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Oración personal y familiar Domingo de la Ascensión del Señor

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VII Semana de Pascua

Domingo 24 de mayo de 2020

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

 

  1. + Señal de la cruz

 

  1. Ven, Espíritu Santo. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé nuestro director y nuestro guía, para que evitemos todo mal.  Por ti conozcamos al Padre, al Hijo revélanos también; Creamos en ti, su Espíritu, por los siglos de los siglos. Amén
  2. En presencia de Dios, pedimos perdón:
  • Tú que eres el sumo sacerdote de la nueva Alianza: Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
  • Tú que nos edificas como piedras vivas en el templo santo de Dios: Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
  • Tú que has ascendido a la derecha del Padre para enviarnos el don del Espíritu: Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.

 

  1. Proclamamos Hechos de los Apóstoles 1,1-11 y el evangelio de Jesucristo según san Mateo 28,16-20.

Catequesis para mayores de 12 años

En este domingo solemne de la Ascensión del Señor, vamos a compartir parte de las homilías de tres Papas de la Iglesia, que reflexionan con distintos aportes sobre este gran misterio que estamos celebrando:

Comenzamos escuchando a San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia (+604), en su homilía a los fieles en Roma:

“Debemos seguir a Jesús con todo el corazón allí donde sabemos por la fe que subió con su cuerpo. Rehuyamos a los deseos de la tierra, no nos contentemos con ninguno de los vínculos de aquí abajo, nosotros que tenemos un Padre en los cielos. Echen el ancla de la esperanza en la Patria eterna ya desde ahora. No busque su alma otra luz sino la verdadera. Si hemos escuchado que el Señor ascendió al cielo, reflexionemos entonces con seriedad en aquello en que creemos. Dejémonos atraer por el amor en pos de Él pues estamos bien seguros de que Aquel que nos ha infundido este deseo, Jesucristo, no defraudará nuestra esperanza.”

Ya en el siglo XX, nos decía san Juan Pablo II al predicarnos sobre esta Solemnidad:

“¡Cuarenta días! La solemnidad de la Ascensión de Cristo al cielo concluye el período de cuarenta días a partir del domingo de Resurrección. Existe un significativo paralelismo litúrgico entre el tiempo cuaresmal y el pascual, una singular convergencia espiritual, que abre a nuevos horizontes para la vida cristiana: la Cuaresma lleva a la Resurrección; los cuarenta días después de la Pascua son la preparación para la Ascensión.

La Cuaresma, al remitirse idealmente a los cuarenta años de camino de Israel hacia la Tierra prometida, muestra en el Nuevo Testamento el itinerario de los creyentes hacia el misterio pascual, culminación y punto clave de la historia de la humanidad y de la economía de la salvación. Los cuarenta días que preceden a la Ascensión simbolizan el camino de la Iglesia en la tierra hacia la Jerusalén celestial, en la que entrará al fin junto con su Señor.

En los acontecimientos pascuales, Jesús revela la plenitud de la vida inmortal. En la cruz, vence a la muerte, y, mediante su sacrificio, ilumina con una luz nueva toda la existencia humana. Esto es lo que ponen de relieve los textos litúrgicos de la solemnidad de la Ascensión y, especialmente, el pasaje de la carta a los Hebreos que acabamos de escuchar: «Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio». Cristo resucitado y transfigurado en la gloria, como sacerdote eterno de la nueva Alianza, no entra «en un santuario hecho por mano de hombre, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro».

Esta conciencia aumenta en la contemplación de los misterios sagrados y da un sentido nuevo a la vida diaria, proyectándola constantemente hacia las realidades últimas y eternas. El cielo es nuestra morada definitiva, como sugiere el apóstol Pablo: «Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra».

Finalmente, en la catequesis del Angelus del día de hoy, el papa Francisco nos enseña:

“Los apóstoles se reunieron en Galilea, en lo alto de un monte que Jesús les había indicado. Aquí es donde tiene lugar el último encuentro del Señor resucitado con los suyos.

El monte tiene una fuerte carga simbólica. Sobre un monte Jesús proclamó las Bienaventuranzas, sobre un monte se retiraba a rezar, acogía a las multitudes y curaba a los enfermos.

En esta ocasión, sobre el monte ya no está el Maestro que actúa, enseña y cura, sino aquel Resucitado que pide a los discípulos que actúen y anuncien, confiándoles el mandato de continuar su obra.

Les encarga llevar la misión a todas las gentes. Les dice: ‘Id al mundo entero y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he enseñado.

El contenido de la misión confiada a los apóstoles es este: anunciar, bautizar, enseñar y caminar por las huellas del Maestro, es decir, el Evangelio. Este mensaje de salvación implica, en primer lugar, el deber del testimonio, sin el cual no se puede anunciar, al cual también nosotros, discípulos de hoy, estamos llamados para dar razón de nuestra fe. Ante una misión así de comprometida, y pensando en nuestras debilidades, nos sentimos incapaces, al igual que se sintieron los mismos apóstoles.

No hay que desanimarse, hay que recordar las palabras que Jesús les dirigió (a los apóstoles) antes de ascender al Cielo: ‘Estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Esta promesa, garantiza la presencia constante y consoladora de Jesús entre nosotros. Ahora bien, ¿de qué manera se realiza esta presencia? Mediante su Espíritu que lleva a la Iglesia a caminar en la historia como compañero de camino de toda persona.

