Fe

¿Cuál es el pecado original con el que nacemos?

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Escrito por Padre Henry Vargas

Cuando Dios creó a nuestros primeros padres, los creó en un contexto de vida conocido como “el paraíso terrenal”; era un contexto de santidad y de justicia originales, fruto de la gracia santificante; era un contexto de armonía (catecismo, 400). Dios les dio a ellos la gracia santificante como un don transmisible a sus descendientes, siempre y cuando se mantuvieran en comunión con Él.

Pero este contexto de armonía Dios-hombre-creación se rompió cuando entró el pecado en la historia humana, el pecado primero u original.

El pecado original fue consecuencia de la soberbia del ser humano, instigado por el maligno. El primer pecado concreto de nuestros primeros padres, fruto de dicha soberbia, fue la desobediencia para suplantar o desplazar a Dios, el querer ser como Dios, como les propuso el príncipe de la mentira.

Y como ese contexto de santidad y justicia originales se perdió (ese contexto de armonía), pues se perdió en consecuencia esa gracia santificante. Y así, nuestros primeros padres nos transmiten, a nosotros su descendencia, la ausencia de dicha gracia.

Después del primer pecado, los primeros padres transmiten la naturaleza humana en un estado caído (Catecismo, 404). El pecado original es pues “la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado ‘pecado’ de manera análoga: es un pecado “contraído”, “no cometido”, un estado y no un acto” (catecismo 404).

Desde ese entonces todos los hombres nacemos sin la gracia santificante, nacemos pecadores o en estado de pecado sin haber cometido pecado. Nosotros, obviamente,  no somos responsables ni del pecado original ni de sus consecuencias porque no es un pecado personal nuestro; pero sí lo heredamos al nacer.

Por tanto cuando nacemos a la vida natural, nacemos muertos espiritualmente hablando al nacer privados de la gracia santificante, nacemos sin la vida de Dios en nosotros.

De aquí que sea necesario el bautismo, el volver a nacer para Dios. Por esto al bautismo se le llama también segundo nacimiento: un nacimiento a la vida sobrenatural.

Después de nuestro bautismo debemos mantener o cuidar, a través de la fidelidad y los sacramentos, esa vida sobrenatural; evitando repetir personalmente el pecado de nuestros primeros padres instigados por el maligno.

P. Henry Vargas Holguín.

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