentablemente cae en lo que podemos llamar “gimnasia mental” para justificar una expresión problemática. No se trata de lo que el Papa crea en su fuero interno —eso solo lo sabe Dios, quien le juzgará—, sino de lo que ha dicho públicamente en ese discurso, ante esa audiencia, y en el contexto completo de sus palabras. Es evidente que no se puede esperar que una audiencia compuesta por no creyentes interprete sus palabras a la luz de una homilía que pronunció en la capilla de Santa Marta hace 10 años. La confusión no se disipa con citas de otros discursos, por más ortodoxos que sean. El verdadero problema radica en que las palabras del Papa, tal como fueron dichas, pueden inducir a error tanto a los fieles como a los no creyentes.

Además, el argumento de Richbell, al citar que “el camino de los católicos está en la Iglesia”, no niega nada que otras religiones, como el hinduismo o el islam, no puedan aceptar. Ningún hinduista discutiría que los católicos practican su fe en la Iglesia. Sin embargo, lo que realmente enseña la Iglesia Católica —y lo que debería haber enfatizado Richbell— es que el único camino de salvación para todos los hombres está en la Iglesia, como lo proclama el dogma Extra Ecclesiam Nulla Salus. Esto es lo que Cristo mandó a sus apóstoles al enviarles a evangelizar a todas las naciones (cf. Marcos 16,16), exhortándoles a invitar a todos los pueblos a abrazar la fe católica.

Por otro lado, resulta desafortunado que se contente con decir que “la Iglesia sigue siendo el camino ordinario de salvación” (patético consuelo) en un contexto donde se puede entender entonces que otras religiones son caminos no ordinarios, cuando el hecho es que las religiones no cristianas no son caminos en lo absoluto, ni ordinarios, ni extraordinarios, ni no ordinarios.

En definitiva, intentar justificar las palabras del Papa con citas de homilías o discursos dirigidos a católicos no aclara la confusión generada en un contexto de diálogo interreligioso, donde su afirmación puede ser entendida como una equiparación de todas las religiones. Lo que se necesita es una enseñanza clara y sin ambigüedades sobre el papel único de Cristo y de la Iglesia en la salvación de la humanidad. El Papa Pío IX, en Qui Pluribus, condenó la idea de que todas las religiones son igualmente válidas para alcanzar la salvación.

Las implicaciones

En resumen, el peligro de las palabras del Papa Francisco radica en que pueden interpretarse como si todas las religiones fueran caminos igualmente válidos que conducen al mismo destino, como si la diferencia fuese solamente que algunos sean más directos, otros más largos, unos más fáciles y otros más difíciles. Bajo esta premisa, parecería que no es sustancialmente importante qué camino escojas, ya que todos eventualmente te llevarán al mismo lugar. Sin embargo, desde la perspectiva católica, esto es un grave error. No todos los caminos son válidos ni eficaces para alcanzar a Dios, ya que solo uno es el verdadero. Ya hemos citado anteriormente a Jesucristo, quien dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Juan 14,6).

Si todos los caminos condujeran a Dios, entonces en vano murió San Esteban, predicando y enfrentándose a los judíos que rechazaban a Cristo. Su martirio habría sido innecesario si su fe no fuera la única vía hacia la salvación. Del mismo modo, en vano San Pablo se esforzó por convertir a los judíos y debatir con ellos acerca de la verdad revelada en Jesucristo. ¿Por qué habría sufrido tanto en sus viajes y persecuciones si las religiones ya existentes, incluyendo el judaísmo, fueran caminos igualmente válidos para llegar a Dios?

Además, si todas las religiones condujeran a Dios, también sería en vano el esfuerzo incansable de San Francisco Javier, quien dedicó su vida a evangelizar Asia, soñando con llevar el Evangelio incluso a China. ¿Por qué arriesgaría su vida para predicar el mensaje de Cristo a aquellos que ya tenían sus propias religiones si, según este supuesto, esas religiones ya los llevarían a Dios?

Si todos los caminos fueran igualmente válidos, el mandato de Cristo a sus apóstoles de “ir y hacer discípulos a todas las naciones” (cf. Mateo 28,19) carecería de sentido. La historia de los mártires y los misioneros de la Iglesia, quienes dieron su vida por llevar la verdad del Evangelio a todos los rincones del mundo, sería incomprensible si bastara con que cada persona permaneciera en su propia religión. El cristianismo no fue un esfuerzo inútil o indiferente; fue y sigue siendo el único camino que conduce a la plenitud de la verdad y la salvación en Dios.

Si eres un apologista católico, esto es lo que te recomiendo hacer:

No te conviertas en un defensor automático y acrítico que justifica todo lo que dice o hace el Papa simplemente por ser Papa. La apologética está al servicio de la verdad, no de las personas, y ni siquiera el Papa está exento de crítica cuando sus palabras o acciones, independientemente de su intención, objetivamente puedan causar confusión o perjudicar a los fieles y a la Iglesia en su conjunto.

Apologistas de este tipo, sin sentido crítico, probablemente hubieran defendido con fervor al Papa Honorio, solo para sentirse avergonzados cuando, años después, otro Papa lo condenó póstumamente por sus errores. Defender ciegamente no es un acto de fidelidad, sino de mediocridad.

En lugar de tratar de justificar lo injustificable o de hacer esfuerzos inútiles por tapar el sol con un dedo, nuestra labor debería ser rezar por el Papa. Oremos para que el Espíritu Santo lo ilumine, le dé prudencia, fortaleza y sabiduría, y lo guíe en todo momento para buscar el bien de las almas y no el aplauso del mundo. La auténtica lealtad no consiste en aplaudir todo sin discernimiento, sino en acompañar y sostener a nuestro pastor con la oración y la verdad, ayudando a que cumpla su misión de guiar al rebaño hacia la salvación.

Para finalizar voy a compartir con un ejemplo de buena apologética. Es un vídeo del hermano José Placencia en su canal “La fe de la Iglesia” donde expone la verdad con caridad y con el debido respeto a la persona del Papa.

También te recomiendo el post de mi compañero blogger Bruno Moreno:
Si todas las religiones llevan a Dios…

Fuente: La Apologética Católica: Al Servicio de la Verdad, No del Oficialismo (infocatolica.com)

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