Aunque en ningún caso estamos de acuerdo con un aborto provocado, reproducimos este artículo porque, además del trauma sufrido y del drama vivido por esta joven, es aleccionador en muchos aspectos.
En primer lugar, muestra claramente la actitud y «el criterio» con el que la prensa de hoy mira y asume estos dolorosos hechos. Se queda sólo en el «embarazo inesperado producto de una violación», y mantiene un silencio no sólo cómplice sino aprobatorio del aborto que «tuvo que practicársele» a «la niña», como si se tratara de un protocolo y del procedimiento que se debe seguir en estos casos.
Segundo: para nada cuestiona la estructura de las relaciones sociales y familiares que han asumido como algo «normal» la moda de las «pijamadas» y otras formas de interacción entre los jóvenes, así como las relaciones de autoridad y el propósito educativo de los padres. Tampoco se adentra en los criterios de funcionalidad de la familia.
Tercero: parece dar por sentado que la sexualidad «es algo que flota en el ambiente», sin cuestionar la contaminación ideológica y audiovisual de los entornos en los que se desenvuelven los jóvenes y ante los cuales los padres están inermes, no saben cómo actuar y, muchas veces –como en este caso– «llegan tarde» a la vida de sus hijos, sin posibilidad de prevención distinta a los preservativos o a los métodos anticonceptivos y para asumir de por vida las consecuencias ya no sólo de un trauma tan terrible como el de la violación, sino el del aborto.
Cuarto: el trauma de la incomprensión a la chica, la crueldad de los entornos juveniles y sociales, el juzgamiento… Todo lo cual conduce a una victimización real, pero que se presenta de manera sesgada para justificar finalmente, ante la cruda realidad de una violación, el hecho de que se «tuviera» que practicar un aborto.
En este caso, al menos desde el punto de vista judicial, y según como son presentados los hechos, la historia parece terminar «bien», con una sanción ‘ejemplar’ para el agresor sexual. Pero realmente, en materia de justicia, quedan muchos vacíos: el más claro es la muerte de la criatura inocente.
Y prevalecen los desequilibrios señalados anteriormente en materia de contenidos educativos, de responsabilidad, de garantizar entornos seguros, de equilibrio y protección de una adecuada estructura de relaciones familiares…
A continuación, el artículo.
Una niña de 13 años tuvo que abortar después de ser violada en una fiesta de pijamas en Manchester, Inglaterra. La víctima no contó la historia de inmediato porque estaba asustada. Pero cuando el embarazo llegó a los dos meses, la joven tomó la decisión de abortar y revelar el nombre de la persona que había cometido el abuso sexual durante la pijamada. El nombre de la víctima fue preservado.
El autor de la violación, que ocurrió en noviembre de 2018, fue Daniel Maughan de 29 años, ahora condenado a 13 años de prisión. Al principio, Maughan dijo que era inocente, señalando a un supuesto novio de la menor. Pero frente a la prueba de ADN, que estableció su paternidad, todas sus mentiras se desmoronaron.
La niña hizo una declaración desgarradora que fue leída en ‘Minshull Street Crown Court’, Manchester. Ella dijo:
«Cuando sucedió por primera vez, tenía miedo y no quería contarle a nadie sobre eso. A la mañana siguiente me sentí diferente y me sentí sucia y ansiosa, pero intenté ignorar lo que sucedió y sentí que no podía contarle a nadie».
«Luego, cuando no tuve un período en diciembre, tuve la sensación de que estaba embarazada. Todavía tengo miedo de verlo y todavía no puedo aceptar la realidad de lo que sucedió», describió.
Daniel Maughan, de 29 años, fue condenado en Manchester, Inglaterra.
«Me hizo pasar un infierno, tuve que abortar y luego lo negó todo. Su familia me llamó mentirosa y me gritaron ‘aborto’ en la escuela», agregó en una dramática declaración.
La víctima finalmente le contó a su madre lo que había sucedido en enero de 2019 y llamaron a la policía esa noche. Se hizo una prueba de embarazo que dio positivo y tuvo que abortar el 18 de enero.
El ataque ocurrió en noviembre de 2018 cuando la víctima fue invitada a una pijamada en una casa donde se hospedaba Maughan, aunque las circunstancias fueron reservadas por la Justicia británica. Como informó el diario británico Metro, la chica se había quedado dormida en el sofá durante la noche. La joven de 13 años fue entonces despertada por su violador, que abusó de ella.
La noticia de lo que había sucedido se difundió rápidamente en su escuela: pocos compañeros, al principio, creyeron en la historia de la menor. Y la joven abusada fue intimidada en la institución escolar. Algunos compañeros le gritaron «mentirosa».
El juez Maurice Greene, que condenó a Maughan, tuvo palabras demoledoras para el abusador:
«Sus acciones tuvieron un efecto significativo y grave en su víctima, y usted hizo de su vida un infierno. Una chica de esa edad no debería tener que pasar por lo que usted le hizo pasar».
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