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Siempre, tal vez hoy más que nunca, se ha cuestionado nuestra fe e, incluso, la existencia de Dios; por tanto se nos pide, a nosotros los cristianos, sustentar nuestra fe o dar razón de ella.
Aquí se trata de decirle al mundo y a la humanidad los motivos del por qué tenemos fe o del por qué creemos en Dios Trinidad y en todo lo que se deriva de Él.
Para esto, en medio de los eternos debates entre cristianos y no creyentes en Dios o en Dios Uno y Trino, o, peor aun, entre los mismos cristianos, no hay que descuidar las bases sobre las cuales se apoya todo el edificio de la fe: la Sagrada Escritura (con su respectivo estudio serio), la Tradición Apostólica, y el Magisterio de la Iglesia.
A partir de estos tres elementos descubrimos lo que es principal en el quehacer de nuestra identidad cristiana. ¿Y qué es lo principal en el quehacer como cristianos? Son cinco los elementos, bien entrelazados, que la integran:
1.- Conocer nuestra fe o sus contenidos. Conocer los contenidos de nuestra fe es la base para poder avanzar hacia la salvación. Y no basta con tener en la memoria un mínimo de contenidos de la fe (sus dogmas), sino que es necesario aumentar dichos contenidos, perfeccionarlos, profundizarlos. Es que la fe es un don de Dios, pero al mismo tiempo es una respuesta del ser humano.
2.- Vivir la fe en su totalidad. Hay que recordar que tener fe no es cuestión exclusivamente de tener un conocimiento abstracto de la doctrina, y aceptar dicha doctrina en la teoría; dicho conocimiento debe transformar la vida personal y, en consecuencia, el entorno.
No basta con tener doctrina en la cabeza, es necesario traducir en hechos todo el contenido de la fe. Es imprescindible vivir la fe íntegra, no solo en lo más fácil de creer, o en lo que nos gusta, o en lo que entendemos, o en lo que está en fácil armonía con nuestra lógica, o en lo que es fácil de vivir. Vivir la fe en su totalidad implica impactar integralmente todos los aspectos de la vida.
Integralmente quiere decir que la fe cristiana, así como también la obra de la evangelización, tiene que iluminar todas las áreas de la vida: La familia, el trabajo, el estudio, la ciencia, la cultura, el deporte, la economía, la política, la sexualidad, lo social, etc..
En la medida en que concretamos la fe la vamos aumentando, sobre todo, en calidad, la fortalecemos, la perfeccionamos. Bien dice el refrán: “La practica hace al maestro”.
3.- Celebrar la fe. Como cristianos no podemos vivir la fe completamente si no la celebramos con alegría en el corazón; y la celebramos principalmente a través de la oración pública y comunitaria, los actos litúrgicos y los sacramentos.
4.- Predicar la fe. Un buen cristiano tiene que estar compartiendo la fe con los demás. Si la Iglesia, por su esencia, es misionera así lo debe ser también todo cristiano.
5.- Defender la fe. El cristiano está llamando a no permitir que su fe sea atacada, tergiversada, irrespetada o marginada; es necesario hacerla respetar, pero desde los valores del evangelio, sin excluir los valores humanos. El Catecismo de la Iglesia afirma que los bautizados y confirmados quedamos “obligados aún más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras». (Catecismo, 1285).
Ahora bien, hay verdades de fe que no son fáciles de asimilar, y aquí surgen las posibles dudas de fe. Las dudas de fe pueden ser parte normal en los creyentes. Hasta los santos, antes de llegar a serlo, tuvieron ciertos momentos de duda. ¿Qué hacer ante la duda? Lo que se hace es seguir en la búsqueda de las respuestas que aclaren dichas dudas. Es importante no dudar nunca de lo que Dios y la Iglesia enseñan, pues lo que se enseña es la verdad, Jesús es la verdad (Jn 14, 6), y Él es digno de credibilidad.
¿Por qué creemos en Dios, o por qué creemos en los contenidos de nuestra fe? ¿Por qué dar razón de nuestra fe (1 Pe 3, 15)? Porque creemos en LA VERDAD.
Dios no miente, Jesucristo no enseña mentiras; el mentiroso es otro, Satanás, quien además es el padre de la mentira (Jn 8, 44). El conjunto de la doctrina es un conjunto de verdades, verdades de fe, pero verdades al fin y al cabo.
La verdad es la verdad, y la verdad de fe hay que aceptarla como tal aunque no la entendamos en un primer momento, o, tal vez, nunca. Hasta cierto punto hay un estudio racional de las verdades de fe, un análisis, una reflexión; después de dicho punto simplemente se cree, se acepta la verdad.
Nadie sustenta su fe en Dios, en el único Dios vivo y verdadero, basándose en mentiras, falacias, hipótesis, suposiciones, etc.. Nadie que sea inteligente pretende vivir en la mentira, ni debe defender mentiras, y quien las defienda lo hará con más mentiras.
En consecuencia, es propio del cristiano no ocultar su fe, y saberla sustentar. La clave para esto sería la formación. Si todo cristiano tiene que defender la fe pues, indispensablemente, él se tiene que formar.
Pero junto con la formación tiene que ir la vida espiritual. No podemos defender la fe sólo como una razón teológica, o a partir de un conocimiento; también es necesario tener a Dios en el corazón, tener experiencia de Él. Se trata de hacer ver que el cristiano es una persona que ama a Dios, que cree en Dios, que adora a Dios en espíritu y verdad (Jn 4, 23), que ora a Dios, y que está en comunión con Él.
Padre Henry Vargas Holguín.
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