Espiritual Fe

“No estoy solo, está conmigo el Padre”.

Jesús quiere que nos convenzamos y sintamos ese Amor Paternal que estará firme hasta el final. Él lo conoce, es su motor, lo vive desde dentro de la prueba, lo ha experimentado eternamente y descendió a dárnoslo a conocer.

“No estoy solo, está conmigo el Padre”

Jn 16, 29-33

La comunidad del discípulo amado que se encuentra a la base del evangelio de San Juan, nos descubre el fin definitivo y absoluto que debemos captar y ante todo vivir; se trata del horizonte que nos señala el Jesús de su experiencia: “la certeza del Amor Paternal de Dios que nos acompaña siempre”. Las Palabras y la propia vivencia de Jesús son un testimonio de ese amor fiel, estable e incondicional que debemos vivir los seguidores de Jesús, aunque todo lo demás, así sea lo más próximo, se raje o se quiebre.

La experiencia del doloroso drama de la hora de la pasión de Jesús y el desenlace de la prueba para la comunidad seguidora, serán un testimonio indestructible; aunque se puedan derrumbar el apoyo y la respuesta favorable que aguardaríamos de quienes están cerca, debemos estar seguros de la alianza del Padre Dios que no abandona. Ante la sensación de olvido e inseguridad que nos genera la desprotección, la orfandad terrena misma, no olvidemos lo que hoy canta el salmista: nuestro Dios es “Padre de huérfanos y protector de viudas” (68).

Jesús quiere que nos convenzamos y sintamos ese Amor Paternal que estará firme hasta el final. Él lo conoce, es su motor, lo vive desde dentro de la prueba, lo ha experimentado eternamente y descendió a dárnoslo a conocer. Ese Amor es posible para nosotros y nos da testimonio de él. Jesús sabe que sus discípulos se quebrarán ante el miedo, que pasarán por el dolor de abandonarlo hasta llorar amargamente como lo hizo Pedro, y otros más que ­­­­­–tanto ayer como hoy– al dispersarnos llegaremos al colmo de traicionarlo al renunciar a su proyecto y a su gracia a causa de la rebeldía, pero nada de esto es más real y definitivo que esa experiencia: “no estoy solo, está conmigo el Padre”.

Todo el esfuerzo misionero de Jesús buscó acercar a los hombres al círculo íntimo del Padre, y esa es nuestra misión en la Iglesia hoy. Lastimosamente muchos vivimos dentro de la misma comunidad como huérfanos, inseguros, llenos de miedo, buscando que la cosas nos llenen: vamos a la Iglesia pretendiendo que el papa o el sacerdote nos colmen; otros caen en la tentación de que lo haga la laxitud o la ambigüedad de la enseñanza, ¡pero no! Ello no tiene el poder.

Hoy más que nunca miremos hacia el horizonte donde se sacia Jesús, bebamos de la fuente de la que bebe Jesús; solo ahí se hizo fuerte la comunidad del discípulo amado, abrámonos al amor del Padre Dios y convenzámonos: “no estoy solo, el Padre está conmigo”.

Miguel Fernández

Misionero Casa de la Misericordia

Leave a Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.