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¿Tengo más de 30 y todavía no me he casado? ¡Solo para mujeres! (II)

En la primera parte de esta entrevista-conversación de dos corazones femeninos en espera comprendimos por qué la ansiedad se da de manera natural en la mujer, frente a la actitud del hombre. “La pregunta clave es: ¿qué puedo hacer ahora, con quien soy y con lo que tengo, para ser mejor y ser feliz? Porque la vida que tenemos es el presente”. Ahora hablamos sobre la importancia de los amigos y de la relación con Dios, ¡el mejor amigo! Segunda parte.

A construir amistades

AS: Una ventaja de la soltería es, evidentemente, que disponemos de tiempo y diversos motivos para relacionarnos con nuevas personas…

AN: Sí, es muy importante empezar a hacer nuevos amigos, conocer a muchas personas. Ahora bien, uno debe tener muy claro como mujer cuáles son esos valores o comportamientos de un hombre por los cuales uno “moriría”, que van a atravesar la vida de pareja y de familia. Cuando la mujer se fija en un hombre, detalla en muchos aspectos: de repente le gustan las cejas, los ojos, la mirada, sus manos, como se viste o como huele, porque tenemos una visión más integral; pero más que enfocarse en los aspectos físicos, que son efímeros, es clave irse a lo trascendente. Por ejemplo, que para una mujer sea esencial que el hombre sea caritativo y honesto.

AS: ¿Y cómo enfocarse en los valores trascendentes de la otra persona?

AN: Por esto mismo es muy importante ser amigos antes del noviazgo. Solo en la amistad uno logra ver quién es el otro natural y espontáneamente. A la mujer le permite ser auténtica y esto hace que la amistad se funde sobre la verdad, viendo esos valores trascedentes a través de los actos de la otra persona.

AS: ¿Y acaso esto último no resulta algo utilitarista? Es decir, me propongo conocer a alguien a ver si sí compagina con lo que quiero en un hombre…

AN: Sí, muchas veces instrumentalizamos a las personas. Por eso, al ir por una amistad se trata de ir por las personas, y no lograr algo de las personas, porque se trata de amistades profundas. Buena parte de la maduración afectiva consiste en saber llevar buenas amistades. Si le estamos apostando a una relación romántica, lo esencial es ir por la persona, porque la estamos escogiendo para amar. Y naturalmente debe haber reciprocidad.

Es muy importante ser amigos antes del noviazgo. Solo en la amistad uno logra ver quién es el otro natural y espontáneamente”.

AS: ¿Entonces la mujer también puede escoger al hombre, Adriana? Porque está muy arraigada la idea de que es él quien debe conquistar primero, y sobre todo para que las mujeres no terminemos “mendigando” amor o afecto de los demás.

AN: Mira, Alexandra, la base de toda relación es la libertad. Como mujer, puedo ofrecerle espacios al hombre para compartir: “oye, ¿vamos tal día a tomarnos algo?”, partiendo de si quiere o no, si le parece o no, contando con su opinión. Esto hace parte del respeto por los demás. Hay que tener cuidado con las señales, cuando la amistad se torna más íntima y, por qué no, poner las cartas sobre la mesa y preguntarle si lo que uno está percibiendo corresponde a lo que él está pensando y sintiendo. La amistad da para ser sinceros. Y si la persona se esfuma, es porque no hay madurez.

Dios nos quiere felices y plenas

Tomada de: www.cathopic.com / Estephany Huancara.

Tomada de: www.cathopic.com / Estephany Huancara.

AS: De tanto mencionar la palabra “amar” creo que ya ni sé qué significa realmente. ¿Qué es amar, entonces?

AN: Amar desde Aristóteles es “buscar el bien y la felicidad del otro”. ¿Y qué es el bien? Aquello que nos edifica, nos mejora y nos hace crecer; el bien no tiene matices. La base es conocerse. Y solo si conozco a la persona, puedo hacerle el bien. Por eso el amor se concreta en acciones, en hacer que el otro esté bien.

AS: Ahora bien, ¿en ese buscar la felicidad del otro, el “otro” también soy yo? Teniendo en cuenta que nadie da de lo que no tiene…

AN: Alguien no puede darle o darse a otro, si no se ha dado así mismo primero. Y tampoco podemos espiritualizar todo, somos de carne, necesitamos reír y por eso hablaba ahora de esos estímulos positivos que necesitamos de nuestra parte. Hay una dimensión afectiva que necesita de nosotros mismos.

El amor propio es conocerme: si me invitaron a una fiesta donde estará mi ex y sé que si tomo algunos tragos puedo terminar “rumbeándome” con él, una de dos: no tomo o no voy. Si no me conozco no me puedo hacer el bien. No puedes amar si no conoces. Y la realidad es que el concepto del amor está desfigurado, por eso no le “pegamos muchas veces al palo”, porque no sabemos qué es.

Las devociones para pedir esposo están bien, siempre y cuando el “resultado” no sea la condición para seguir a Dios”.

AS: Las mujeres creyentes, sobre todo las que ya hemos discernido nuestra vocación al matrimonio, podemos caer en la “tentación” de rezar en exceso por el hombre de nuestra vida o, por el contrario, generar tal apatía al tema que ni se lo mencionamos a Dios en oración. ¿Qué opinas al respecto?

AN: Hay algo que pasa, sobre todo cuando estamos en un ambiente espiritual, y es que dicen: “mira, a mí me sirvió la Novena a San José”, “a mí subir de rodillas a Monserrate”, entonces va uno y lo hace, y si hiciera un estudio de los testimonios de historias románticas que he escuchado, hay personas que conocen al amor de su vida y no estaban haciendo alguna novena, como el que rezó con mucha Fe y efectivamente le llegó. Entonces la preparación de las mujeres hacia al matrimonio se ha vuelto como una receta para alcanzar lo que necesitas, y esta receta está atrofiando la Fe, porque estás esperando que por hacer algo -rezar y rezar- vas a alcanzar algo; además, si no logras el objetivo, te frustras. Estamos condicionando la Fe, reflejo de una sociedad mercantilista, y la Fe no debe ser un amuleto.

AS: ¿Y cómo no hacer de la Fe un amuleto, es decir, sin instrumentalizarla?

AN: Como lo he dicho en las charlas y lo sigo diciendo: Dios es el más interesado en tu felicidad, en mi felicidad. Así que todo está en cómo pedimos: “Señor, si Tú quieres y es tu Voluntad, y es para glorificarte, envía a esa persona”. La Fe no tiene porqué afectarse en tu proceso de espera. Tengo que ir por Dios, conocerlo más y hacer una relación viva con Él, lo cual me permitirá confiar mucho más en Él. Así como es necesario tener memoria y recordar qué ha hecho Él por mí. Las devociones para pedir esposo están bien, siempre y cuando el “resultado” no sea la condición para seguir a Dios. El Tiempo de Dios es perfecto, y por eso la invitación es vivir cada día en oración con él, disfrutando la realidad y de las personas que te rodean. El día menos pensado nos encontraremos con esa persona.

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*Foto principal: www.cathopic.com

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