¿Por qué Jesús, si era de verdad el Mesías esperado y enviado por su Padre a nuestra realidad humana para la salvación del género humano, se empeña en decirles a los demás que no dijeran a nadie que Él es el Mesías?
Hay momentos en los que Jesús le dice a la gente que no divulguen sus obras, o que se guarde silencio sobre su identidad. Esto es a lo que se le conoce como el secreto mesiánico.
Recordemos algunos ejemplos:
1.- Antes de un exorcismo un demonio le dice a Jesús qué Él era el Santo de Dios (Mc 1, 24).
2.- Cuando Jesús curó a un leproso (Mt 8, 2-4; Mc 1, 40-45; Lc 5, 12-14).
3.- Después de un exorcismo colectivo cuando Jesús impedía a los demonios que dijeran qué Él era el Cristo (Lc 4, 41).
4.- Después del episodio de la transfiguración del Señor (Mt 17, 9; Mc 9, 9; Lc 9, 3).
5.- Después de la curación de un sordomudo (Mc 7, 31-37) y la curación de la hija de Jairo (Lc 8, 49-56).
6.- Después de sanar a un hombre con una mano paralizada (Mt 12, 16).
7.- Cuando San Pedro declaró, ante los demás discípulos, que Jesús es el “Cristo”, Jesús “les advirtió severamente que no hablaran de Él a nadie” (Mc 8, 30).
Es obvio que las instrucciones de Jesús, de no dar publicidad a su identidad y a sus milagros, fueron instrucciones temporales, pues Jesús también quiso que alguna de sus acciones y, en consecuencia, su identidad de mesías, incluso como Dios (Mc 2, 9-12), sí se supiera (Mt 10, 26). Y luego Jesús le da tal autoridad a un hombre del cuál Jesús libero del poder de Satanás (Mc 5, 19).
Es más, Jesús mismo se autodefinió públicamente como el mesías, por ejemplo, ante la mujer samaritana (Jn 4, 26), ante los jefes de los judíos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley (Lc 22, 67; Jn 10, 24-26), y ante Poncio Piloto (Mt 27, 11; Mc 15, 2; Lc 23, 3; Jn 18, 37).
¿Por qué unas veces Jesús sí quería que se difundieran sus signos y en otras ocasiones no, máxime cuando mucha gente había visto lo que Él había hecho (Mc 2, 4)?
Veamos algunas explicaciones:
1.- Jesús, actuando con discreción, en la humildad y sin espectacularidades, demostró ser el mesías preanunciado por el profeta Isaías. Éste profeta reveló las características del mesías de Dios (Is 42, 1-2). Y el evangelista San Mateo confirma lo que dijo el profeta Isaías al hablar sobre Jesús como mesías, recordando las mismas palabras del Profeta Isaías. “He aquí mi siervo, a quien elegí, mi amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre Él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz” (Mt 12, 18-19). El hecho que Jesús mandara que otros no dieran publicidad a sus signos realmente era una confirmación de que Él sí era el Mesías esperado.
2.- En línea con lo anterior, Jesús sabía que si la noticia de los milagros se difundía rápidamente, los que necesitaban salud física lo asediarían y no podría cumplir su verdadera misión. Jesús no quería que se supieran sus milagros y, en consecuencia, su condición de mesías porque Él no quería fama de milagrero. Además la gente lo buscaría no por lo que es Él mismo, o por aceptar el reino de Dios y trabajar por él, o por encontrar la salvación sino por el signo o milagro. La gente entendería que su mesianismo era, de manera exclusiva, para favorecerla satisfaciéndole así sus necesidades.
Es que no hay que buscar los milagros del Señor, sino al Señor de los milagros. No se debe buscar a Jesús por lo que Él nos pueda dar, física o materialmente hablando, sino por lo que somos con Él y con su mensaje aceptado en la vida, y así ser merecedores de la salvación.
3.- El predicar el reino de Dios para instaurarlo en la humanidad, permitiéndole a Él que reine, y redimir a la humanidad eran los propósitos principales del ministerio de Jesús. Jesús dijo que tenía que ir a predicar, que para eso había venido (Mc 1, 38; Mt 4, 23). En esta línea el apóstol San Pablo dice: “Ay de mi sino predico el evangelio” (1 Cor 9, 16). Y también dijo que había que predicar la palabra de Dios a tiempo y a destiempo (2 Tm 4, 2).
Él había venido principalmente a comunicar la buena nueva (Mc 1, 14), no a realizar milagros. Es que con milagros no se salva a nadie. De ser malinterpretado su mesianismo, como realmente pasó, Jesús tendría dificultad para visitar varios pueblos y no predicaría con facilidad y/o libertad. Por ejemplo, un hombre sanado de la lepra se puso, contra la voluntad de Jesús, a difundir el milagro y resultó que Jesús ya no podía entrar públicamente a los pueblos (Mc 1, 45). De manera que aquellas personas que realmente querían escucharlo tenían que salir al campo y encontrarlo.
4.- Jesús no quería que su mesianismo se malinterpretara pues estaría en juego el éxito de su misma misión, misión de la que dependería la salvación. Jesús no quería que la gente entendiera que su condición de mesías era algo meramente humano. Es que el pueblo judío esperaba un mesianismo muy terrenal, un líder político y salvador nacional. Esto lo vemos especialmente cuando a Jesús lo querían hacer rey porque había satisfecho el hambre de la multitud (Jn 6, 15).
5.- Jesús, al pedir silencio o discreción, quería también alargar el mayor tiempo posible su tiempo de predicación y concreción del reino. Es que si las autoridades judías, tanto políticas como religiosas, se hubieran enterado desde un principio de la identidad de Jesús le recortarían su tiempo de misión publica. El mismo Jesús aclara que su misión mesiánica, repercutirá en rechazo, muerte, y resurrección (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33-34).
6.- Y finalmente Jesús quiso ejercer su mesianismo usando un bajo perfil pues su reino no es de este mundo (Jn 18, 36). Jesucristo no actúa como actúa un hombre con el título de rey ostentando poder de todo tipo; por tanto, Él no necesitaba reconocimiento por parte del mundo.
P. Henry Vargas Holguín.