Hay muchos documentos antiguos que hablan de Jesús. Si le preguntas a un cristiano qué documento histórico conoce que mencione a Jesús como un personaje real con toda probabilidad mencionará la Biblia (el Nuevo Testamento).
En efecto, tanto los Evangelios (el más antiguo de ellos, el de San Marcos, escrito en Roma entre los años 65-70 D.C.) como las cartas del apóstol San Pablo (la más antigua la primera carta a los Tesalonicenses hacia el 51-52 D.C.), se basan en el testimonio ocular de quienes vivieron en los tiempos de Jesús.
Y aunque los innumerables textos cristianos antiguos, que dan fe de la existencia de Jesús, son aceptados por los historiadores como documentos auténticos, también existe un registro de documentos (testimonios) no cristianos que afirman que Jesús de Nazaret fue realmente un personaje histórico.
Tanto los unos como los otros son documentos que demuestran que el cristianismo no está basado en fantasias humanas, ni son un cuento ni una historia ficticia.
Los documentos históricos no cristianos que hablan de Jesús incluyen escritos tanto de literatura rabínica y cronistas anti cristianos como ajenos al cristianismo, como historiadores judíos y romanos que vivieron durante los primeros tiempos del cristianismo.
Una de las primeras menciones explícitas de Jesús de Nazareth, y la más antigua (alrededor del año 93-94), es precisamente la del historiador judío Flavio Josefo conocida como el ‘Antigüedades Judías’.
En este documento se habla, además de Jesús, de Juan el Bautista y de Santiago el ‘hermano’ de Jesús. Y dentro de este mismo documento hay un texto conocido como el ‘Testimonium Flavianum’ en que se habla no solo de Jesús, como el Cristo, sino que lo menciona resucitado; así como también se hace mención de Poncio Pilato.
Posteriormente, en la primera mitad del siglo segundo, hacia el 112, Plinio el joven, legado imperial para las provincias del Ponto (la actual Turquía), le escribe una carta al emperador Trajano en donde menciona a Jesús y habla además de la rápida expansión de los discípulos de Cristo (personas de todas las edades y clases sociales) basada en la aceptación de su carácter divino.
Hacia el año 117, el senador e historiador romano Tácito, en sus anales, habla, a propósito del cristianismo, de su fundador, un tal Cristo, ajusticiado bajo el imperio de Tiberio, siendo procurador romano Poncio Pilato. Se habla ya también de la existencia de los primeros cristianos en la capital del imperio romano. Recordemos que en el año 64, el emperador Nerón, según el mismo Tácito, culpabiliza a los cristianos del incendio que arrasó Roma durante seis días.
Como se puede notar las noticias que tenemos del mismo Jesús, fuera de los evangelios, son tardías. Pero de la época de Jesús no hay texto alguno.
Pero este hecho no nos debe sorprender pues los sucesos de la vida de Jesús de Nazareth se desarrollaron en una lejana provincia del Imperio y no atraían la atención de los historiadores o de los cronistas de ese entonces habituados a poner por escrito sólo sucesos de mayor relevancia o contundencia para la ‘vida’ del imperio. La predicación y la acción de Jesús, durante sus tres años de vida pública, no pasaron, para Roma, de ser algo sin importancia; para Roma, Jesús fue algo semejante a un visionario más.
La importancia o el impacto de Jesús, el Cristo, y/o del cristianismo no se vio como relevante sino solo hasta un segundo momento. Sólo cuando el cristianismo comenzó a extenderse en el imperio romano, con una doctrina (mensaje) y un culto muy diferentes de aquellos de las demás religiones (yendo, incluso, contra las mismas concepciones religiosas del mismo imperio), fue cuando, por curiosidad primero y por interes después, la cultura pagana comenzó a centrarse o interesarse en Jesucristo, en sus discípulos y en los problemas o cuestiones que suscitaban.
P. Henry Vargas Holguín.