Espiritual Fe

Sermón para católicos tradicionales. III Domingo de Adviento

Escrito por Redacción R+F

…nos tenemos que enfocar en Dios y no en esos apegos desordenados que, en esta temporada, fácilmente se pueden manifestar en las sobre-ocupaciones por quién da el mejor regalo, la mejor fiesta, la mejor posada, quién tiene la mejor casa arreglada y, nosotros, en vez de usar todas esas cosas como medios para preparar la venida de Dios, lo desconocemos y ponemos esos medios como el fin de la Navidad.

“Y éste es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes y Levitas a preguntarle: ‘¿Tú quién eres?’ Y confesó y no negó: y confesó: ‘Que yo no soy Cristo’. Y le preguntaron: ‘¿Pues qué cosa? ¿Eres tú Elías?’ Y dijo: ‘No soy’. ‘¿Eres tú el Profeta?’ Y respondió: ‘No’. Y le dijeron: ‘¿Pues quién eres, para que podamos dar respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?’ Él dijo: ‘Yo soy la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías profeta’. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron y le dijeron: ‘¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?’ Juan les respondió, y dijo: ‘Yo bautizo en agua; mas en medio de vosotros estuvo a quien vosotros no conocéis. Este es el que ha de venir en pos de mí, que ha sido engendrado antes de mí: del cual yo no soy digno de desatar la correa de las sandalias’. Esto aconteció en Betania, de la otra parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando”.

Del Evangelio según San Juan (1, 19-28)

R.P. JESÚS VALENZUELA (FRATERNIDAD SACERDOTAL SAN PEDRO)

Dentro de los muchos principios del aprendizaje en la filosofía tenemos uno que dice: repetitio est mater studiorum(la repetición es la madre de los estudios). Si tú quieres aprender algo, tienes que repetir las cosas una y otra vez, y así funciona en la vida diaria con los hábitos. ¿Quieres un buen hábito? Repetición. Durante este tiempo de Adviento, esta ha sido la estrategia de la Santa Madre Iglesia, para recordarnos, constantemente, el sentido del Adviento, que es la preparación para recibir la venida de Cristo. Por eso, tenemos, ahora, a San Juan, que dice Enderezad el camino del Señor.

En el I Domingo de Adviento, la colecta, que es la oración de los fieles, dice: “Demuestra, Señor, tu poder y ven para ser libres por tu protección”; y en la epístola del mismo día, San Pablo nos dice: “Es ya hora de despertar, porque ahora está más cerca nuestra salvación” (Rm. 13, 11). La colecta del II Domingo de Adviento nos dice: “Mueve, Señor, nuestros corazones para preparar los caminos de tu Unigénito: para que, por su venida, merezcamos servirte”; pero, ahora, en este III Domingo de Adviento, la Iglesia no solo nos enfoca en este aspecto de la preparación que ya mencioné, sino que, también, enfoca un aspecto de esa misma preparación que es el gozo que uno experimenta a través de la espera de alguien más y, por eso, la Santa Madre Iglesia refleja eso en la liturgia: Se puede usar el órgano, tenemos los ornamentos rosados ― que significan una mezcla de gozo y preparación o espera― y podemos tener flores en el altar. Por eso, el Introito nos dice: “Gozaos siempre en El Señor: otra vez digo: gozaos”. Cuando la liturgia repite algo, no es superficial, tiene un sentido, te están dando un mensaje, entonces nos enfocamos, hoy, en este aspecto de la alegría.

“Aleluya, aleluya. Excita, Señor, tu poder, y ven a hacernos salvos. Aleluya” . Gradual para el III Domingo de Adviento en el Rito Tradicional de la Santa Misa.

