Aprovechando que el Jueves Santo celebramos la institución del sacerdocio, les propusimos a dos sacerdotes, el Padre Rubén Darío García, Director del Departamento de Estado Laical de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), y el Padre Carlos Ortiz, formador de seminaristas de la Congregación de los Legionarios de Cristo, así como a Laura Gutiérrez, joven universitaria, que asignaran a ocho distintas partes del cuerpo virtudes y cualidades que deberían estar presentes en el sacerdote de hoy. Esto fue lo que nos respondieron:
Cabeza: Formación permanente y actualización teológica pastoral para dar razones de nuestra Fe a un mundo escéptico y apático al mensaje de Jesús.
Oídos: Un hombre capaz de escuchar a sus ovejas y dedicar tiempo para saber leer la historia de ellas bajo la luz del Espíritu Santo.
Boca: Profundo, claro y conciso en lo que predica. El sacerdote es hombre de la Palabra, y debe responder a lo que él mismo vive.
Manos: Ser ejemplo con sus obras en favor de los hermanos, llenas de caridad, servicio, sencillez y pureza de intención para evitar el activismo.
Corazón: Al amar profundamente a Dios, ama a sus hermanos. Su corazón, indiviso y casto, ve y acepta a la Iglesia como su esposa, entregándose en cuerpo y alma.
Bolsillo: Austero y ejemplo para todos de desprendimiento y pobreza a imitación de Cristo. Como testigo de los bienes del cielo, donde está el verdadero tesoro.
Rodillas: Su relación con Dios está por encima de sus múltiples tareas, obteniendo las fuerzas para su ministerio. “Nada sin orar y todo como fruto de la oración”.
Pies: El sacerdote es misionero o no es tal. Llamado a salir a las periferias, como invita el Santo Padre, camina hacia donde Dios le pida, a través de sus superiores.
*Foto principal: www.cathopic.com / Exe Lobaiza