Espiritual Fe

A la escucha de la Gracia cotidiana.

“La Palabra de Dios revela también inevitablemente la posibilidad dramática por parte de la libertad del hombre de sustraerse a este diálogo de alianza con Dios, para el que hemos sido creados. En el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos la descripción del pecado como un no prestar oído a la Palabra, como ruptura de la Alianza y, por tanto, como la cerrazón frente a Dios que llama a la comunión con él.

“En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti. Indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti”.


Sal 142, 8

Entrar en el camino de la vida cristiana, implica vida de oración, por lo cual es determinante clamar al Señor; “indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti”. (v.8b)  Como el orante, hemos de entender que el Señor “no quiere sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, nos abre el oído” (cf. 40, 7) para escucharle, es decir, para que sentados a sus pies como discípulos recibamos su Palabra que nos nutre y fortalece, por ello resulta oportuno suplicar desde la más honda necesidad; “en la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que Confío en Ti” (v. 8a); La Oración Personal es el testimonio de un cristiano que está en esta permanente necesidad de contacto con su Señor.    

Aquí la gracia es una Palabra que se nos da cada día, una Palabra que nos sacude y nos pone en movimiento porque indica el camino a seguir, esta gracia no nos deja en el mismo lugar, si bien no somos los mismos después de leer un libro, ciertamente esto es aún más verificable cuando nos encontramos con la lectura orante de la Santa Palabra Escrita de Dios, recordemos lo que nos enseña San Juan de la Cruz; “Hemos de buscar leyendo y hallaremos meditando”.

La Gracia, en la experiencia del orante, en este caso David, es una Palabra que desea escuchar una vida confiada en la Misericordia Divina: “Ya que confío en Ti”. Es decir; ¡Escucho porque confío en Ti!, “¡Te busco en la mañana Señor porque no se vivir de tus silencios al comenzar la jornada, y quedaría perdido, frustrado, y no sabría qué priorizar, no captaría hacia dónde quieres que se dirijan mis pasos hoy!”, además Señor; “Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero”. (Sal. 118, 105)

Solo un ser lleno de sí mismo, desconfiado, ahogado en sus propios ruidos y conclusiones renuncia a este encuentro o lo desestima. Sólo un ser que se complace en permanecer anquilosado, patinando en el barro sin poder avanzar, solo un ser que considere que no necesita orientación e iluminación en su día a día declina de este dialogo; solo un discípulo arrogante, lleno de sí, desecha este encuentro que en definitiva es la escucha de una gracia. Nos enseñará Benedicto XVI en la Exhortación Verbum Domini:

“La Palabra de Dios revela también inevitablemente la posibilidad dramática por parte de la libertad del hombre de sustraerse a este diálogo de alianza con Dios, para el que hemos sido creados. La Palabra divina, desvela también el pecado que habita en el corazón del hombre. Con mucha frecuencia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, encontramos la descripción del pecado como un no prestar oído a la Palabra, como ruptura de la Alianza y, por tanto, como la cerrazón frente a Dios que llama a la comunión con él. Es importante educar a los fieles para que reconozcan la raíz del pecado en la negativa a escuchar la Palabra del Señor, y a que acojan en Jesús, Verbo de Dios, el perdón que nos abre a la salvación”. (VD 23) 

En la Familia Espiritual de la Casa de la Misericordia, realizamos un servicio evangelizador a la Iglesia en general enseñando a orar con la Palabra mediante un método sencillo y eficaz que denominamos un Camino Diario de Oración Personal que está en nuestro manual Misericordia día a día; es un instrumento que abre a una vida de continuas irrupciones de gracias, con él nos dirigimos a la fuente siempre fresca de la Palabra, a su manjar que nos nutre y fortalece.

“Por la mañana sácianos de tu misericordia,  y toda nuestra vida será alegría y júbilo (Sal. 89)”; es una invitación a frecuentar un camino diario de encuentro con la Palabra que nos permita transitar el presente con la memoria llena de sus portentos, con esa certeza de su actuación en la historia, que nos animan y proyectan en el presente. Acerquémonos cotidianamente a la Palabra con el corazón tan agradecido como sediento:

Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti:tengo sed de ti como tierra reseca. (Sal. 142, 5-6)

Leave a Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.