Fe

¿Jesús resucitado, además de sus discípulos, a quien más se les apareció?

a9
Escrito por Padre Henry Vargas

¿A quiénes se apareció Jesús después de resucitar? ¿A quiénes no? ¿Por qué en cada caso?

En pleno corazón del tiempo pascual, tiempo en el que contemplamos a Jesús resucitado, enfoquémonos en algo inherente a su condición: Las apariciones. Los textos bíblicos hablan, por lo menos, de 10 apariciones.

Jesús, habiendo resucitado, se apareció obviamente a quienes creyeron en Él. Se presenta, en primer lugar, a las mujeres muy allegadas a Él y luego a los apóstoles y/o discípulos. Y lo hace con su cuerpo glorificado, transfigurado. Se les apareció en diversos momentos, lugares y circunstancias durante 40 días (Hch 1, 3); pero siempre  se manifiesta con una gran sencillez, sin ningún aire triunfalista. Se presenta e interactúa como lo hizo siempre con los suyos: habla de amigo a amigo.

Y cada una de estas apariciones tiene un objetivo bien definido. Las apariciones son pues algo más que meras visitas dentro de un ambiente de misterio o de milagro.

Y el objetivo de las apariciones de Jesús resucitado es multiple:

1.- Confirmar lo que Él había dicho y/o predicho. Hacer ver que lo que Él decía era y es la verdad. Las apariciones son el cumplimiento de la promesa de su resurrección al tercer día.

2.- Completar o ultimar su mensaje doctrinal. Las apariciones tienen un contenido teológico y un aspecto de enseñanza sobre ciertos temas basilares de la fe, tales como: El sacramento de la confesión (Jn 20, 23), el sacramento del bautismo (Mt 28, 19), El primado del Pedro –del Papa– (Jn 21, 15-17), la catolicidad de la Iglesia (Mc 16, 15), la venida del Espíritu Santo (Lc 24, 49).

3.- Dar la paz y el ánimo a sus discípulos. Dios no quiere discípulos acobardados ni tímidos (2 Tim 1-7).

4.-  Convertir a los apóstoles en testigos de su resurrección y, en consecuencia, de la vida eterna; esto con el fin de que pudieran tener la certeza de que efectivamente era Él el Mesías.

5.- Instruir y capacitar a los apóstoles sobre la misión que debían cumplir.

6.- Enviar a los apóstoles (y discípulos), y con ellos a la Iglesia, a la misión.

7.- Hacer ver que Él seguía al frente de su Iglesia dándole impulso, vigor, consistencia y unidad.

Como se puede ver, las aparaciones de Jesús tuvieron como destinatarios, unica y exclusivamente, a quienes lo habían aceptado.

El evangelio nos dice que los integrantes del Sanedrín se informaron de la resurrección de Jesús por boca de unos soldados romanos puestos a vigilar el sepulcro (Mt 27, 11-15), pero no dice que Jesús se haya aparecido a algunos de ellos (de los jueces). Jesús no se apareció a los miembros del tribunal (el sanedrín) que lo habían condenado a muerte, ni a las autoridades romanas, ni a sus verdugos.

Algunos han considerado que la no aparición de Jesús resucitado a los integrantes del Sanedrín o a otras personas que fueron hostiles a Él (Poncio Pilato, entre otros), es una prueba contra la historicidad de la resurrección.

Pero es todo lo contrario. El no aparecerse Jesús a estas personas confirma no solo su condición divina sino también la historicidad de su resurrección y de sus apariciones. Porque de haberse aparecido Jesús a estas personas (sus adversarios), es como si Él hubiera querido implícitamente enfrentarse a ellos, echarles en cara su incredulidad, vengarse asumiendo una actitud revanchista, vencedora; y Dios no es así. Jesús no se preocupó tampoco por mostrarles su ‘superioridad’. De haberse aparecido a sus jueces y verdugos habría sido como una manera de humillación por sus errores.

Si los evangelios se basaran en hechos inventados, si fueran cosas meramente humanas, seguramente no hubieran faltado las apariciones de Jesús a sus enemigos; hubiera habido al menos una. Porque, ¿qué hay de más natural y lógico, humanamente hablando, para quien es enjuiciado y condenado injustamente que vengarse de sus contradictores o hacerles ver su error y así exigir alguna reparación o petición de perdón?

Jesús no se apareció a sus enemigos para demostrar estar por encima de la lógica humana, de las pasiones o de los sentimientos humanos.

Él no es como nosotros los seres humanos, inclinados a la venganza, a la revancha, al desquite, a humillar a los demás por sus errores. Jesús, que es Dios, quiere no la muerte o la humillación del pecador, sino que se convierta y que así viva (Ez 18, 23. Ez 33, 11).

P. Henry Vargas Holguín.


[mks_col][mks_one_half]Apoya el periodismo católico con una donación en DÓLARES con tu tarjeta de crédito:[/mks_one_half][mks_one_half]O con tu tarjeta débito a través de PSE: [/mks_one_half][/mks_col]

Leave a Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.