Espiritual Fe

Claridad en la Caridad, Verdad en la Misericordia.

La historia real de la aclamada canción “I Can Only Imagine”, la canción cristiana contemporánea más escuchada de todos los tiempos, compuesta por el cantante Bart Millard, de la banda cristiana MercyMe, basado en su propia vida.

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El cielo y la tierra pasarán, mas sus Palabras no pasarán” (Mt 24, 35). Los mandatos de Dios son verdaderos y enteramente justos (Salmo 18), su Ley es exacta y su mandamiento de Amar como Él nos amó es impostergable (Jn 15, 12). Los Cristianos de ayer y hoy no estamos en condiciones de quitar o añadir a estos una sola coma para enseñarlo a los pequeños (Dt 4, 2), y por ello debemos dejar de lado las ambigüedades o tergiversaciones.

“El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos”.

Mt 5, 17-19

La evangelización requiere fidelidad, es decir más espíritu de servicio que voluntariado, más identificación que militancia. Hemos de identificarnos tanto con Jesús y su causa hasta llegar a ser plenamente reconocibles como suyos, aunque nos implique grandes riesgos en nuestro tiempo marcado por el relativismo atroz que menosprecia la enseñanza, la sana doctrina, en afán de una simplona tolerancia que deja morir en el error, una tolerancia venenosa que algunos confunden con “práctica pastoral” o moral situacional hasta en la propia Jerarquía eclesial.

Hemos de ser reconocibles, identificables como seguidores de Jesús en medio de la penumbra de esta “noche oscura o confusa”, como sucedió a Pedro, a quien hasta la forma de hablar lo delataba (Mt 26, 73). La evangelización hoy requiere: ¡identificación!

Lo segundo a lo que apunta esta fidelidad es a la integridad del mensaje, se trata de transmitirlo intacto y vivo, por ello San Pablo le recomendará a Tito: “Mas tú enseña lo que es conforme a la sana doctrina” (2, 1) , aquí es innegociable reconocer que la Palabra de Dios es estable, es eterna, y meternos bien en la cabeza que: “el cielo y la tierra pasarán, pero Mis Palabras no pasarán” (Mt 24, 35). Los mandatos de Dios son verdaderos y enteramente justos (Salmo 18), su Ley es exacta y su mandamiento de Amar como Él nos amó es impostergable (Jn 15, 12). Los Cristianos de ayer y de hoy no estamos en condiciones de quitar o añadir a éstos una sola coma para enseñarlo a los pequeños (Dt 4, 2), y por ello debemos dejar de lado las ambigüedades o tergiversaciones.

San Pablo nos aconsejará; “Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados si lo guardáis tal como os lo prediqué… Si no, ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí…” (1 Co 15, 1-3). Y el Catecismo de nuestra Iglesia nos enseña: “La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos” (CIC 2044).

Ante el galopante relativismo que enfrentamos hoy, se nos ofrece un contexto difícil, pero sumamente necesario y determinante para ofrecer claridad en la caridad y verdad en la misericordia, esta ha de ser transmitida por la fidelidad al evangelio; fidelidad a Dios que envía, fidelidad al contenido real del mensaje del que somos colaboradores y no dueños, fidelidad al hombre al que va dirigido que será salvado por el amor en la verdad y no por una postura de complicidad, porque solo el amor en la verdad puede hacer brotar la respuesta de la fe, la coherencia de vida y la alegría de la salvación.

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