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Autor: Edwin Botero Correa
El 18 de marzo de 2022 el conocido Licenciado católico Luis Eduardo López Padilla, hizo una publicación en su cuenta de Twitter, que cabe destacar como bien intencionada aunque, a nuestro juicio, insuficiente para el debate en Defensa de la Vida, por las razones que más adelante exponemos. En ella dice:
“Que la vida comienza en la fecundación no es DOXA (opinión), es EPISTEME (conocimiento científico)”.
Luis Eduardo López Padilla
Y agrega una imagen (ver el “trino”) acompañada de un breve texto con el cual cita la misma evidente convicción, desde la embriología.
A su trino alguien reaccionó de un modo que calificaremos en principio como “llamativo”, por dos motivos: primero, porque dice algo cierto; y segundo, porque con ello pone algo de perspectiva a la afirmación del Licenciado López.
La reacción, no obstante, es desafortunada, demasiado tosca y brusca, y de un tono bastante grosero para con la persona del Licenciado, a quien quiere ridiculizar. Dice:
“Los espermatozoides y óvulos ya están vivos desde antes de fecundarse”. Eso es cierto. Y enfatizamos nosotros: en especial los espermatozoides. Pero ello no le da derecho ni es razón para descalificarle diciendo: “Se nota que su episteme está por los suelos”.
Esta es, precisamente, la actual “tragedia” que vivimos en la Defensa por la Vida: una división por cuenta del empeño en sostener que “sólo se debe defender con argumentos «científicos»”, porque “es ciencia, no religión”. Y la justificación es que “Hay que ser «estratégicos»”.
De modo, pues, que tanto lo dicho y publicado por el Licenciado López Padilla, como lo refutado con sorna, es cierto. Los medios tecnológicos actuales y el conocimiento disponible así lo demuestran.
Pero tanto la minimización de esta bien intencionada alusión a la «episteme», como la focalización del debate en aspectos meramente «biológicos» o en las «etapas de desarrollo embriológico», se quedan cortas y suponen una merma sustancial en la defensa de la Vida si se ignora y se prescinde de la sólida fundamentación existente y disponible en materia antropológica, ética, ontológica y –sí, un millón de veces sí– teológica y de Fe. Es decir, si no se fundamenta en una consideración Integral de la Persona Humana que abarque sus Dimensiones Constitutivas y su Dignidad inviolable e irrenunciable, en grado y en esencia.
Y el asunto no se soslaya afirmando simplemente que dicha consideración “está implícita, por supuesto”, que “es obvio que todo «pro vida» la tiene clara” o que “a la gente no le interesan esas cuestiones «académicas»”. O sea que la actitud adoptada es que “como no les interesa la Verdad, no les hablemos de ella, sino de «evidencias»”.
Pero la experiencia muestra y enseña que tales razones y argumentos se quedan cortos ante quienes realizan y promueven el aborto. Ellos no ven la realidad o, si acaso la ven, prefieren ‘reinterpretarla’ o ‘deconstruirla’, filtrándola a través de sus presunciones ideológicas, y «ya está; así es, y punto», incurriendo en un dogmatismo que viola –y no resiste– a las leyes de la razón.
Por eso mi respetuosa respuesta a su publicación, fue esta:
El problema –el grande y grave problema– en este debate con activistas posmodernos, es que a quienes promueven el aborto eso no les importa, no los mueve de su posición ni los conmueve un ápice, porque ellos oscilan y orbitan dentro de las coordenadas ideológicas de un determinismo fatalista. Para ellos, “engendrar un hijo es ya de por sí «un problema»”. ¿Y cómo no va a serlo para quien piensa y sostiene que “es una gran irresponsabilidad «traer hijos al mundo a sufrir, a contaminar o a competir por el agua y el sustento»”? Que, por lo tanto, no puede tenerse un hijo “no deseado” o “no esperado”. Aquí ya la biología cuenta muy poco: si acaso, sólo para establecer cómo proceder a “interrumpir el embarazo”.
La suya no es una mentalidad formada en función de una “episteme”, ni influida por el conocimiento o por la ciencia, sino condicionada por ideologías y que funciona únicamente en clave ideológica. Sólo ven el aspecto instrumental y el provecho utilitarista de las “técnicas” –químicas, como la píldora; “médicas”, como la intervención directa mediante el aborto– que puedan “desembarazarlos” del “problema” y continuar siendo –como si nada– tan pulcramente ecologistas y pro “desarrollo sostenible” como el que más, sin ningún reato de conciencia.
Y, como el asunto es ideológico, ahora está protegido por una concepción positivista del Derecho, cuyo aparato jurídico enuncia y define como “Derechos” y ampara como “Leyes” lo que no son más que simples apreciaciones subjetivas. De esta manera se establece una impostura que judicializa a la realidad objetiva, la misma que –por supuesto– rebaten y niegan a como dé lugar.
Aquí se hace indispensable volver al texto de la respuesta:
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