¿El último presidente que dijo Uribe? Y el futuro de la derecha en Colombia

*Publicación del 13 de diciembre de 2018

Por otra lado está la responsabilidad que le cabe a Uribe en esta historia. Más que Duque, es el expresidente quien está asumiendo la carga de impulsar los proyectos de este gobierno, buscar alianzas políticas para conseguir gobernabilidad y conformar la primera línea de defensa de su pupilo.

Pero de seguir las cosas como van, parece más probable que Uribe se debilite antes de que Duque se fortalezca.

¿Y el Centro Democrático? Luego de haber impuesto una “disciplina para perros” alrededor de Duque, el partido se ve cada vez más desdibujado, con una relación “compleja” con el gobierno y sin banderas claras para enfrentar las próximas elecciones.

Por esa vía no sería descabellado pensar que el partido termine dividido o que al menos sufra una hemorragia de directivas y de seguidores hacia otros partidos.

¿Cómo es posible que Uribe, siendo un excelente intérprete político de las aspiraciones de los colombianos, siendo un genio de la oratoria, la comunicación y la ejecución política, tenga tan mal juicio para elegir a sus sucesores?

Es algo que necesariamente despierta la suspicacia de si él es tan inocente en estos descalabros, o si detrás de bambalinas se mueven otros intereses difíciles de comprender para el ciudadano de a pie.

En todo caso es improbable que si este gobierno termina como va, el próximo presidente lo vaya a poner Uribe. Y eso no es necesariamente malo.

El futuro de la derecha en Colombia

Álvaro Uribe es un carismático político liberal con una gran conexión popular y un descomunal instinto político, excelentes dotes comunicacionales, un agudo intelecto, capacidades de ejecución y una mística de servicio que lo harían exitoso en cualquier rango del espectro político (en la derecha o en la izquierda).

Aunque es su inclinación natural por la autoridad y el orden, así como su aprecio sincero por el colombiano promedio, por el pueblo cuya cultura e idiosincrasia es conservadora, lo que lo ha posicionado como líder indiscutible de la derecha.

Pero Uribe, al igual que Duque, no cree en la división ideológica de la política. Para ellos existen unas realidades políticas superiores que se imponen por encima de las ideas y los discursos: las económicas.

Para Uribe la educación, la seguridad (inversionista), la justicia, los derechos humanos, las condiciones laborales, la austeridad fiscal, son todas funciones que se ordenan en torno a un objetivo fundamental: la productividad y el desarrollo económico.

Es decir, la visión política de Uribe es esencialmente liberal capitalista. Y es honesto cuando se identifica de “centro” , sólo que el rápido avance del marxismo cultural en la política nacional e internacional lo hace ver como de “derecha”.

En temas morales es sociológicamente católico, mientras que en la práctica política cree en los “valores democráticos”, es decir, si bien simpatiza en términos generales con los principios de la moral católica, termina dando prelación a la “libertad individual” sobre la moral pública, y delega en las instituciones democráticas el arbitraje sobre los conflictos morales de la sociedad.

Eso explica cómo durante su periodo presidencial colaboró materialmente con la implementación del aborto, nombrando magistrados abortistas, firmando el protocolo de la CEDAW, con plena advertencia por parte de Laicos por Colombia de que tal firma abría las puerta a las recomendaciones del organismo de monitoreo del tratado, que estaba siendo utilizado como una herramienta de presión judicial para introducir su legalización (como efectivamente sucedió en la Sentencia C 355 de 2006) y permitiendo, además, que su Ministro de Salud Diego Palacio “delegara” a Mónica Roa para que redactara el borrador de la reglamentación estatal de la práctica del aborto, que se convertiría en el infame Decreto 4444 de 2006, que hizo del aborto un servicio médico privilegiado del sistema de salud que financiamos todos.

