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La oscura verdad de un sangriento carnaval

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Esta es la oscura realidad del Carnaval de Notting Hill. Año tras año, sin falta, el Servicio de Policía Metropolitana gasta millones de libras esterlinas de los contribuyentes en vigilar un evento donde la gente es apuñalada, atacada y agredida sexualmente. El consumo de drogas es descontrolado y muchos negocios locales tapian sus vitrinas para evitar saqueos. Las historias de residentes que huyen del área durante el período del Carnaval son comunes.

Los datos son fríos, duros y tozudos, y respaldan estas angustiantes anécdotas. Entre 2017 y 2023, la Policía Metropolitana registró 47 apuñalamientos en el Carnaval de Notting Hill, un promedio de 9 al año. Tan solo en 2023, el cuerpo policial gastó 11,7 millones de libras esterlinas de dinero público en vigilar el Carnaval, mientras que 75 agentes resultaron heridos en el proceso. Cabe señalar que, a modo de comparación, 53 policías resultaron heridos durante disturbios en Southport a fines del mes pasado. Es decir, hubo 22 policías más heridos en el carnaval que en los disturbios.

Todos los años se plantean los mismos problemas, pero las cosas siguen igual. Y no es que todos los eventos reciban el mismo trato condescendiente. En julio, la Policía Metropolitana impuso una zona de exclusión en el centro de Londres, aduciendo temores de que aficionados ebrios al fútbol pudieran causar disturbios durante la final de la Eurocopa entre Inglaterra y España. A miles de hinchas se les negó la oportunidad de comer, beber y festejar en su propia ciudad, bajo la mera presunción de que podrían alterar el orden. No así en el Carnaval.

A quienes dicen que otros festivales como Glastonbury o Creamfields merecen la misma preocupación, vale la pena reflexionar sobre algunas diferencias clave entre el Carnaval de Notting Hill y sus pares. Los delitos asociados con esos eventos son en gran medida el consumo de drogas y hurtos menores, desordenados sin duda, pero un poco menos graves que ataques con machetes. Glastonbury, por poner solo un ejemplo, típicamente dura cinco días y ve una afluencia mucho mayor de asistentes que Notting Hill, cuyas estadísticas de asistencia están ampliamente consideradas como infladas, basadas en estimaciones de dudosa procedencia y proyecciones cuestionables. También es relevante el hecho de que los asistentes a festivales como Glastonbury a menudo se quedan a pasar la noche, trayendo equipaje con ellos. ¿Pueden imaginarse cómo serían las estadísticas de delitos del Carnaval de Notting Hill si los festejantes se quedaran a acampar durante la noche?

Reiteramos: todos los años ocurren los mismos problemas, pero las cosas siguen igual. Sin embargo, si se habla de las realidades de vigilar el Carnaval de Notting Hill, pronto uno se verá sujeto a acusaciones de racismo. Susan Hall, ex candidata conservadora a la Alcaldía de Londres, fue tildada de “ofensiva” por David Lammy después de citar problemas con el crimen en el Carnaval.

Entonces, ¿por qué es tan difícil criticar públicamente al Carnaval de Notting Hill en particular? Como insistirán en decirle los defensores del evento, el Carnaval de Notting Hill es “una maravillosa celebración comunitaria de la historia y cultura caribeña”, según el muy criticado alcalde de Londres, Sadiq Khan. En efecto, el linaje del evento se remonta a mediados de la década de 1960, surgiendo como una de las primeras manifestaciones visibles de la naciente comunidad caribeña de Londres. Aunque empañado por disturbios a lo largo de la década de 1970, el evento continuó creciendo en popularidad a lo largo de las décadas, atrayendo el interés de una comunidad caribeña en expansión y, eventualmente, del público en general.

En los últimos años, el Carnaval ha sido elevado a una posición sagrada en el panteón de eventos promovidos por la corriente política dominante en un intento de inculcar una identidad británica “unificada”, “cívica” y “diversa”. Junto con el Día Windrush (inventado de la nada en 2018), el Carnaval de Notting Hill se ha convertido en una parte incuestionable de la fabulación mitificadora sobre nuestra historia nacional compartida que lleva a cabo el establishment británico en aras de la liberación. Como un reloj, descerebrados comentaristas libertinos defenderán el evento como una importante expresión de la identidad negra británica y del activismo antirracista. Para muchos, criticar el Carnaval de Notting Hill es atacar el compromiso de Gran Bretaña con la diversidad en sí.

Ya es hora de que reconozcamos el problema tal cual es: nuestro trato al Carnaval de Notting Hill es el ejemplo máximo de aplicación desigual de la ley. Con demasiada frecuencia, políticos y jefes policiales evitan tratar al Carnaval como tratarían a un partido de fútbol alborotado por temor a que los tilden de racistas. De alguna manera, dudo mucho que, digamos, un Eisteddfod galés que resultara en 9 apuñalamientos al año, recibiría la misma manga ancha.

El triste hecho es que, en la Gran Bretaña de hoy, las decisiones policiales no se toman con una clara visión de mantener el orden público. En cambio, las fuerzas policiales toman una línea dura con la mayoría en gran medida respetuosa de la ley, mientras evitan el enfrentamiento con grupos que probablemente les causen un dolor de cabeza en relaciones públicas. Cuando los jefes policiales anticipan una reacción adversa de minorías vocales y organizadas, evitan aplicar las mismas reglas que aplicarían en circunstancias normales. Por lógico que sea este instinto, dado lo mal equipadas y apoyadas que a menudo están nuestras fuerzas policiales, el resultado final es un sistema de justicia de dos niveles que castiga desproporcionadamente a los ciudadanos respetuosos de la ley.

El temor a la reacción adversa de una minoría vocal está impidiendo a la policía y los políticos decir la verdad sobre el Carnaval de Notting Hill. Si este fuera cualquier otro evento, habría sido restringido, censurado o prohibido hace mucho tiempo. Como mínimo, ciertamente se le habría forzado a enderezar el rumbo, como reconoció Sebastian Milbank de esta augusta publicación el año pasado. Ningún grupo, comunidad o celebración pública debería estar exento de nuestras reglas sobre el orden público. Es hora de empezar a decir la verdad sobre el Carnaval de Notting Hill.

Fuente: The truth about Notting Hill Carnival | Sam Bidwell | The Critic Magazine

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