¿Cómo ha permeado el marxismo nuestra cultura? Sin siquiera percatarnos, pensamos ya como revolucionarios y admitimos, sin más, postulados contradictorios.
¿Hemos renunciado a nuestra capacidad de pensar? Si no lo hemos hecho, sí hemos prescindido bastante de ella y de las reglas propias para el ejercicio de una recta razón.
Bajo un buen y adecuado uso de la razón, nos plantearíamos –al menos– el sutil conflicto entre los postulados que nos dicen cómo debemos cambiar o «transformar» la realidad, y el evidente contraste entre éstos y los datos que esa misma realidad nos da, y que demuestran de manera fehaciente la imposibilidad de hacerlo.
Tal impostura nos desnaturaliza, pues atenta contra nuestra realidad como Personas, e ignora Principios como la Autoridad y el Orden subsecuente a una Jerarquía de Valores.
Tras de una cortina de afirmaciones sentimentalistas como “paz y amor”, lo que se busca es la caída de los fundamentos de nuestra civilización. Pasamos de una perspectiva optimista del marxismo a otra pesimista, que no considera más alternativas a cualquier forma de crisis, que la “deconstrucción”. Y en eso, querido Sancho, es en lo que estamos.
“Se puede apreciar claramente de dónde proviene la mentalidad que estamos viviendo dentro de la Iglesia”.
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