También ayuda a entender que aunque Uribe recomendara a los jóvenes “aplazar el gustico” de la iniciación sexual, nombró como Ministro de Salud a Juan Luis Londoño (q.e.p.d.), célebre por su campaña de “Sin condón ni pío”, mientras que su Ministerio de Educación y su ICBF no hicieron nada para retrasar la edad de la primera relación sexual o para ofrecer programas de educación sexual compatibles con la moral cristiana, mientras que sí introdujeron legalmente las bases de la ideología de género en el país, como se lo recordó Gina Parody en el célebre debate sobre el tema en el Congreso.

En cuanto a su posición sobre la prohibición al consumo de drogas, su posición es más de sentido común, por el daño físico que hace a los jóvenes, a la sociedad, a las familias y a la convivencia social, antes que por sus convicciones morales.

Sin embargo, su descomunal talla política sumada a la indigencia intelectual del Partido Conservador Colombiano, ha llevado a que Uribe lidere, sin competencia, un sector importante del espectro político con el que no se identifica plenamente.

Pero podría ser el mejor momento para un relevo de ese liderazgo, justo cuando en el mundo toman fuerza los proyectos políticos de derecha moralmente conservadora, en gran parte a raíz de los extremos radicales en los que está desembocando el movimiento feminista.

Y el espacio político que está dejando el fracaso del último sucesor de Uribe podría ser precisamente el que necesitan esos liderazgos para destapar debates pendientes, organizarse, competir y dejar surgir a los mejor capacitados.

El primer paso que debería dar un movimiento de ese corte es forzar un reconocimiento político por parte del presidente Duque. Buscar espacio en el gobierno, compromisos programáticos y administrativos. Y para forzar a Duque a la derecha es necesario generar antes un hecho político.

Eso podría ocurrir si, por ejemplo, se convoca una consulta ciudadana de derecha, en la que se toquen temas como una reforma política (reducir el congreso, cambiar los mecanismos de elección para eliminar las circunscripciones nacionales al Senado y lograr una mejor rendición de cuentas a los electores), una reforma a la justicia seria (si es necesario que incluya constituyente), una reforma profunda a los acuerdos de La Habana, medidas para despolitizar la educación pública y el sector sindical, una reforma efectiva al sistema penal, garantías para la libertad religiosa, protección para la familia como institución natural, así como pronunciamientos ciudadanos sobre el modelo de educación sexual, los límites al libre desarrollo de la personalidad, la eutanasia o el aborto.

De ser exitosa, este movimiento podría marcar un hito que obligaría a cualquier gobierno a sentarse a negociar, promoviendo liderazgos afines al interior del Centro Democrático, o en su defecto servir de plataforma para un nuevo partido político.

De hecho, muchos de los electores de Petro, que se inclinaron por el exalcalde bogotano a raíz del discurso de odio que se ha ensañado contra Uribe en los últimos años, podrían estar abiertos a un partido sensato de derecha, cuando se hastíen de las contradicciones e histeria irracional comunes en la izquierda, antes que apoyar a un desdibujado Centro Democrático.

Encuentro conservador en Brasil.

El foro que se realizó en Iguazú (Brasil) la semana pasada es una señal de los vientos favorables que comenzarán a soplar en el continente en los próximos años.

El ejemplo de VOX (partido de derecha e inspiración moral católica) en Andalucía (España), que de la nada saltó a tener la llave para el cambio de gobierno luego de 36 años de dominio socialista, son experiencias que sirven para tener en cuenta.

Todos los partidos de derecha que están haciendo historia en Europa, comenzaron soportando el desprecio y descrédito, no sólo de sus naturales enemigos, sino de muchos de los que hoy son sus simpatizantes que han sido conquistados por sus propuestas audaces y con sentido común.

La clave ha sido su persistencia y un trabajo serio. Lo mismo puede suceder en Colombia. Pero si los pocos líderes de tal movimiento se agazapan bajo las alas de un gobierno que los desprecia, y se dedican a hacer fila con la esperanza de que su turno llegue en 4 años, es muy probable que cuando les llegue la hora no quede mucho para heredar.

Imagen principal: AFP – Pulzo

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