Domingo 13 de septiembre de 2020
Semana XXIV durante el año – Ciclo A
+ Señal de la cruz
«En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»
- Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
- En presencia de Dios, pedimos perdón:
- Tú que has sido enviado para sanar a los contritos de corazón: Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
- Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
- Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
- Proclamamos la Palabra (Leer lento, fuerte y entonado)
1º) Lectura del libro del Eclesiástico 27, 30-28, 7
Salmo: 102, 1-4. 9-12
2º) Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 14,7-9
3º) Evangelio de N.S. Jesucristo según san Mateo 18,21-35
Catequesis para mayores de 12 años
Papa Francisco, Ángelus, en el día de hoy en la plaza de San Pedro – Ciudad del Vaticano.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la parábola que leemos en el Evangelio de hoy, la del rey misericordioso, encontramos dos veces esta súplica: «Ten paciencia conmigo que todo te lo pagaré». La primera vez la pronuncia el siervo que le debe a su amo diez mil talentos, una suma enorme, hoy serían millones y millones de euros. La segunda vez la repite otro criado del mismo amo. Él también tiene deudas, no con su amo, sino con el siervo que tiene esa enorme deuda. Y su deuda es muy pequeña, quizá como el sueldo de una semana.
El centro de la parábola es la indulgencia que el amo muestra hacia el siervo más endeudado. El evangelista subraya que «el señor tuvo compasión —no olvidéis nunca esta palabra que es propia de Jesús: “Tuvo compasión”, Jesús siempre tuvo compasión—, tuvo compasión de aquel siervo, le dejó marchar y le perdonó la deuda». ¡Una deuda enorme, por tanto, una condonación enorme! Pero ese criado, inmediatamente después, se muestra despiadado con su compañero, que le debe una modesta suma. No lo escucha, le insulta y lo hace encarcelar, hasta que haya pagado la deuda, esa pequeña deuda. El amo se entera de esto y, enojado, llama al siervo malvado y lo condena. “¿Yo te he perdonado tanto y tú eres incapaz de perdonar este poco?”.
Vemos en esta parábola dos actitudes diferentes: la de Dios, representado por el rey —que perdona tanto, porque Dios perdona siempre—, y la del hombre. En la actitud divina, la justicia está impregnada de misericordia, mientras que la actitud humana se limita a la justicia. Jesús nos exhorta a abrirnos valientemente al poder del perdón, porque no todo en la vida se resuelve con la justicia, lo sabemos. Es necesario ese amor misericordioso, que también es la base de la respuesta del Señor a la pregunta de Pedro que precede a la parábola, la pregunta de Pedro suena así: «Señor, dime, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?». Y Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». En el lenguaje simbólico de la Biblia, esto significa que estamos llamados a perdonar siempre.
¡Cuánto sufrimiento, cuántas divisiones, cuántas guerras podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fueran el estilo de nuestra vida! También en familia, también en familia. Cuántas familias desunidas que no saben perdonarse, cuántos hermanos y hermanas que tienen ese rencor en su interior. Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas las relaciones humanas: entre los esposos, entre padres e hijos, dentro de nuestras comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad y la política.
Hoy por la mañana mientras celebraba la misa me detuve, me llamó la atención una frase de la primera lectura del libro de Sirácida, la frase dice: «Acuérdate de tu final, y deja ya de odiar» (Si 28,6). ¡Bonita frase! ¡Pero piensa en el final! Piensa que estarás en un ataúd… ¿y te llevarás el odio allí? Piensa en el final, ¡deja de odiar! Deja el rencor. Pensemos en esta conmovedora frase: «Acuérdate de tu final, y deja ya de odiar». Y no es fácil perdonar porque en los momentos tranquilos uno dice: “Sí, pero éste o ésta me han hecho todo tipo de cosas, pero yo también he hecho muchas. Mejor perdonar para ser perdonado”. Pero luego el rencor vuelve, como una molesta mosca en el verano que vuelve y vuelve y vuelve… Perdonar no es sólo algo momentáneo, es algo continuo contra este rencor, este odio que vuelve. Pensemos en el final, dejemos de odiar.
La parábola de hoy nos ayuda a comprender plenamente el significado de esa frase que recitamos en la oración del Padre nuestro: «Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6, 12). Estas palabras contienen una verdad decisiva. No podemos pretender para nosotros el perdón de Dios, si nosotros, a nuestra vez, no concedemos el perdón a nuestro prójimo. Es una condición: piensa en el final, en el perdón de Dios, y deja ya de odiar; echa el rencor, esa molesta mosca que vuelve y regresa. Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco seremos perdonados ni amados.
Encomendémonos a la maternal intercesión de la Madre de Dios: que Ella nos ayude a darnos cuenta de cuánto estamos en deuda con Dios, y a recordarlo siempre, para tener el corazón abierto a la misericordia y a la bondad.
Oración: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
- Se proclama el evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
- Se explica desde las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
- Reflexionamos las palabras: “No perdones sólo siete veces, sino setenta veces siete.”
- En silencio meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.
Cada uno de la familia dice una acción de gracias. Dios Padre, te damos gracias por …
- Ahora, cada uno hace una petición. Dios misericordioso, te pedimos por …
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- Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar alguna oración, llamar a alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, estar al servicio, etc..
- Oramos unidos a Jesús: Padre nuestro…
- Nos damos la Paz del Señor, como gesto de amor.
- Oramos a María: Dios te saluda María …
- Comunión espiritual: Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio). Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
- Oremos:
Míranos, Dios nuestro, creador y Señor del universo, y concédenos servirte de todo corazón, para experimentar los efectos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
- Los padres se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente. Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
Sugerencias:
Parábola del Siervo sin entrañas – Valivan (¡muy bueno!)
https://www.youtube.com/watch?v=LhCvVAW37rY
Ver Catequizis
https://www.youtube.com/watch?v=tx6gBSCUY8U&list=PLUppYfbeQBT3jLzEFvODCyulsO2dUpqOM&index=32
LA ORACIÓN FAMILIAR
La familia es un santuario donde Dios quiere habitar. Es un lugar sagrado donde se hace presente el amor de las Tres Personas divinas.
La familia cristiana vive de la Palabra y la Eucaristía, haciendo de su casa un templo de oración. Por ello les ofrecemos esta guía de oración personal y familiar,[1] realizada por un sacerdote de Fasta, para las Familias Peregrinas que buscan habitar en Dios. La Oración familiar espiritualiza el ejercicio fundamental de las virtudes morales y teologales en la vida del hogar cristiano.
Para hacer Oración Familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y las pantallas, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo haremos Iglesia en nuestro hogar. Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
Fraternalmente, [email protected]