La alegría de cada ser humano se distingue a la de las bestias brutas en que la alegría verdadera no se queda en el sentir, en un sentimiento, sino que trasciende a nuestra alma, a un ámbito racional, a un ámbito espiritual. Cuando nosotros estamos alegres, sabemos por qué estamos alegres. Las bestias no tienen este razonamiento, pero, específicamente, nuestro gozo es el efecto de la caridad, por eso, los animales no pueden ser felices, porque no pueden tener caridad. Solo los hombres, que son capaces de Dios, pueden vivir la caridad, porque esta es una virtud infundida en nuestras almas para amar a Dios sobre todas las cosas. Santo Tomás de Aquino también habla del gozo: “Efectivamente, lo causa la presencia del bien amado y el gozo es efectuado por la misma caridad” (Suma Teológica II-II c. 28 a. 1 resp.).

En la vida espiritual, el Bien, que es Dios mismo, viene a nuestras almas y poseemos ese Bien. Dios no cambia y, por lo tanto, mientras nosotros tenemos ese Bien, somos felices y como Dios no puede desaparecer ―a menos que crean en Alá o en otro dios falso―, pues, entonces, nuestra alegría no ha de desaparecer, pero, Santo Tomás de Aquino también nota algo muy interesante: “El gozo de la caridad implica tristeza si hay algo que impida nuestra participación en el bien divino” (ST II-II c. 28 a. 2 resp.) y, por eso, nosotros, en esta tierra, no somos perfectamente felices, porque, todavía, no vemos a Dios cara a cara, sino que participamos de la felicidad que tendremos en el cielo, pero nuestra felicidad en la tierra es obstaculizada por impedimentos que nos llevan lejos de Dios y la Iglesia no ignora este aspecto. Este tiempo también es para purificar esas pequeñas imperfecciones que impiden esta participación en la caridad. San Pablo habla de esto en la epístola: “No andéis solícitos por cosa alguna, mas con mucha oración y ruegos, sean presentadas a Dios vuestras peticiones acompañadas con hacimiento de gracias” (Fil. 4, 6).

En otras palabras, nos tenemos que enfocar en Dios y no en esos apegos desordenados que, en esta temporada, fácilmente se pueden manifestar en las sobre-ocupaciones por quién da el mejor regalo, la mejor fiesta, la mejor posada, quién tiene la mejor casa arreglada y, nosotros, en vez de usar todas esas cosas como medios para preparar la venida de Dios, lo desconocemos y ponemos esos medios como el fin de la Navidad. Circula, por estos días, una estampita que me gusta y dice: “Mantén a Cristo dentro de la Navidad” y si nosotros no mantenemos a Cristo en la Navidad, pues, entonces, “se nos está yendo el avión”, nos va a pasar ―como dice San Juan Bautista: “mas en medio de vosotros estuvo a quien vosotros no conocéis”― que vamos a estar celebrando la Navidad sin celebrar a Cristo, entonces no tiene sentido. Es como estar celebrando su cumpleaños sin celebrar su cumpleaños.

“Gozaos porque el Señor está cerca”, viene a nosotros para ser nuestro, entonces tenemos que preparar nuestras almas, fundamentalmente, a través de la caridad, eliminando el pecado mortal. Si tienes pecado mortal es hora de confesarte, quitarlo, porque si no tienes esa caridad, pues mucho de lo que tú estás haciendo espiritualmente es muy vano. Dios quiere estar en tu corazón y no puede estar en un corazón que no lo quiere recibir a través de la caridad, de la gracia santificante. Solo ponte a pensar lo mucho que Cristo quiere estar en tu interior. La tradición nos dice que cuatro mil años tardó Cristo para venir al mundo, cuatro mil años se preparó Cristo a través de profetas, expulsiones de los judíos y demás, solamente, para estar en la tierra, eso es algo serio. Entonces, nosotros tenemos cuatro semanas, nada más, para darle a Cristo la recepción que merece. Primero, es espiritual y, entre más poseamos esa caridad y más nos preparemos, créanme que más felices y más diferente va a ser nuestra Navidad a todas las demás.

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