Fe

El devenir de la vida religiosa II

Escrito por frayjordi

Tras un tiempo de silencio impuesto por los estudios y las fiestas navideñas, retomo el hilo del tema que comencé hace cerca de un mes.

La sobrenaturalidad de la vida religiosa

La vida religiosa, como traté en el primer artículo, pasa por una gran crisis, localizable en todos los lugares donde la Iglesia está presente, y de una manera particular en Europa y en amplias zonas de América. Las causas, fáciles de señalar y de situar, son principalmente la pérdida del sentido sobrenatural de nuestra vida, así como un vacío de la identidad propia de los religiosos.

Una vez que se ha presentado la situación y las posibles respuestas, me gustaría aportar con mi propia experiencia la reflexión sobre esta situación que, para algunos, no ha tenido precedentes.

Como decía al principio, uno de los elementos de la crisis es la pérdida del sentido sobrenatural de la vocación. De hecho, debo decir que se tendría que extender a la vida cristiana como tal.

La concepción protestante de la Iglesia ha pasado de facto a la visión católica: se trata de una visión puramente horizontal, en la que el fiel no puede hacer nada por su salvación, dado que todos están ya salvados, o por lo menos no podemos actuar en vistas a nuestra salvación.

Recordando las palabras de San Agustín:

“Dios, que te creó sin ti, no te redimirá sin ti”.

Se trata de la negativa de los protestantes a que las obras -movidas por la misma gracia de Dios- puedan ayudar a ascender al camino de perfección y a la salvación del fiel, dado que sólo la fe salva.

No creo descubrir nada nuevo si señalo que uno de los resultados de esta visión es la forma de celebrar la liturgia.

He escuchado diferentes opiniones sobre el llamado Novus Ordo y en ningún documento, tanto en la Sacrosantum Concilium como en la IGMR, se habla de cambiar la concepción de la liturgia, despojándola de su aspecto sagrado -sobrenatural-.

Tengo que reconocer que el Vetus Ordo se presta mejor a vivir la liturgia desde una perspectiva sagrada, gracias a la perfección de sus ritos y gestos y al ambiente de silencio que envuelve la celebración litúrgica.

Pero puedo decir también, que he visto sacerdotes celebrando el Novus Ordo, y uno vive ese ambiente de sacralidad y de fe, que en algunos lugares -desgraciadamente- ha desaparecido.

Dios, que te creó sin ti, no te redimirá sin ti”

San Agustín

Volviendo a la vida religiosa, el movimiento es similar: de considerar la vida religiosa un estado de perfección, se ha querido plantear la vida consagrada como algo propio de la vida laical, secular.

De hecho, durante los convulsos años posteriores al Concilio, los experimentos de comunidades “inseridas” se multiplicaron en países como Francia, España y Alemania, dando como resultado una pérdida de identidad y del verdadero sentido de la vida religiosa como una forma de vida en la Iglesia que debe ser signo y testimonio profético del absoluto de Dios (de ahí la vida de oración, la vida común, los votos, el hábito, etc.).

El valor escatológico de la vida religiosa

Como oí una vez en el sermón de un gran dominico, el P. Benoît-Dominique de la Soujeole, en la fiesta de la Presentación del Señor y la Purificación de Nuestra Madre, la vida religiosa se celebra ese día porque debe ser ésta signo de las realidades eternas, testimonio escatológico de la vida eterna, de nuestro ser ante Dios en la Gloria, junto con María y los Santos.

Es por ello que la vida religiosa requiere una separación con el mundo, en el sentido de no vivir los valores del mundo, de no dejarse llevar por modas o, como se suele decir, no caer en la mundanidad y la secularización.

Una réplica a lo dicho sería que, evidentemente, la vida religiosa está formada por personas, personas pecadoras.

Por lo tanto, no cabe hablar de estado de perfección dado que perfección no hay ninguna o muy poca.

Precisamente, nuestro estatuto de homo viator conlleva un crecimiento en la fe y en la perfección.

Por ello, obras de ascética y de mística como Camino de Perfección de Santa Teresa de Jesús sea tan poco estimado hoy en día, o bien se le da un significado que roza lo psicologico-espiritualista -poniéndolo en conexión con las corrientes de espiritual oriental-.

Pues no, el camino de perfección de todo cristiano, y de manera particular del religioso es el morir al mundo y a sus pompas y el nacer a una vida nueva.

Los votos son entendidos habitualmente desde una perspectiva psicologista, dado que no se les confiere realmente el carácter eminentemente sobrenatural.

Si no son vistos con los ojos de la fe, los votos no tienen ningún sentido. ¿Cómo exigirle hoy a alguien el ser castos, vivir dependiendo de otro y sin nada realmente propio?

Precisamente el mundo de hoy lleva a una sobrevaloración del yo individual e individualista, a una sexualidad completamente desenfocada de su fin natural, a un deseo de poseer.

Los votos, en muchas casas de formación, se presentan de manera puramente humana, y por lo tanto se llega a tratarlos con cierta desconfianza, sujetos a las concepciones subjetivas.

Pero si hacemos profesión de pobreza, castidad y de obediencia es en función del seguimiento radical de Cristo, que, como se ha dicho más arriba, es una manifestación escatológica de lo que será en el cielo.

Es por ello que los religiosos debemos salir de nuestra acedia y de la mediocridad en la que bañamos constantemente.

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