Desde los primeros tiempos del cristianismo la Iglesia venera de manera muy especial a todos aquellos que han conquistado con su virtud la vida eterna. En este sentido, los mártires tiene un lugar privilegiado dentro de la historia como semilla de nuevos cristianos y testigos valientes del amor a Cristo.
Los primeros siglos ( hasta inicios del IV) fueron tiempos dolorosos y gloriosos frente a las persecuciones de los emperadores romanos. Ser cristiano era crimen de estado y su pena era la muerte en el coliseo o en el circo delante de gladiadores, animales feroces o en medio de torturas inenarrables y dantescas. Era así como hombres y mujeres de todas las edades y condiciones sociales se entregaban como víctimas por amor a Jesús y a su Santa Iglesia.
A partir de estos acontecimientos, los fieles empezaron a recordar y celebrar el aniversario del ofrecimiento heroico de sus hermanos en la fe. La Iglesia acompañó este sentir de la comunidad y poco a poco fue reglamentando y promoviendo esta conmemoración para toda la Iglesia universal. Hoy en día tenemos instituidas oficialmente dos celebraciones por todos aquellos que ya nos han precedido con el signo de la fe, la solemnidad de todos los Santos (Noviembre 1) y la conmemoración de los fieles difuntos (Noviembre 2).
A continuación podrán conocer un poco más sobre estas celebraciones que nos propone la Iglesia y que hacen parte de nuestra espiritualidad y riqueza eclesial.