Fe

¿Es posible creer en lo que no está al alcance de nuestras posibilidades?

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Escrito por Padre Henry Vargas

Alguien se ha preguntado: “¿Cómo puede Dios pretender que comprendamos misterios inexplicables para creer en ellos? ¿Cómo el ser humano, con una inteligencia y una sensibilidad terrenales, deba creer en conceptos que están por fuera de sus capacidades o de su lógica?”

Comencemos por decir que Dios no pretende, como tampoco lo exige, que nosotros comprendamos conceptos que no están a nuestro alcance, que están por fuera de nuestro contexto humano-terrenal, aunque sean verdades  de fe, pero verdades al fin y al cabo.

Dios no nos exige que comprendamos o entendamos realidades como, por ejemplo, la Santísima Trinidad, el cielo, la resurrección de Jesucristo, la Eucaristía, entre otros dogmas de fe, pues para comprender todas estas verdades se necesitaría una inteligencia que el ser humano nunca tendrá.

Pero Dios sí nos pide que las creamos, que las aceptemos. Hay que entender que una cosa es comprender o entender un misterio o dogma de fe, y otra muy diferente es creerlo.

¿Y por qué creer? Porque Dios es creíble y porque Dios, nos lo ha dicho Jesús, no engaña, ni miente. Recordemos que Jesús es LA VERDAD (Jn 14, 6). En consecuencia hay que aceptar su verdad y las realidades transcendentales que giran en su entorno, aunque sean invisibles e inefables.  Algo que sea inexplicable o invisible no significa que no exista o que sea mentira.

¿Si Jesús, quien es la verdad y la palabra de Dios encarnada, nos garantiza que lo que Él nos dice es así, es la verdad, por qué no nos deberíamos fiar de su palabra? El creyente en Jesúcristo, y en consecuencia en Dios, deberá decir como San Pablo: “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1, 1). Jesús es digno de credibilidad. De manera que nuestra fe es viable, es razonable, porque tenemos motivos racionales para creer. La fe cristiana es, en fondo, fiarnos de Jesús y amarlo.

Todo el mundo cree lo que le asegura la persona de quien se fía y a quien se ama. En este sentido es racional, por ejemplo, que la esposa se fíe de su esposo; que la Iglesia, la esposa de Jesucristo, se fíe de Él, su esposo.

Hay que entender además que la razón humana no es la única fuente del conocimiento: Nosotros los cristianos aceptamos también la Revelación. Es que las verdades de fe (los dogmas) las conocemos y las aceptamos por la fe sólo porque se nos han sido reveladas, de manera especial en la divina persona de Jesús; verdades profundizadas, explicadas y transmitidas por la Tradición y el magisterio de la Iglesia. “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven” (Hb 11, 1). La fe de por sí ya es una prueba de una realidad. Uno no cree en errores, ni en cosas irreales o fantasiosas. El ser humano busca la verdad para ser libre (Jn 8, 32).

Lo que se acepta por la fe no necesita ser demostrado científicamente, se cree y punto; por tanto la fe no se argumenta, la fe se vive.

Otra cosa es que lo que se acepta por la fe se pueda y se deba profundizar hasta donde se pueda, para creer más y mejor. “La fe trata de comprender; es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor…” (Catecismo, 158).

Hay que tener en cuenta también que los misterios de la fe están por encima de nuestra inteligencia, no contra ella.

«A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no podría negarse a sí mismo, ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero. Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de la fe tienen su origen en el mismo Dios». (Catecismo, 159).

Razón (Ciencia) y fe no son incompatibles; todo lo contrario, se complementan, pues mientras la ciencia se ocupa de responder al cómo de cuanto existe, la fe se centra en la finalidad y en el significado de lo que existe; es decir, a responder al por qué y al para qué. 

Y creer en aquello que escapa a nuestro control no es irracional si tenemos como garante la misma verdad que es Dios.

Irracional es que alguien diga que cree sólo en lo demostrable en un laboratorio, o que sólo es real lo que él capta con sus sentidos y escudriña a través de la ciencia.

Irracional es pretender encontrar a Dios con la ciencia, o pretender demostrar científicamente lo indemostrable.

Es que la ciencia trata sólo procesos materiales. Y como Dios es inmaterial pues no hay un solo argumento científico que pruebe que Dios no exista.

La ciencia sirve para conocer aspectos del mundo creado y responde de este modo al anhelo de certeza que todo ser humano desea y posee. Pero, a la vez, algunas cosas de importancia esencial quedan fuera del alcance de la ciencia. Hay que admitir que incluso  hay realidades muy terrenales que la inteligencia humana nunca llegará a conocer o escudriñar; pues con mayor razón las verdades de fe o las verdades sobrenaturales.

Es racional creer en Dios, aunque Él, no sea un objeto más del universo que pueda ser objeto de estudio con, por ejemplo, un microscopio o un telescopio.

Creer en Dios, así como, en consecuencia, creer en las verdades inherentes –los dogmas de fe-, no es una evasión de la realidad, tampoco significa aceptar ciegamente en lo indemostrable o en lo que, aparentemente, es irracional, como tampoco es una especie de resignación de la razón frente a los límites del conocimiento.

Si la existencia de Dios fuese algo demostrable por la ciencia, la fe no sería resultado de una respuesta de amor y confianza en Él, sino que sería algo evidente, algo que se vería; y así dejaría de ser fe. Y si deja de ser fe la persona creyente no sería libre para creer, estaría obligada.

Creer es siempre una opción racional, libre, positiva que no va en contra de la razón, sino que la perfecciona y la eleva por encima de lo material. 

La fe es un acto personal y libre: «El hombre al creer debe responder voluntariamente a Dios, nadie está obligado contra su voluntad a abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza». (Catecismo, 160).

P. Henry Vargas Holguín.

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