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La caída de la natalidad es una realidad que preocupa a conservadores y progresistas por igual. Cuando en 2023 la tasa de fertilidad cayó a 1,62 hijos por mujer, muy por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1, saltaron las alarmas. Menos bebés significa menos adultos que contribuyan a la economía, al ejército, a la seguridad social y a la formación de familias en el futuro.
Ante esta crisis demográfica han reaccionado grupos tan diversos como Heritage Foundation, American Compass, el Ethics and Public Policy Center y el Institute for Family Studies, así como magnates de Silicon Valley como Elon Musk. Pero no todo pronatalismo es igual.
Hay una gran diferencia entre las posturas «profamilia» y las meramente «pronatalistas».
Las primeras entienden que la formación de familias, a partir del matrimonio hombre-mujer, es parte de la solución. Las segundas promueven la procreación desligada de su contexto natural en la familia. Los pronatalistas de Silicon Valley tienen un objetivo aún más específico: crear, gracias a la tecnología, bebés genéticamente superiores. Su interés no es salvar a Estados Unidos del colapso demográfico, sino asegurarse de que sus hijos sean los más sanos, inteligentes y con mejor potencial.
A menos que impongan límites éticos a sus desarrollos tecnológicos, estos esfuerzos sólo conseguirán aumentar la desigualdad y la crisis demográfica.
Desde que en 2021 Elon Musk advirtió que la caída de la natalidad es «uno de los mayores riesgos para la civilización», se ha convertido en un firme aliado del movimiento pronatalista, predicando con el ejemplo al dar la bienvenida a su duodécimo hijo en 2024.
La mayoría de los inversores y usuarios de tecnología reproductiva en Silicon Valley, sin embargo, tienen otros intereses. Su objetivo no es revertir la crisis demográfica de Estados Unidos. Lo que buscan, invirtiendo 800 millones de dólares en startups de fertilidad en 2022, es crear bebés genéticamente superiores, seleccionados por una mal entendida compasión con base en características genéticas relacionadas con la salud, la creatividad y otras.
No es la primera vez que la élite tecnológica recurre a la ciencia para sortear aspectos naturales de la experiencia humana. Antes de centrarse en la fertilidad, magnates como Jeff Bezos, Peter Thiel, Sergey Brin, Mark Zuckerberg y Bryan Johnson invirtieron fortunas en vencer al envejecimiento y la muerte. Dado que los sistemas reproductivos se deterioran pronto, han volcado su atención en extender o prescindir de la procreación, y en lugar de esperar al nacimiento para intervenir, seleccionar los embriones más sanos desde el principio.
Los principales actores y proyectos
Entre los inversores en tecnología reproductiva destacan Elon Musk, Peter Thiel, Sam Altman, Brian Armstrong, Jack Abraham, Nicole Shanahan y Vitalik Buterin. Persiguen vencer al envejecimiento reproductivo, la infertilidad y optimizar la selección de embriones.
Algunos proyectos son positivos, y se centran en métodos naturales de fertilidad o medicina restaurativa, como 28, una aplicación de Evie Magazine financiada por Peter Thiel que enseña a las mujeres a vivir su ciclo natural. Nicole Shanahan, candidata a vicepresidenta junto a Robert F. Kennedy Jr., prometió donar 100 millones de dólares a la investigación reproductiva para ayudar a las mujeres a concebir a edades tardías.
Pero gran parte de la investigación en Silicon Valley se centra en la optimización embrionaria, tecnologías que prescinden de gametos humanos o úteros, y se sirven de la inteligencia artificial para analizar y seleccionar vida humana.
Optimización embrionaria
En 2021 Noor Siddiqui, exbecaria de Peter Thiel, lanzó Orchid, un servicio que permite detectar más de 1.200 enfermedades monogénicas en embriones. Aunque las pruebas genéticas preimplantacionales son comunes, Orchid secuencia más del 99% del genoma, permitiendo detectar condiciones poligénicas. Ofrece a los padres un «puntaje de riesgo» para enfermedades como diabetes, obesidad o sordera, y trastornos neurodegenerativos y psiquiátricos. Con una inversión inicial de 12 millones de dólares, el interés en Orchid y empresas similares crece sin cesar.