Ese Espíritu enviado por Cristo y por el Padre, permite la remisión de los pecados y santifica a todos aquellos que, penitentes, se abren con confianza a su don.

Con la promesa de permanecer con nosotros hasta el fin de los tiempos, Jesús inaugura el estilo de su presencia en el mundo como Resucitado: una presencia que se revela en la Palabra, en los Sacramentos, en la acción constante e interior del Espíritu Santo. La fiesta de la Ascensión nos dice que Jesús, aunque subió al Cielo para sentarse glorioso a la derecha del Padre, está todavía y por siempre entre nosotros: de aquí deriva nuestra fuerza, nuestra perseverancia y nuestra alegría.

Cristo si sustrae a nuestros ojos físicos y nos abre a otra mirada, la mirada de la fe, del más allá de lo aparente y de lo transitorios: nos pide que aprendamos a ver la realidad que nos rodea a la luz de su presencia como resucitado.

También cualquier persona que encontremos será vista, escuchada y amada de una manera diferentes, porque Cristo eleva su dignidad y se hace modelo a seguir.”

 

Catequesis para menores de 12 años

  • Se proclama el evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
  • Se explica desde las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
  • Reflexionamos las palabras: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos…Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”
  • En silencio meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.

Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.

 

  1. Cada uno de la familia dice una acción de gracias. Dios Padre, te damos gracias por

.

  1. Ahora, cada uno hace una petición. Dios misericordioso, te pedimos por

.

  1. Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar alguna oración, llamar a alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, estar al servicio, etc..

 

  1. Oramos como Jesús nos enseñó: Padre nuestro…

 

  1. Nos damos la Paz del Señor, como gesto de amor.

 

  1. Oramos a nuestra Madre: Dios te salve María…

 

  1. Comunión espiritual: Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio). Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
  2. Oremos: Concédenos, Dios todopoderoso, darte gracias con santa alegría, porque en la ascensión de Cristo, tu Hijo,

nuestra humanidad es elevada junto a ti, ya que él, como cabeza de la Iglesia, nos ha precedido en la gloria que nosotros, su cuerpo, esperamos alcanzar. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

 

Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.

 

  1. Los padres se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente. Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.

 

Sugerencias:

  1. Si aún no hemos participado de la Santa Misa: nos preparamos adecuadamente para que se el momento más importante de la semana.
  2. Escuchar: El Señor asciende (Salmo 46) https://www.youtube.com/watch?v=I9An0JO3_Ik
  1. Hasta el próximo domingo de Pentecostés, seguimos rezamos o cantando el Regina Caeli. De este modo, seguimos compartiendo la alegría de la Virgen María ante la resurrección de su Hijo, especialmente hoy, día de María Auxiliadora.

 

  • Reina del cielo alégrate; aleluya.

(respondemos) Porque el Señor a quien has merecido llevar; aleluya.

  • Ha resucitado según su palabra; aleluya.

(respondemos) Ruega al Señor por nosotros; aleluya.

  • Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.

(respondemos) Porque verdaderamente ha resucitado el Señor; aleluya.

Oremos: Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Nos encomendarnos a María Auxiliadora en este 24 de mayo.

https://www.aciprensa.com/recursos/maria-auxiliadora-1101

https://www.ewtn.com/spanish/Saints/Auxiliadora_5_24.htm

 

           Santísima Virgen, Madre de Dios, yo aunque indigno pecador postrado a tus pies en presencia de Dios omnipotente te ofrezco mi corazón con todos sus afectos. A ti lo consagro y quiero que sea siempre tuyo y de tu hijo Jesús.

           Aceptad esta humilde ofrenda a Ti que siempre has sido la auxiliadora del pueblo cristiano.

           Oh María, refugio de los atribulados, consuelo de los afligidos, ten compasión de la pena que tanto me aflige, del apuro extremo en que me encuentro.

           Reina de los cielos, en tus manos pongo mi causa. Se bien que en los casos desesperados se muestra más potente tu misericordia y nada puede resistir a tu poder. Alcánzame Madre mía la gracia que te pido si es del agrado de mi Dios y Señor. Amén.

TIEMPO PARA ORAR

Tenemos la gracia de vivir un tiempo personal y familiar para recorrer un camino espiritual y glorificar el Santo Nombre de Dios en este Tiempo Pascual.

Ante la cuarentena que se está extendiendo, es una gran oportunidad que tenemos para dedicarle tiempo a nuestra alma, a nuestra familia y a Dios. Es un tiempo para que nuestra casa deje de ser un lugar de encierro para transformarla en un templo de oración. Por ello les ofrecemos esta guía de oración personal y familiar,[1] realizada por un sacerdote de Fasta, para las Familias peregrinas que buscan habitar en Dios.

Para hacer Oración Familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en nuestro hogar. Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.

[email protected]

Instagram: familiasperegrinas.fe

 

[1] Las fuentes son: Diversos comentarios bíblicos de La Biblia, homilías de los Papas, Padres de la Iglesia, Catecismo de la Iglesia Católica, vatican.va, fraynelson.com, catholic.net, ewtn.com, aciprensa.com, vaticannews.va, mercaba.org, aleteia.org

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