Orchid cuenta con inversores como Fidji Simo de Instacart, Anna Wojcicki de 23andMe, Brian Armstrong de Coinbase y George Church de Harvard y MIT. Aunque aún hay escepticismo sobre la fiabilidad de esta tecnología, se invierten millones para probarla.
Tecnologías que prescinden de gametos humanos o úteros
En años recientes los investigadores se han centrado en la gametogénesis in vitro (GIV) y los úteros artificiales.
En 2016, dos investigadores japoneses convirtieron células de piel de ratón en óvulos viables usando células madre pluripotenciales inducidas. Lograron fertilizar estos gametos modificados genéticamente para producir crías «grosso modo normales» que luego tuvieron sus propias crías. Tal tecnología permite crear óvulos o esperma a partir de cualquier ADN, prescindiendo de gametos humanos. Investigadores en Japón y la empresa californiana Conception ahora buscan aplicarla a gametos humanos.
Del mismo modo, los científicos trabajan en desarrollar úteros artificiales. Distópicos proyectos como EctoLife muestran enormes almacenes de úteros artificiales gestando niños de la concepción al nacimiento. Aunque aún es ciencia ficción, muchos en Silicon Valley sueñan con la ectogénesis completa.
En la práctica los científicos buscan desarrollar úteros de ectogénesis parciales que salven vidas a partir de la semana 21 de gestación. El famoso «cordero en una bolsa» es un ejemplo. En 2023 los investigadores solicitaron a la FDA probar estos úteros en bebés de 21 a 25 semanas que de otro modo morirían en el útero materno. Si bien esta tecnología es restaurativa, representa un paso hacia la ectogénesis total.
Uso de inteligencia artificial en la selección de vida humana
Los científicos aplican inteligencia artificial a la tecnología reproductiva para optimizar el proceso completo. Programas de aprendizaje automático como Alife, líder en el sector, analizan datos de salud de la paciente para recomendar medicamentos, dosificaciones, desarrollo del ciclo y determinar qué embriones tienen más probabilidades de desarrollarse en niños sanos.
Alife recaudó 22 millones de dólares en 2022 y su tecnología se integra en clínicas de todo Estados Unidos. Si bien el 54% de los médicos encuestados en 2024 manifestaron estar «muy o extremadamente preocupados» por el potencial eugenésico de la selección embrionaria, el 40% de los estadounidenses dicen que usarían esa tecnología para seleccionar la aptitud intelectual de sus hijos.
La filosofía equivocada del pronatalismo de Silicon Valley
Lo que distingue al pronatalismo de Silicon Valley es el deseo de controlar el proceso y resultado de la procreación, desde el tipo de hijos hasta la forma en que nacen. A diferencia de la mayoría, estos magnates tienen los recursos para hacer realidad esos anhelos sin precedentes.
Tal cosmovisión los impulsa a usar la tecnología para aislar la procreación de su contexto natural y situarla en un entorno hipercontrolado, recibiendo la falsa promesa de seguridad. Al pretender eliminar la imprevisibilidad de la procreación es posible que aumenten el sufrimiento.
Vemos aquí los ejemplos más perniciosos de la compasión mal entendida de Silicon Valley. Cuando era adolescente, Noor Siddiqui vio cómo una rara enfermedad degenerativa destruía lentamente la visión de su madre. Ese trauma la inspiró a crear Orchid para detectar embriones con posibles enfermedades similares. La ironía es que esa tecnología no cura embriones enfermos, los destruye. Si hubiera estado disponible cuando sus abuelos querían tener hijos, ni ella ni su madre habrían nacido. ¿Vale la pena el precio de vidas consideradas indignas?
En nombre de la salud de sus hijos, esta cosmovisión entrenó a muchos en Silicon Valley a ver a la persona humana como partes o materia prima cuya identidad y capacidades vienen predeterminadas genéticamente. Se liberan así de la responsabilidad personal en la formación de sus hijos, mientras se autoimponen la carga de crear y seleccionar niños genéticamente superiores.
Esto podría aumentar la natalidad a corto plazo, pero destrozaría la cosmovisión necesaria para resolver la raíz del problema.
Fuente: The Pronatalism of Silicon Valley
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